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Opinión

¿Por qué debemos defender a la democracia?

01-04-2019, 8:11:15 AM Por:
© Notimex

A los ciudadanos y organizaciones sociales deben de defender la democracia en México frente a las calificaciones en los índices internacionales

Dos de las variables que componen el índice de democracia de The Economist para el caso México son preocupantes a la luz de la gestión del nuevo gobierno. Libertades Civiles y Gestión Gubernamental son las variables peor calificadas. La primera de ellas se refiere a las garantías de expresión, de movimiento y de asociación, y la segunda de ellas tiene que ver, evidentemente, con el desempeño en políticas públicas del gobernante de turno (para esta medición en relación al sexenio anterior). Las acciones que han emprendido desde el 1 de diciembre de 2018 no abonan a una mejoría en esas dos variables y, por tanto, nuestra democracia seguirá permaneciendo en la categoría de “democracia defectuosa” y, en el peor de los casos, descenderemos en el ranking y nos calificarán como “régimen híbrido”. Preocupante.

Quien gobierna hoy ha declarado que entregar directamente las transferencias de los programas sociales a los ciudadanos, romperá la distribución del poder porque eliminará la corrupción y la intermediación de organizaciones sociales y “eso es bueno para la gente”… tal vez pueda ser cierto lo anterior muy en el corto plazo, pero la intencionalidad del poder no es esa; la idea es simplemente personalizar la ayuda, antes subsidiaria e institucional, a la población, sustituyéndola por la ayuda patrimonialista y clientelar, y pretender engrandecer la figura del gran benefactor, como si fuera propietario de esos recursos sociales. Y eso no es democracia.

Lo propio del populismo autoritario consiste en eliminar lo que el actual gobierno llama “intermediarios”, que no son otra cosa que las organizaciones –instituciones- creadas con el fin de generar contrapesos y subsidiariamente ayudar a que el sistema sea más eficiente en pro de un mejor desarrollo social. Desde que tomó posesión la actual administración se ha encargado de ir eliminando esas instituciones so pretexto de que existe corrupción –siempre señalada y nunca demostrada- y con lo cual “la solución” tramposa y pedestre consiste ahora en que los recursos lleguen directamente a los beneficiarios creando un vínculo clientelar con la sociedad más desfavorecida. Y eso no es democrático.

Algunos ejemplos al respecto son el recorte presupuestal al programa de Estancias Infantiles o el pago directo que harán a esos jóvenes de Construyendo Futuro, en lugar de que lo hagan las empresas directamente mediante deducibilidad de impuestos o las Tandas para el Bienestar o a los llamados ninis o el programa de la Tercera Edad… y así nos podríamos seguir. Al final, de lo que se trata es que el marginado o el menos favorecido le “deba” la ayuda no a un sistema institucional, sino al individuo que hoy gobierna, a ese gran benefactor, y nunca a las instituciones propias de un sistema democrático.

Algunas de las trampas demagógicas características de un gobierno como el que hoy tenemos es que utiliza el mal de la corrupción –siempre focalizado al que más tiene, y el que no tiene nunca es corrupto– para generalizar su existencia y argumentar que la única manera de resolver ese problema es, precisamente, eliminando esa institución u organización.

Si verdaderamente fuera la motivación el acabar con la corrupción se metería a la cárcel o se procesaría a los delincuentes causantes de dicho mal, pero no se desaparece sin más un programa cuya existencia, a todas luces es y puede ser, conveniente. La argumentación para cancelar el NAICM fue esa; sin embargo, ello no ha generado ningún proceso judicial, con lo queda claro que la intencionalidad o es la renovación de alianzas de tráficos de influencias –y con ello se sustituye una corrupción por otra– o esas acciones representan “purgas” al más puro estilo stalinista o, simplemente, son acciones fundamentales para la consolidación de un Estado clientelar y así reforzar el modelo de un populismo autoritario; o, todas juntas.

Tristemente, solo les queda a todos esos ciudadanos y organizaciones sociales democráticos sobrevivir en un entorno cada vez más autoritario, populista e ineficiente y defender todos aquellos espacios que subsistan. Si no defendemos la democracia que nos queda, después no lloremos su ausencia total.

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel

autor Profesor de Entorno Político y Social del IPADE. Ha sido consultor de organizaciones, gobierno y empresas.
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