Buscador
Ver revista digital
Actualidad

La nueva identidad del mexicano que surgió después del terremoto

28-09-2017, 3:02:11 PM Por:

Después del terremoto, en el espejo no parecemos el mismo, la autopercepción cambia, y esto sucede porque a partir de ese momento nos conocemos mejor. ¿Cómo fue que lo logramos una nueva identidad?

Ante el derrumbe, no queda otra cosa que la reconstrucción. La reconstrucción es más bien una construcción, que queremos ponerle “re” porque parece repetirse, pero la realidad es que es una obra enteramente nueva.

La identidad tiene un sustrato; adobe o arcilla de la que se forman ladrillos, tabiques que son piezas que se acomodan para formar una construcción. El sustrato de ser mexicano es el mismo, pero la construcción es otra: se modificó la faz no solo del exterior, nuestra configuración interior también cambió.

La nariz que se rompe, el hijo que muere, la casa que desaparece… necesariamente cambia los rasgos que caracterizan y exponen el sustrato; la esencia innegable. En el espejo no parecemos el mismo, la autopercepción cambia, y esto sucede porque a partir de ese momento nos conocemos mejor, entendemos lo que realmente somos gracias al cambio radical y a la vulnerabilidad que eso implica.

Degradación Vs. Destrucción masiva

No es que México no haya sangrado antes, y no es que no esté sangrando ahora mismo con violencia de hermanos matando hermanos; “Caines” a los que llamamos delincuentes, secuestradores, violadores, narcotraficantes, empresarios corruptos y políticos que desprecian la vida de su propia gente. Claro que también es sangre, y efectivamente mueren ahora mismo muchos mexicanos por ello, pero la razón de que ese modelo subsista se llama “degradación”.

Es un derrumbe gradual, ciertamente letal, pero que en la psicología de una sociedad se acaba aceptando con la misma calma que una rana decide no brincar, porque estando en una olla de agua que poco a poco se va calentando hasta hervir y matarla. No es que la rana sea tonta, ella brincaría activamente si se le arroja a una olla hirviendo. Es lo gradual lo que la mata.

Pero la destrucción masiva y repentina, esa es otra historia. Se trata del terror. Es el impacto de lo que sorprende y que supera lo aceptable por el entendimiento. Terror viene del verbo latín terreo, hacer temblar. Terror es en origen temblor, y ese sí que nos hace brincar de la olla.

Japón entre volcanes, temblores, guerras y bombas nucleares

La comisión que envió Japón a México para apoyar en los rescates fue aclamada y admirada por su evidente efectividad, entrenamiento y tecnología. Japón es un pueblo que hace apenas unas décadas, perdió absolutamente todo en una guerra.  En los libros: Zero! The story of Japan´s Air war in the Pacific 1941-45 de Masatake Okumiya y Jiro Hirokoshi y Japanese Destroyer Captain de Taimeichi Hara, militares japoneses que vivieron la destrucción completa de ciudades por parte del enemigo, narran con tristeza el cambio radical al que se vieron enfrentados.

Una nación que nunca había sido invadida o derrotada en toda su historia. Orgullosa y con una cultura estética, laboral, espiritual y moral sobresaliente, reconstruyó su identidad a partir de ese mismo sustrato cultural no sin antes hacer una concienzuda revisión de los errores que cometieron. Uno de esos errores fue la “suposición” (suponer equivocadamente asuntos estratégicos y tácticos en Midway y Pearl Harbor), y otro fue el resultado de las divisiones de opinión entre el ejército y la marina (defender lo conquistado en China y Manchuria Vs. atacar EE. UU.).

Si algo causó terror en la sociedad japonesa, fueron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagazaki, y con ello, un cambio radical en la autopercepción del japonés. Todo se transformó con el espanto:

Nada— ni películas, revistas, libros, discursos elocuentes— nada puede expresar a cualquier otra persona excepto a aquellos que lo presenciaron, lo que le sucedió a la ciudad de Hiroshima y lo ocurrido después de que cayó la bomba. Fue un espectáculo horrible más allá de lo que las palabras pueden expresar.

La debacle de Hiroshima es una historia ya común, pero los miles de relatos no reproducen los estremecedores gritos de las víctimas que era ya imposible ayudar de alguna forma; no muestran los cuerpos quemados llenos de ceniza y tierra revolcándose en indescriptible agonía; los espasmos de dedos supurantes sacudiéndose como única expresión de agonía; la búsqueda de agua de” cosas” que momentos antes eran humanos.

