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Crecimiento económico y desinflación, ¿cuánto más durará?

29-02-2024, 6:00:00 AM Por:
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A primera vista, parece que incompatible que el crecimiento económico coincida con la desaceleración de la inflación. Pero eso pasó el año pasado en EU y México.

Por Alejandro J. Saldaña Brito, economista en jefe de Grupo Financiero Ve Por Más

A primera vista, parece incompatible la idea de que una fuerte expansión en la actividad económica coincida con una desaceleración en el crecimiento de la inflación. Esto sucedió el año pasado en diversas economías del mundo, incluyendo a los Estados Unidos (EE. UU.) y México.

La correlación entre el crecimiento de la actividad económica y el de los precios al consumidor usualmente es positiva. Esto quiere decir que, a mayor crecimiento económico, mayor será la inflación, todo lo demás constante.

Para entender un poco más esta noción, supongamos que tiene lugar un aumento en la demanda agregada. Dado que la oferta en el corto plazo es algo rígida, puesto que toma tiempo elevar la producción de bienes y servicios (por ejemplo, se tiene que adquirir maquinaria, contratar empleados y conseguir financiamiento), en una primera instancia se observaría un aumento en los precios al consumidor. Además, se observaría un aumento en los precios de los factores de la producción, conforme los empresarios demandan más capital y trabajo.

Una vez que la oferta se expande y se “pone al corriente” con el inicial incremento en la demanda, en ausencia de factores adicionales, podría la economía llegar a un nuevo equilibrio y la inflación se estabilizaría.

Ahora, el año pasado en los EE. UU., el producto interno bruto (PIB) se expandió 2.5% en términos reales, por encima del 1.9%, que se observó en 2022 y que, coincidentemente, se estima que es el ritmo de crecimiento potencial. Por su parte, la inflación mensual interanual en diciembre pasado quedó en 3.4%, contra 6.5% en diciembre de 2022.

Esto fue posible ya que 2023 fue el año en el que la oferta finalmente logró “alcanzar a la demanda”. Recordemos que, a mediados de 2020 y durante 2021, las políticas implementadas por los bancos centrales (recortes en tasas de interés, inyecciones de liquidez), como el de la Reserva Federal de los EE. UU. (Fed), para fomentar la recuperación económica tras la pandemia, sobre estimularon a la demanda. Por su parte, la producción de bienes y servicios se vio restringida por la escasez de insumos y de mano de obra. Este desbalance entre oferta y demanda provocó una aceleración en la inflación. Ya en 2023, las cadenas de suministro se normalizaron y la participación laboral aumentó, lo que permitió que la oferta por fin lograra satisfacer a la demanda.

Para 2024, es pequeña la posibilidad de que la oferta continúe normalizándose, y que ello reditúe en otro año de sólido crecimiento económico y moderación en el crecimiento de la inflación. Incluso, todo el furor causado por el proceso de reagrupamiento en las cadenas de suministro (reshoring, nearshoring, friendshoring, etc.) busca que estas sean, sí, más resilientes a fenómenos globales (pandemias, conflictos geopolíticos), pero, también, más costosas o menos eficientes.

Si la oferta ya no va a ayudar a que la inflación siga cediendo, entonces el enfoque debe estar en la demanda. Es por esto que los bancos centrales, incluyendo al Fed, han señalado que van a mantener una postura monetaria restrictiva.

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja únicamente la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel.

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