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Opinión

La reconfiguración del orden global tras la pandemia

14-05-2020, 8:22:48 AM Por:
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Destaca que Estados Unidos no haya tomado el papel de líder mundial para hacer frente al COVID-19, pero esto es el resultado de tendencias que vienen de tiempo atrás.

Existe consenso entre especialistas y líderes de opinión sobre un inminente cambio en el orden internacional tras la pandemia. Nadie sabe exactamente cómo será la nueva realidad, pero sí existen elementos que sugieren posibilidades. Entre ellos, destaca que Estados Unidos no haya tomado el papel de líder mundial para hacer frente al COVID-19; el presidente Donald Trump, incluso, ha dado la espalda a las instituciones de gobernanza global durante la crisis. No obstante, Trump no es más que el resultado de tendencias que vienen de tiempo atrás y que, a la luz de los acontecimientos extraordinarios, revelan de forma acelerada la inevitabilidad de cambios profundos en el orden geopolítico.

¿Dónde están los aliados de Washington? La arquitectura de los principales organismos internacionales hasta hoy vigentes ha reflejado los intereses y el liderazgo de los países desarrollados de Occidente, más allá de Estados Unidos. Si bien existen esfuerzos de Alemania o Francia por impulsar iniciativas regionales para enfrentar la emergencia sanitaria, la realidad es que la pandemia ha dejado al desnudo las vulnerabilidades al interior mismo de la Unión Europea, que atraviesa por una crisis de identidad, como la han llamado algunos analistas: a las críticas y divisiones que han crecido en la última década entre los países miembros, ahora se suma la incapacidad de atender la emergencia en bloque. Será difícil reconciliar el discurso de unidad con los hechos, pues se han impuesto controles fronterizos, incluso dentro de la zona Schengen.

Y mientras el mundo desarrollado navega con dificultad la emergencia, las cosas se complican más para los llamados países “en desarrollo”: sin las capacidades y recursos de las grandes potencias, llevará más tiempo su recuperación económica. Habrá más pobreza y dificultades domésticas para los gobiernos en turno, que posiblemente enfrentarán protestas sociales que ya habían escalado previo al COVID-19.

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Euro
Reuters

Los países más pobres parecen ser los últimos en recibir el golpe del coronavirus, pero no por ello los desafíos se estiman de menores proporciones. Se pronostican, incluso, crisis humanitarias difíciles de vencer,[1] especialmente con organismos internacionales debilitados que no sean capaces de ayudar eficazmente a los más desfavorecidos.

Hay quienes consideran que China estaría llamado a ser el líder que intervenga ante la ausencia del liderazgo estadounidense. Sin embargo, aunque sí extiende a otros países su influencia con ayuda —y su inherente condicionalidad— ante la emergencia sanitaria, no parece asumir el protagonismo esperado. Esta situación no debería sorprender, pues la República Popular no está dispuesta a someterse a los designios del arreglo occidental del siglo XX. Así, el error más común es considerar que el nuevo orden será uno en el que el liderazgo de un país sea suplido por otro. La transformación será más profunda.

Guerra comercial entre China y Estados Unidos
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Si bien las políticas globales de Donald Trump han menoscabado el andamiaje institucional internacional aún vigente, la realidad es que Estados Unidos sigue siendo la nación más poderosa del mundo y un cambio de Presidencia bien podría regresar a Washington al centro de la escena mundial. No obstante, como en días recientes ha argumentado el politólogo y estratega Ian Bremmer, no es claro que esté en el interés estadounidense volver al orden previo, independientemente de quién gane las elecciones de noviembre, pues las condiciones simplemente no son iguales hoy que tras la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría.

Bremmer menciona varios factores que respaldan su razonamiento, entre ellos, la importante oposición doméstica a la injerencia de Washington en los conflictos alrededor del mundo, así como al libre comercio y al globalismo en general, pues no existe la percepción de que eso haya beneficiado a los ciudadanos estadounidenses, con excepción de los más ricos. Además, las instituciones de gobernanza global, a pesar de reflejar los valores occidentales, en muchos casos se han vuelto obsoletas. Es el caso, por ejemplo, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que en su momento fue clave para contener la amenaza de la Unión Soviética, pero ahora parece no tener objetivos claros y, por tanto, carece de sentido que justifique su existencia. La presencia estadounidense en Medio Oriente, antes esencial por la importancia del petróleo, es otro ejemplo de una realidad rebasada, pues Estados Unidos es hoy el mayor productor y el atractivo de la industria petrolera se cae a una velocidad estrepitosa.

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Petroleo
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Esto no quiere decir que Washington estará ausente del nuevo orden global; inclusive, entre las pocas certezas del futuro se encuentra la relevancia de las grandes empresas de tecnología, en su mayoría estadounidenses. Pero el papel de Estados Unidos será distinto; su participación en la arena internacional seguirá siendo importante, aunque menor en comparación con el siglo pasado, y el protagonismo de China será mayor al actual. Sin embargo, también cabe esperar estándares, valores, participación e instituciones más equilibradas en la representación de la comunidad internacional.[2] Quizá este nuevo arreglo no surja de inmediato, pero la magnitud de los retos del siglo XXI, sin duda, requerirá de la cooperación entre países, con reglas que se ajusten más a la nueva realidad.

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja únicamente la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel.


[1] Sparks, W. y Kliment, A. (2020). Can coronavirus create biblical famines? Recuperado el 28 de abril de 2020 de GZERO Media (ver).

[2]      Bremmer, I. (2020). Global leadership power shift. Recuperado el 28 de abril de 2020 de GZERO Media (ver).

autor Internacionalista, analista de política y gobernanza e investigadora del Centro de Estudios sobre Seguridad, Inteligencia y Gobernanza (CESIG) del ITAM.
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