Las palabras no pueden comprender el abrumador, asfixiante y nauseabundo olor, no de los muertos sino de los muertos-vivientes.

Extracto del libro: Zero! The story of Japan´s Air war in the Pacific 1941-45

Mezclaron cenizas con sustrato de volcanes, tsunamis (palabra japonesa), terremotos, sangre y disciplina. Construyeron lo que desde hace varias décadas es un modelo de éxito descrito, por asombro y necesidad, en el famoso artículo de Harvard Business Review llamado Behind Japan´s Success. Los americanos de los 80 estaban pasmados por el crecimiento económico japonés, así que trataban de explicárselo:

Tomar la competitividad en serio

Los autos japoneses invadieron el mundo con calidad superior, junto con una serie de productos clave que van desde electrónicos hasta instrumentos de medición. Hoy los coreanos siguen esa misma filosofía con grandes resultados. La pregunta que se realizan los japoneses siempre es: ¿Cuál es la posición competitiva de Japón en determinado mercado mundial? Y una vez contestada, superan las expectativas.

Tener en cuenta primero el interés nacional

La descarada ambición, la búsqueda insolente de dinero, la cuasi perfecta organización y extremo poder de asociaciones, gremios y grupos industriales o políticos, y el aparato despiadado de intenciones egoístas propias del japonés (y del humano) … todo… todo ello… si realmente quiere tener una influencia en el japonés de a pie o en el más grande empresario o político, debe ajustar su propio interés en un marco de necesidades, aspiraciones y metas nacionales. La pregunta que primero se hacen siempre y ante todo es: ¿Cuál es interés nacional? Y de ahí parten.

Hacer que las relaciones externas sean importantes

Peter E. Druker analiza al respecto:

La gente de puestos superiores pasa su tiempo sentado, bebiendo tazas de té verde, escuchando, haciendo algunas preguntas, luego sentado un poco más, bebiendo más tazas de té verde, escuchando, haciendo algunas preguntas más. Se sientan con las personas de sus propias industrias, proveedores, comerciales, gerentes de las filiales. Se sientan con personas de primera línea de otras compañías.

Se sientan con gente de los bancos, con altos burócratas de los diversos ministerios, con gente de sus propias compañías en las fiestas después de horas en los bares de Ginza. Se sientan en media docena de comités en media docena de federaciones económicas e industriales. Se sientan y se sientan y se sientan.

En todas estas sesiones no necesariamente discuten negocios, seguramente no su propio negocio. De hecho, para un occidental su conversación a veces parece bastante inútil. Se extiende lejos, o lo que parece, pasando de cuestiones de política económica a preocupaciones personales, de las preguntas y problemas del otro compañero a los temas del día, de las expectativas para el futuro a las revaluaciones del pasado.

Su objetivo, por supuesto, no es resolver nada sino establecer una comprensión mutua. Cuando hay un problema, uno sabe a dónde ir. Uno sabe lo que la otra persona y su institución esperan, lo que pueden y lo que harán, y lo que no pueden o no harán.

Cuando llegan las crisis o la oportunidad, estos asistentes inmóviles son capaces de actuar con asombrosa velocidad, decisión y, a veces, crueldad, porque el propósito de toda esta sesión no es producir mutuo acuerdo. Es para producir una comprensión de por qué uno no quiere a otro, no está de acuerdo, o no confía.

No buscar la victoria final sobre los oponentes con los que aún hay que vivir

Si bien Sony y Panasonic; o Sumitomo Mitsui Bank y Fuji Bank; o Mitsubishi y Toyota tienen una competencia despiadada, buscan terreno en común en sus tratos, tienen mucho cuidado de no dañar los intereses comunes, y para ello es útil el punto anterior. La comprensión recabada en tanta sentada tomando té.

Para quien en este momento se esté diciendo: “¡Pero es cultural! Nosotros no somos así… ellos son diferentes y nuca vamos a ser así”, quiero decirles que los mexicanos somos muy parecidos a los japoneses, pero en un estadio anterior.

La filosofía ganadora que se expuso en los cuatro puntos anteriores fue propuesta por el empresario, banquero y filósofo de negocios Eiichi Shibusawa (1840-1931) y fue completamente ignorada por muchos años. Prevalecía otra más atractiva y tentadora. La filosofía pragmática e imperialista de Yataro Iwasaki (1834-1885), el fundador y constructor de Mitsubishi.

