La nueva competitividad para lograr un mundo mejor
Competir se ha vuelto inherente al mundo, y en el deporte se ve claramente cómo se vive la competitividad para lograr un mundo mejor.
Por la Maestra Liza Monroy Ortiz*
En el mundo empresarial todos hemos escuchado sobre Adam Smith (1723-1790), filósofo escocés que sostenía que el éxito económico de un país dependía de tres cosas: Los intereses propios de su gente, la capacidad de competir y el respeto por el libre funcionamiento del mercado. Este planteamiento es un antecedente claro de lo que seguimos llamando competitividad; ver por uno mismo es la fuerza impulsora de la producción.
Desde pequeños aprendimos a competir, a ser los mejores en calificaciones, en algún deporte o concurso. Nos entusiasmaba ser ganadores y no perdedores. Es el mensaje que hemos recibido de la sociedad capitalista en la que vivimos, sirve destacar, lograr tener éxito y ser alguien.
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Competir se ha vuelto inherente al mundo, y en el deporte se ve claramente cómo se vive la competitividad. Los deportistas que admiramos generan ciertos patrones de lo que nos gustaría ser o tener. Pero también se viven brechas, incluyendo la brecha salarial entre hombres y mujeres, racial, religiosa, entre otras, son parte de lo que aún tenemos que trabajar para las siguientes generaciones.
En el mundial de futbol soccer femenil que concluyó en julio, la Selección de Estados Unidos logró ser la campeona mundial, y el evento superó el alcance de audiencia en su historia. Fue una muestra de buen atletismo y deportividad hecha por mujeres para el mundo.
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Lo mejor fue el discurso que la jugadora e ícono del equipo estadounidense, Megan Rapinoe, dio al mundo desde Nueva York. Una mujer exitosa en lo que hace, es líder y base fundamental de su equipo, es competitiva. A pesar de tener la oportunidad de hablar sobre inclusión o la brecha salarial en el futbol, quiso aprovechar la ocasión para compartir algo más, que hiciera pensar a todos, sin importar sexo, religión o preferencias partidistas; afirmó: “Es nuestra responsabilidad hacer de este mundo un lugar mejor…Tenemos que colaborar y lo debemos hacer todos. Es lo que pido a todos, haz lo que puedas, lo que tengas que hacer. Sal de ti mismo y se más, se mejor y se más grande de lo que has sido antes”.
Dijo algo que para muchos puede sonar utópico e idealista: crear un mundo mejor. La historia mundial muestra que los grandes desastres sólo se pudieron superar con la suma de esfuerzos, construyendo soluciones en unidad, entre hombres y mujeres, ricos y pobres, poderosos y desvalidos y si lo tenemos presente, podemos verdaderamente encontrar soluciones.
Estoy convencida que todos, desde nuestro rol en la sociedad, influimos en otros. Desde ahí podemos cambiar muchas cosas. Nuestra integridad, responsabilidad, atención a los detalles y compromiso, van impactando a otros, y repercuten en mejorar nuestro entorno y, detona la nueva competitividad que necesitamos para un mundo mejor.
El libro Lo
que sí podemos hacer, incluye historias de lo que algunos mexicanos ejemplares,
han hecho para atender un problema de nuestra sociedad; se centra en que todos logremos
identificar un problema en el que podamos colaborar y así, contribuir a su solución.
Sabiéndonos capaces de hacerlo y poniéndolo en práctica, empezamos a vivir más
esta nueva competitividad, y
enseñarla a otros, va generando un efecto positivo en cadena que permitirá
mejorar los problemas que hoy nos quitan el sueño.
Ya lo dijo John Nash, premio nobel de Economía en 1994 corrigiendo a Adam Smith “… el mejor resultado es el producto de que todos los miembros del grupo hagan lo mejor para sí mismos y para el grupo”.
Liza Monroy Ortiz es profesora de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana*
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