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El impacto positivo de los videojuegos en el aprendizaje

08-12-2022, 6:00:00 AM Por:
© Depositphotos

Existe la creencia general de que videojuegos promueven la violencia entre los niños y adolescentes, pero estos pueden ofrecer mucho más que entretenimiento.

Por Dr. David Alejandro Ornelas Gutiérrez*

En la actualidad, los videojuegos representan una de las industrias del entretenimiento más lucrativas. En 2021, el mercado global de los videojuegos alcanzaba cifras cercanas a los 200,000 millones de dólares estadounidenses y se estima que en los próximos cinco años las ventas de videojuegos alcanzarán los 340,000 millones de dólares (Orús, 2022).

Ahora bien, existe una fuerte creencia popular de que los videojuegos representan únicamente un medio de entretenimiento y diversión. Además, es muy generalizada la idea de que los videojuegos promueven la violencia entre los niños y adolescentes que los utilizan de manera habitual. Contra lo que se suele pensar, tienen importantes beneficios educativos, puesto que son medios para fortalecer los procesos de aprendizaje y desarrollo humano. 

En primer lugar, es posible hablar de los beneficios en el desarrollo cognitivo. Los videojuegos facilitan el desarrollo de habilidades como la toma de decisiones bajo presión, la asunción calculada de riesgos, el pensamiento lateral y estratégico, además de fortalecer actitudes como la persistencia y el comportamiento ético (Prensky, 2005; citado por Gros, 2009). Esto es posible particularmente en los denominados “juegos serios”, los cuales son herramientas de aprendizaje que permiten a los participantes experimentar, aprender de sus errores y adquirir experiencia de forma segura, en entornos que suelen ser peligrosos. El propósito central de los juegos serios consiste en crear un entorno de aprendizaje que permita experimentar con problemas reales. Existen diversas categorías y modalidades de juegos serios, relacionados con todo tipo de sectores de la vida social, como educación, salud, gobierno y ONG, defensa, empresas, industria, mercadotecnia y comunicaciones (Gros, 2009). El común denominador de todos ellos es que se trata de entornos de aprendizaje que favorecen el desarrollo de habilidades complejas, como la solución de problemas y la toma de decisiones, en un marco lúdico y altamente motivador.

Los videojuegos también pueden favorecer el desarrollo del pensamiento científico en sus aspectos cognitivos, metacognitivos y motivacionales. Los logros cognitivos dependen de la calidad de la interacción entre el juego y el jugador, la naturaleza de los fenómenos explorados en la partida y la flexibilidad de los posibles caminos para alcanzar las metas planteadas en el videojuego. En cambio, los logros metacognitivos están en función de variables como la presentación explícita de las metas de aprendizaje, el espacio para la evaluación dentro del proceso y el andamiaje en el uso de estrategias metacognitivas al jugar (Montes, Baldeón, Ochoa y Bonilla, 2018). Bajo esta perspectiva, los videojuegos permitirían formar científicos cualificados; hombres y mujeres que contribuyan al avance del conocimiento científico en distintas áreas del saber. De esta manera, vale la pena considerar como una alternativa pedagógica el uso de los videojuegos, ya sea en actividades de aprendizaje dentro o fuera del aula.

Además de sus aportaciones al desarrollo cognitivo, es importante reconocer que los videojuegos tienen importantes beneficios para el desarrollo socioemocional. Hoy más que nunca se reconoce la necesidad de que las personas sean capaces de identificar y regular sus emociones y las de los demás, así como que tengan habilidades necesarias para la convivencia, como la empatía, la comunicación y la colaboración. Los videojuegos pueden aportar a que sus usuarios fortalezcan estas habilidades.

De acuerdo con los hallazgos del estudio realizado por Revuelta y Guerra (2012), los videojuegos favorecen la motivación y la colaboración. Cuando juegan con otros, ya sea en modalidad presencial o en línea, los niños y jóvenes se ayudan a superar retos y a vencer obstáculos en la búsqueda de completar misiones y lograr mejores recompensas. Jugar videojuegos desarrolla habilidades emocionales como la superación de retos, el incremento de la autoconfianza y la expresión de sentimientos (Pindado 2005, citado por Téllez e Iturriaga, 2014). Asimismo, los videojuegos favorecen la interiorización de normas, la colaboración y el trabajo en equipo. Por supuesto, la obtención de estos beneficios está en función del género de videojuego que se elija. En este sentido, los videojuegos deportivos y los de juego de rol son más propicios para desarrollar habilidades de socialización y autorregulación emocional.