Un millonario tipo JP Morgan o Rockefeller que levantaba admiración y era emulado por los empresarios, políticos y militares. Una suerte de Donald Trump en los 80, o “tropicalizado” a México, un Carlos Slim. Grandes en poder y dinero, sí… inteligentes en los negocios familiares, sí… Pero ¿hacer negocios anteponiendo el interés personal al nacional? Eso sonaba para Iwasaki una fantasía utópica, algo completamente irreal ¡y también para el resto de los japoneses! Como si hoy mencionásemos que en México se puede aplicar.

En Japón reinó la injusticia por mucho tiempo. Existe una larga historia de relaciones violentas entre subordinados y superiores en Japón. En la década de los 20, “Japón tenía las peores, más perjudiciales y violentas relaciones laborales de cualquier país industrial del mundo”. Druker subraya lo poco tradicional que es para los japoneses pensar tan cooperativamente como hoy:

Durante los 150 años antes de que el Japón moderno naciera en la Restauración Meiji de 1868, las relaciones entre los señores y sus reclusos militares, los samuráis, por un lado, y la mano de obra campesina por el otro significaban al menos una sangrienta rebelión campesina por año. Hubo más de 200 rebeliones durante el período, cada una de ellas suprimida de la misma manera.

“Gobernar por medio de asesinato”, en lugar de un cuidadoso intento de encontrar un terreno común, siguió siendo la regla para las relaciones entre grupos competidores en los años treinta. Tampoco es pura coincidencia que la violencia estudiantil y el terrorismo comenzaron en Japón en la década de 1960 y tomaron su forma más extrema allí. Si es significativo hablar de una tradición cultural japonesa, la violencia y la guerra intestina son tanto parte de ella como la búsqueda de la armonía y la reciprocidad de interés.

Sólo hasta que se perdió la guerra, y con ello la humillación, la destrucción casi total y el terror abrumante de la bomba atómica, fue que los japoneses voltearon a las ideas “idealistas” de Shibusawa. Sólo entonces se preguntaron:

“¿Cuáles son las reglas apropiadas para una sociedad moderna compleja, una sociedad que debe participar en una economía mundial competitiva?”

Aprender de la muerte y de los de afuera

Las ideas de Shibusawa que transformaron a la identidad japonesa y que tanto admiramos, probablemente no son todos originales de su cultura.  Druker subraya que tienen inspiración en pensadores alemanes y estadounidenses del 1900 e inclusive en Maquiavelo. Recordemos la europeización que vivió Japón voluntariamente ante la conciencia de desventaja científica e industrial en la llamada Restauración Meiji.

El emperador Meiji en 1873.

Coronel Porfirio Díaz en 1861.

Octavio Paz escribió en El laberinto de la soledad “Nuestra vida es un diario aprendizaje de la muerte.” En este proceso doloroso hemos aprendido y nos hemos transformado. Los mexicanos estamos volteando a ver ideas y pensamientos que nos regeneren. Presenciamos el terror y nos despierta a opciones que brotan en signos con las manos y cánticos de guerra.

La pasión desborda y la unión se hace presente. El mexicano cambió no porque no haya vivido anteriormente desastres naturales grandes, incluso terremotos más devastadores. La faz del mexicano cambió porque se dio cuenta de manera más gráfica del poder de estar completamente conectados. Del poder de los social en comunicación intensiva. El post minuto a minuto convertido en el segundo a segundo, el panóptico social hecho realidad con la implícita distorsión de la mente humana y sus juicios, complejos, ironías, lágrimas, y también verdades.

El terror cambió todo… pero es el terror abarcador magnificado por los medios tradicionales y por los embebidos en las yemas de nuestros dedos. Dedos que como en telepatía transmiten a los demás imágenes y sonidos acompañados de una opinión o sentimiento.

Eso es lo que cambia todo, porque se conformó una opinión pública de unión, de cooperación ante el desastre, de esperanza, y organización ante el dolor causado por la caída de obras en el corazón de nuestra identidad; la gran Tenochtitlán bajo ataque de la naturaleza.

La desinformación y la información parcial comunicada a la velocidad de la luz es el moderno equivalente del punto 3 de la filosofía japonesa:  Hacer que las relaciones externas sean importantes. Las redes sociales son nuestra forma de tener interminables sentadas y reuniones para tomar té.

Todos opinan, mienten, verifican, solicitan, critican, y participan. Nos reconocemos en esa diversidad que se vuelve apabullante y a veces nauseabunda. Prevalece lo importante, con esa forma incomprensible nos acabamos conociendo mejor y a la par un monstruo despierta, un monstruo que es benigno y siempre poderoso: la juventud.

