¿Por qué la estrategia de Donald Trump aprecia al peso mexicano?

Factores globales explican la apreciación del peso frente al dólar, en medio de la estrategia económica del gobierno estadounidense.
El peso mexicano cotiza nuevamente por debajo del soporte psicológico de las 20 unidades por dólar. Desde el inicio del segundo mandato de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, la paridad cambiaria ha tocado un máximo intradía de 21.10 pesos por dólar en el mercado interbancario.
Este dato es relevante porque, desde su llegada al poder, el mandatario estadounidense ha mantenido una presión constante sobre México y otros países mediante amenazas de aranceles a las exportaciones dirigidas a su país. El impacto económico para México podría ser considerable: en el escenario más negativo, ya se habla de una posible recesión, con una caída del PIB de entre 1.3% y 4.4%.
En teoría, este contexto debería jugar en contra del peso. De hecho, algunos analistas proyectaban que la paridad cambiaria alcanzaría los 21.5 pesos por dólar, e incluso había quienes advertían sobre nuevos mínimos para la moneda mexicana. Cabe recordar que el nivel histórico más alto del dólar ocurrió en marzo de 2020, durante la pandemia, cuando se cotizó en 25.13 pesos por dólar en el mercado interbancario.
Sin embargo, contra todo pronóstico, el peso se ha apreciado. Actualmente cotiza por debajo de las 20 unidades, lo que representa una ganancia del 5.5% desde su punto más alto en este segundo mandato de Trump. ¿Por qué?
El factor Trump
Como ha sucedido en otras ocasiones, el comportamiento del peso frente al dólar está determinado en gran medida por factores externos, más que por cuestiones internas.
A pesar de las amenazas arancelarias, el peso ha ganado terreno. Algunos analistas sugieren que el mercado premia la estrategia de negociación del gobierno mexicano, pero esta explicación parece insuficiente. De hecho, el peso no se ha depreciado de manera significativa ni siquiera en los momentos de mayor tensión con Trump.
Detrás de este fenómeno parece haber una estrategia más profunda, impulsada directamente por el propio presidente estadounidense y su equipo.
Algunos analistas lo explican con claridad: la estrategia de Trump consiste en debilitar el dólar sin que pierda su rol como moneda de reserva global. El objetivo es que sus principales socios comerciales—México entre ellos—le ayuden a reducir el déficit comercial, ya sea de manera voluntaria o forzada.
Sí, Donald Trump quiere un dólar débil. Como consecuencia, el peso se aprecia. Sin embargo, esto no ocurriría si los fundamentos económicos de México no fueran sólidos o, al menos, mejores en comparación con otras épocas y otras naciones.
El actual secretario del Tesoro, Scott Bessent, anticipó esta estrategia hace meses, antes incluso del inicio del mandato de Trump. “Estoy convencido, al igual que el presidente, de que se puede mantener el dólar como moneda de reserva mundial y al mismo tiempo devaluarlo frente a otras divisas”, explicó en su momento. Y remató: “Ambos objetivos no son mutuamente excluyentes”.
Desde la década de los 80, Trump ha sostenido que Estados Unidos es una víctima en el comercio global. Considera que su país es injustamente castigado por aranceles, impuestos y regulaciones, y que no ha usado todo su poder en su propio beneficio. Para corregir esta situación, está dispuesto a aplicar cualquier medida, incluida la devaluación del dólar.
Para Trump y su equipo, el problema central es el déficit comercial de Estados Unidos. En su visión, este desequilibrio se debe a que el resto del mundo tiene un alto apetito por activos financieros estadounidenses, especialmente bonos del Tesoro. Esto, a su vez, obliga a Estados Unidos a incurrir en grandes déficits fiscales.
La entrada constante de capital mantiene el dólar demasiado fuerte, lo que dificulta la competitividad de las exportaciones estadounidenses y genera déficits comerciales persistentes. Para el presidente y su equipo, la solución es clara: debilitar el dólar de forma sostenida.
Algunos analistas explican esto en términos más técnicos. La administración de Trump busca provocar un debilitamiento controlado del dólar mediante un ajuste en el gasto público, combinado con una política monetaria más flexible por parte de la Reserva Federal. De hecho, el propio Trump ha insinuado que no ve con malos ojos una recesión en su país.
El éxito de esta estrategia está por verse. Un dólar más débil podría, en efecto, impulsar las exportaciones estadounidenses, pero también encarecería las importaciones y generaría inflación, reduciendo el poder adquisitivo de los estadounidenses.
Peso fuerte, ¿buena noticia?
En México, la apreciación del peso suele interpretarse como un signo de estabilidad económica. Sin embargo, en este caso, la fortaleza del peso podría ser una señal de alerta.
Si Estados Unidos impone aranceles a las exportaciones mexicanas, el impacto recaería directamente en los productores mexicanos, que recibirían menos ingresos por sus ventas.
El panorama presenta dos certezas:
- Trump y su equipo económico buscan debilitar el dólar y, en consecuencia, fortalecer otras divisas, especialmente aquellas de países con los que Estados Unidos tiene déficits comerciales significativos, como México.
- El peso continuará apreciándose a menos que ocurra un evento que altere su trayectoria.
Si bien un peso fuerte puede tener ventajas—como la ausencia de presiones inflacionarias adicionales—la historia ha demostrado que los mercados cambiarios no pueden ser manipulados indefinidamente. En algún momento, el mercado se ajustará, y cuando lo haga, el riesgo de un movimiento abrupto será latente.
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