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¿Por qué dicen los economistas que la inflación es un impuesto?

24-02-2022, 6:00:00 AM Por:
© Especial

Dado que disminuir el gasto público y cobrarle más impuestos a los ciudadanos no son medidas muy populares, muchos gobiernos han decidido en el pasado ir por otro camino: imprimir dinero.

Por Alejandro J. Saldaña Brito, economista en jefe de Grupo Financiero Bx+

Imaginemos a un país cuyas finanzas públicas se encuentran en lo que llamamos un déficit, esto es, que gasta más de lo que percibe. El gobierno de esta nación podría optar por reducir el gasto y/o elevar los impuestos para volver a un equilibrio fiscal. Otra alternativa sería emitir nueva deuda, aunque ello implicaría que, en un futuro, también se tenga que ajustar el gasto o aumentar la recaudación, para pagar dicha deuda.

Ahora, dado que disminuir el gasto público y cobrarle más impuestos a los ciudadanos no son medidas muy populares, muchos gobiernos han decidido en el pasado ir por otro camino: imprimir dinero. Ahora, todos los economistas sabemos -deberíamos de saber- que estas acciones pueden generar mayor inflación y que esta, en últimas instancias, también es considerada como un impuesto. Abajo, les comparto de una forma simplificada el mecanismo por el que esto opera.

El problema inicial es que el gobierno quiere seguir gastando, pero no tiene ingresos suficientes y no quiere asumir el costo político de recortar el gasto y/o cobrarle más impuestos a los ciudadanos. Por lo tanto, decide imprimir dinero. Ese dinero recién impreso entra a la economía real a través de las compras de bienes y servicios que adquiere el gobierno. Los proveedores de esos bienes y servicios perciben una mayor demanda, por lo que deciden inicialmente aumentar sus precios y, para poder satisfacer el día de mañana esa creciente demanda, expandir su oferta, para lo cual requieren contratar más trabajadores y capital, que son los llamados factores de la producción.

Similarmente, si aumenta la demanda por trabajadores, los salarios crecerán y, entonces, los hogares deberían, en principio, poder elevar su consumo. Sin embargo, el ajuste en los salarios llega después del incremento en precios inicial, aquel que se detonó por la inyección del dinero impreso para financiar la expansión del gasto gubernamental. Por lo tanto, es posible que, incluso con el incremento nominal, el sueldo de los trabajadores no alcance para comprar la misma cantidad de bienes y servicios que en un principio. Lo mismo pasa con los ahorros que tenían los hogares, pues hoy “valen menos” que antes, en términos de la cantidad de satisfactores que pueden adquirirse.

De aquí deriva que los economistas argumentemos que la inflación es un impuesto para los ciudadanos. Además, muchos consideramos que es un gravamen regresivo al afectar más a quienes menos tienen, primero, al limitar su capacidad para satisfacer aquellas necesidades más esenciales (alimentación, vivienda, salud, educación, etc.); y, segundo, porque las familias con menores ingresos usualmente cuentan con menos alternativas para proteger sus saldos monetarios (i.e. ahorros) contra la inflación, por ejemplo, al mantener una alta proporción de estos en efectivo, el cual no genera intereses.

Por último, es importante aclarar que, actualmente, no es tan común que un gobierno imprima directamente dinero. Esto gracias a que los bancos centrales, quienes entre varias de sus funciones controlan la oferta monetaria, son autónomos en muchos países, incluyendo a México. Si bien esto no elimina el riesgo de que el gobierno pudiera presionar al banco central a imprimir dinero o utilizar sus herramientas monetarias (e.g. tasas de interés, compras de activos) para financiar el gasto público, si lo acota significativamente.

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja únicamente la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel.

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