El despertar de los millennials

No es novedad que los jóvenes son la esperanza de la humanidad y sus despertares en la historia siempre cambian la faz de la tierra. En septiembre de 2017 los vicios se volvieron virtudes. En su particular estilo y con sus herramientas adaptadas a la actualidad, los millennials lograron unirse en una masa más organizada que caótica; más voluntariosa que fingida para la foto y la moda; más constructiva en su palabra que destructiva; y lo mejor: aun cuando hubo una parte que sí fue caótica, fingida para la foto, y destructiva en su palabra… aun esa parte se volvió funcional.

Como el neurótico que sirve para guardia, o el psicópata que sirve para encontrar asesinos, así los propios defectos de la generación sirvieron para construir una voluntad. Uniendo géneros, credos, niveles socio económicos y preferencias sexuales, en un solo brazo de bronce y en una sola voz.

La inteligencia de los mexicanos

Si la pasión surgió, fue por la inyección de adrenalina que nos puso la tierra en el corazón. Si nos conocimos y reconocimos mejor como gran nación, fue por la comunicación que antes hubiésemos llamado sobreinformación o desinformación.

Pero si lo que queremos es aprovechar esto como una oportunidad, como lo hizo Japón en su momento aun doliente por la catástrofe nuclear y la perdida de todo. Entonces, los mexicanos debemos de hacer lo que Octavio Paz dijo alguna vez: Pensar.

Volteemos a ver lo que parecía imposible, como cuando los japoneses voltearon a ver a Shibusawa

La trasformación de la clase política y empresarial

La primer gran victoria de esta hecatombe es que los partidos no desestimaron la opinión pública. Acostumbrados a la piel gruesa del mexicano ante robos a despoblado, ante malas administraciones que han profundizado la pobreza extrema, ante narco políticos, y ante un sinfín de figuras surrealistas-cubistas que a ojos de extraños se ven como intolerables, pero ante los nuestros como “propias del mexicano” …. aun ante esa costumbre del dejar pasar, el mismísimo político, también sufrió el terror. ¿Por el temblor? ¡No! Él político ha matado a más mexicanos con vacunas inexistentes y programas sociales falsos.

El temblor por sí solo no lo espantó. Fue porque vio al pueblo unido. La exigencia de renunciar un porcentaje (a favor de los damnificados) del absurdo presupuesto para elecciones (25,000 millones de pesos para 2018) que ni los partidos de países desarrollados con el PIB tres veces más grande tienen (como Reino Unido 2,733,600 pesos para elecciones en 2010 o Francia 2,285,725 pesos para elecciones en 2012) fue al menos considerada. No ha sido aplicada, pero si tomada en cuenta con cierta seriedad y miedo.

El miedo transforma también a otros que se encuentran arriba. Así sucedió en Japón, los empresarios codiciosos, seguidores del estilo “Mitsubishi”, cambiaron. Antepusieron el interés nacional al particular, y fue así como realmente nació ese nuevo gran país. Que, por cierto, no tiene ni una décima parte de nuestra riqueza natural (dicho por ellos mismos). Hoy, es admirable su desarrollo… siendo simplemente el interés nacional ante todo, la principal palanca con lo que mueven el mundo a su favor.

Políticos y empresarios mexicanos que se pregunten con sinceridad: ¿es ante todo de interés nacional lo que estamos haciendo?, serán los que nos pongan en otro estadio.

Poesía y pensamiento

Sigamos pensando y construyendo, de nuestra amada tierra nace la prueba, y de ella misma las bendiciones. Nuestros pensantes, nuestros “Shibusawas“, vuelven a declamar y sus voces renacen para decirnos con inteligencia cuál es el camino.

Apreciar lo mexicano está de moda, y nuestra cultura, y nuestro himno… ahora escuchemos nuestros propios poemas y pensemos para que todo ello se convierta concretamente en algo que nos transforme de fondo, creando una tendencia, un sentimiento y entendimiento profundo.

Pensar es respirar. Retener el aliento,
detener la circulación de la idea:
hacer el vacío para que aflore el ser.
Octavio Paz

Demos la bienvenida al cambio, y hagamos de esta una nueva identidad… construyamos un nuevo país usando el sustrato (ser) de guerreros que saben amar los tesoros de su patria, y sobre todo… al hermano.

Amo el canto del cenzontle,
pájaro de las cuatrocientas voces.
Amo el color del jade,
y el enervante perfume de las flores,
pero lo que más amo es a mi hermano,
el hombre.
Nezahualcóyotl

¿O necesitamos esperar que nos caiga una bomba?

autor Conferencista, profesor y consultor en persuasión e imagen pública.
Comentarios