Si estas razones no convencen al lector, podemos hablar de los beneficios estrictamente pedagógicos que tienen los videojuegos. Al respecto, cabe destacar que los videojuegos ayudan a que los estudiantes construyan conocimientos disciplinares y al desarrollo de competencias informativas y digitales. Un ejemplo de ello está en la experiencia pedagógica desplegada por Antonia Bernat y otras profesoras catalanas, en la cual enseñaron contenidos de ciencias sociales con alumnos de sexto de primaria a través del videojuego Age of Empires. En esta experiencia didáctica, los alumnos desarrollaron competencias instrumentales para el manejo de entornos multimedia (desde cómo acceder al programa, crear escenarios, seleccionar una época histórica, elegir los niveles de dificultad y configurar aspectos gráficos del juego, entre otras), competencias de gestión de recursos informativos y digitales, competencias comunicativas y competencias para la crítica reflexiva sobre el uso de las tecnologías (Bernat, 2008).

Adicionalmente, se ha demostrado que los videojuegos contribuyen a mejorar el aprendizaje de materias curriculares que suelen ser percibidas como “aburridas” por los estudiantes. En el trabajo publicado por Téllez e Iturriaga (2014) se documenta cómo la popular saga Assasin’s Creed ha sido utilizada por profesores de Historia para mejorar la experiencia de aprendizaje de sus alumnos.

Por otra parte, los videojuegos pueden ser instrumentos didácticos útiles para promover el desarrollo de habilidades, al mismo tiempo que se ahorran recursos económicos y se minimizan riesgos. En este sentido, es posible citar el uso de simuladores de vuelo en el entrenamiento de pilotos de aeronaves comerciales, militares y espaciales; o bien, el uso de simuladores computarizados en la formación de cirujanos, que les permiten desarrollar las habilidades y destrezas requeridas para llevar a cabo intervenciones quirúrgicas exitosas, sin poner en riesgo la seguridad y la vida de los pacientes (Carrasco, García y Carrasco, 2013).

Los juegos generan más beneficios de los que uno piensa, pues un jugador puede estar creando hábitos que propicien la mejor y más rápida toma de decisiones, lo cual funcionará al momento de laborar en una empresa, pues siempre uno más que recibir órdenes tiene que comprender que está para resolver problemas, de forma rápida y precisa.

Incluso, gracias a los videojuegos y la realidad virtual hoy existen empleos en donde se busca personas con un perfil especializado en juegos, tal como las personas que manejan drones o implementan simulaciones para entender situaciones de vuelo, incendios, o de emergencias médicas. En todas estas áreas se utilizan simulaciones basadas en juegos para entrenar y sensibilizar al personal, quienes adquieren experiencia vital sin dañarse o poner en peligro a alguien. En un futuro cercano los juegos permitirán, con su hiperrealismo, entender muchas situaciones sociales, pues simularán diversos escenarios que uno desee entender.

En resumen, está claro que los videojuegos pueden ofrecer mucho más que horas de entretenimiento. Si bien es cierto que conviene vigilar el comportamiento de los niños y adolescentes cuando utilizan las consolas y otros medios tecnológicos, también es justo reconocer que su interacción con estos dispositivos y con otras personas —jugadores— les reporta beneficios importantes para su desarrollo cognitivo y socioemocional. Además, es necesario reconocer el valor pedagógico que tienen los videojuegos y estar conscientes de que estos recursos pueden ser proveedores de aprendizajes significativos para sus usuarios. Por lo tanto, cuando tus hijos o tus alumnos deseen iniciar una nueva partida, considera la oportunidad de decir: “Vamos a jugar. Dale Play”.

*David Alejandro Ornelas profesor del Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades y coordinador académico del Doctorado en Educación de CETYS Universidad.

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja únicamente la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel.

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