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Estilo de Vida

Sergio Tapiro y la historia de la asombrosa foto del Volcán de Colima

14-08-2017, 1:06:43 PM Por:

Sergio Tapiro logró una imagen que parece imposible, y con ella ha conquistado la admiración mundial no solo hacia él, sino hacia uno de los paisajes más bellos de México.

Noche estrellada en Colima. Son las 10:20 PM del 13 de diciembre de 2015, y Sergio Tapiro espera. Su cámara –con un lente 70200 y los siguientes parámetros: iso 3200, f2.8, velocidad: 8 segundos– apunta al Volcán de Colima.

No hay más luz que la del cielo, pero el volcán ha mostrado furia, las exhumaciones y explosiones son constantes. Lo que va a suceder en cuestión de minutos pasará a la historia de la fotografía mundial, pero no es tan fácil como se lee. Detrás de una de las mejores fotos de la actualidad hay 15 años de trabajo duro.

Un paisaje que se volvió obsesión

En el año 2002, el fotógrafo mexicano Sergio Tapiro comenzó con un proyecto que él describe como una labor de persistencia, terquedad y locura: fotografiar el Volcán de Colima, ese accidente geográfico que divide Jalisco con el pequeño estado que le da nombre, se ha convertido en obsesión, pasatiempo y trabajo.

“La idea de tomar fotos del volcán surge en enero del 2002. Lo que quería era reflejar la belleza de este lugar en el que nací, que para mí es uno de los más bonitos del mundo”, cuenta Tapiro en entrevista con Alto Nivel.

El fotógrafo vive a unos 30 kilómetros del volcán. Es la estampa que no falta en su paisaje, una presencia que, de tan constante, es una parte vital de la comunidad, un igual, un referente.

Lee Sergio Tapiro y sus increíbles fotografías del Volcán de Colima

En 2012, la Secretaría de Gobernación ofreció un dato revelador: el 75 por ciento de la población del país vive dentro del área de influencia de alguno de los 2 mil volcanes que pueblan el país.

“La idea de fotografiar el volcán se fue modificando y enriqueciendo cuando me di cuenta de que alrededor de los volcanes hay paisaje, naturaleza, seres humanos que generan una dinámica de vida en torno al volcán, investigadores que aprenden de ellos para que no nos sorprendan”, dice Tapiro.

Así fue como llegó el artista a apoderarse poco a poco de la imagen del volcán desde tres líneas: como paisajista, en primer lugar; desde una perspectiva antropológica, en segundo, y como un fotógrafo científico, pues sus imágenes han servido como una herramienta documental para medios y noticias.

“Pretendo, en unos años, realizar un proyecto similar con algunos de los volcanes más representativos del país. Ojalá tenga la oportunidad de hacerlo”, dice el fotógrafo.

Durante los últimos 15 años, Tapiro ha recopilado un archivo de unas 350 mil imágenes del Volcán de Colima. Aunque, dice, solo unas 100 son las que le gustan mucho.

“Me he dedicado a elegir las que transmiten un mensaje firme o provoquen una emoción. Lo relevante es crear imágenes que sean trascendentes; hoy tengo la fortuna de que en algunos años, en un tiempo en el que quizá yo ya no esté aquí, habrá una imagen que va a permanecer en la memoria colectiva”, sonríe Tapiro.

Los primeros pasos

Los padres de Sergio Tapiro son maestros. El ahora fotógrafo recuerda que en su casa había libros por todos lados. La lectura, en su casa, no era obligatoria, sino un placer que compartían sus habitantes.

“Mis libros favoritos eran los de Julio Verne en la adolescencia, pero en la niñez me perdía en las enciclopedias. Todo esto me encarrila a la imagen: lo que absorbes en los primeros años de vida tiene una influencia para siempre”, recuerda.

Como fotógrafo empezó de forma empírica, trabajando como fotoperiodista y editor de foto. Esto le dio una visión más precisa y también lo llevó, asegura, a ser el crítico más ácido y duro con su propio trabajo.

