México, sin calidad moral para exigir alto a la violencia contra mujeres en Afganistán
Durante el primer semestre de 2021, unas 216 mujeres fueron asesinadas en Afganistán; en el mismo periodo, en México fueron mil 886 muertes de mujeres, 495 de estas clasificadas como feminicidio.
Bajo el contexto del regreso de los talibanes al poder en Afganistán tras 20 años de intervención norteamericana, las mujeres y las niñas temen retroceder en sus derechos y libertades y volver a sufrir decapitaciones y lapidaciones, ante ello, México condenó en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el avance militar del Talibán en Afganistán.
Fue el representante permanente de México ante esta organización, Juan Ramón de la Fuente, quien expresó el rechazo mexicano al retorno de un Emirato Islámico que sea santuario de terroristas. “No es aceptable un territorio en el que no se respeten los derechos de las mujeres, los niños y las minorías”, dijo el diplomático.
Mientras tanto, del otro lado del globo, en México, las mujeres y las niñas sufren diversos tipos de violencia en todos los ámbitos de su vida: en el hogar, en el espacio público, en la escuela, en el trabajo, en el ciberespacio, en la comunidad, en la política, en las instituciones…
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reporta que, durante el primer semestre de 2021, unas 216 mujeres fueron asesinadas en Afganistán. En contraste, en México se reportaron más del triple, con un total de mil 886 muertes de mujeres; de ellas, 495 muertes fueron clasificadas como feminicidio. A pesar de las profundas diferencias ideológicas, religiosas, económicas, políticas y geográficas, en ambos países los derechos y la seguridad de las mujeres son violentados y su futuro es incierto.
Aunque en México las mujeres por ley pueden estudiar, trabajar, vestir, relacionarse y transitar libremente –actividades impensables en regímenes como el talibán–, en la práctica ante la inseguridad y la violencia machista, las mujeres y las niñas se autolimitan a no salir, no vestir, no disfrutar de estar en compañía de amigos; y todo para evitar ser víctima de acoso, revictimización, agresiones y, en los peores casos, feminicidio.
Claro que México es un país diametralmente distinto, bajo la lógica occidental y cristiana con 128 millones de habitantes; mientras que Afganistán tiene 38 millones de habitantes, es un territorio montañoso, sin salida al mar y la mayoría de su población practica el islamismo. Sin embargo, como las cifras y las practicas lo indican, los une la estulticia de los gobernantes en México y de los grupos fundamentalistas en el país del sur asiático que mantienen a las mujeres bajo una constante severidad.
En México, al menos 6 de cada 10 mujeres mexicanas ha enfrentado un incidente de violencia y 41.3 por ciento ha sido víctima de violencia sexual y, aunque esta sitiuación se ha normalizado, la violencia no debería de ser tolerable igual que en el territorio afgano no debería ser normal que una mujer no pueda, por ejemplo, hacer ruido al caminar o mostrar –si así lo quiere- su cuerpo.
México tiene que ver al interior, hacer compromisos de estado a favor de las mujeres que superen el cambio de gobierno sexenal, las emergencias naturales, las crisis económicas o situaciones como la actual pandemia. La prioridad debe ser la seguridad de las mujeres y las niñas y una vez que en el país se cuenten con las garantías básicas, entonces tendrá calidad moral para hacer exigencias externas.
Como parte del asilo que ofrece México a habitantes e Afganistán, el canciller Marcelo Ebrard, recibió a las “soñadoras”, un grupo de 20 adolescentes de entre 13 y 18 años que formaron el primer equipo femenino de robótica; los astutos internáutas hicieron un meme al respecto, en él Ebrard les decia: “aquí matan a las mujeres y las violan pero estarán mejor que en su país”, en este caso, el meme es cierto.
Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja únicamente la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel.
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Fernanda Ramírez Directora General y fundadora de Comunicación Spread. Publirrelacionista y experta en manejo de crisis.