“Con el tiempo vas aprendiendo la técnica de la fotografía, a observar la luz, a disfrutar lo que estás haciendo. En mis fotos, mucho de lo que vas a encontrar, pero no puedes entender como espectador, es que hay un gozo, un placer indescriptible”, explica Tapiro.

A veces, Tapiro se ríe cuando dispara el obturador. Es una risa ligera, callada, una mueca que él ha aprendido a reconocer cuando algo sale bien, cuando ha obtenido lo que quiere.

El colimense continúa ejerciendo el fotoperiodismo y actualmente funge como fotógrafo oficial del ballet de la Universidad de Colima.

“Pero lo que me apasiona, a lo que le pongo mucho de mi corazón, mi pasión y hasta mi dinero es a la foto del volcán”, concluye.

La magia de Rulfo y Colima

Aquel día, el día de la foto, Tapiro estaba a 12.5 kilómetros del cráter del Volcán de Colima, en Laguna de Carrizalillo, una sede natural en la región de Comala.

“Haber nacido aquí me permitió estar en un lugar en donde conviven, casi de forma secuencial, la montaña, el bosque, la zona media y la costa. Es maravilloso, en un día de diciembre o enero, ver un volcán cubierto de nieve y, 50 kilómetros después, recostarte en una playa y asarte de calor”, se emociona Tapiro.

Él no es el primer fotógrafo que queda encantado por las bondades de Colima, uno de los estados más pequeños del país (el último en población, con menos de un millón de habitantes, y el cuarto menos extenso); antes, Juan Rulfo, el escritor que en 2017 hubiese cumplido 100 años, recorrió y fotografió la entidad.

Rulfo también es el autor de Pedro Páramo, novela de importancia mundial que se sitúa en Comala, el pueblo al que Páramo llega para buscar a su padre.

“Toda esa mística que refleja Rulfo en sus libros es parte de la magia que vivimos en esta zona de la provincia: Colima es un lugar único por su geografía, pero también tiene el elemento humano que lo hace aún más vibrante. La gente de esta región es platicadora y sociable. Mi trabajo cerca del volcán me ha permitido conocer personas con las que descubres un tesoro al hablar con ellos”, dice el fotógrafo.

El día más increíble

A las 10:24 de la noche de aquel día, el día de la foto, una exhumación lanzó material incandescente sobre el cráter del Volcán de Colima. A mitad de la explosión, un rayo de unos 600 metros de longitud partió el cielo en dos y, al mismo tiempo, Sergio Tapiro disparó el obturador.

“Ese rayo despidió tanta luz que alcanzó a iluminar la ceniza, y esa es la razón de que la foto parece algo irreal, fantástico”, recuerda Tapiro.

Sergio lo vio y dudó: fue tan majestuoso, pero tan efímero, que no lo podía creer. Revisó la imagen en la pantalla de su cámara y, entonces sí, lo supo.

“Hasta que la vi en la cámara y luego en la computadora me di cuenta que tenía la foto más increíble de mi vida”, dice.

el poder de la naturaleza sergio tapiro

¿Fue un golpe de suerte? Sí, uno que se trabajó durante 15 años.

Lo que sigue es la parte conocida de esta historia: Tapiro inscribió su foto en World Press Photo, junto con una serie dedicada al volcán, y obtuvo el tercer lugar en la categoría Naturaleza. Meses después, la revista National Geographic lo reconoció con el premio de Travel Photographer of the Year 2017, el galardón más importante que otorga la revista.

México, el país de Graciela Iturbide, de Héctor García, de Pedro Valtierra, de Enrique Metinides, ahora también es el de Sergio Tapiro, el fotógrafo que puso el volcán en los ojos del mundo, que sorprendió con una imagen y, sobre todo, con su perseverancia, y que, de paso, aprovechó para recordarle al mundo la magia de la naturaleza, de México, y de Comala.

Rulfo tenía tanta razón.

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