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Opinión

Ha llegado la hora de luchar para extirpar la corrupción

27-08-2019, 7:46:11 AM Por:
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La única manera de salvar la democracia en México es a través de una lucha por extirpar la corrupción y la impunidad que existen

Decía el escritor y político irlandés del siglo XVIII, Edmund Burke, que el mal triunfa cuando los buenos han decidido no hacer nada. Y hoy, casi tres siglos después, esta reflexión se manifiesta como una realidad. Cualquier país desarrollado cuenta con una clase empresarial que cree, practica y participa de la democracia. En esas naciones se sabe y se tiene conciencia de que la corrupción es el cáncer y principal origen de muchos de los problemas que no dejan despegar a otros países que supuestamente tienen todo para ser democracias consolidadas y regímenes confiables en el contexto internacional. 

Hoy, lo que se vive en México no solo es un problema de gobernabilidad y credibilidad, sino el resultado de años de impunidad en todos los órdenes, desde el nivel más doméstico hasta el más encumbrado política y empresarialmente hablando. Suponer que el narcotráfico, el crimen organizado, el tráfico de influencias y la corrupción al menudeo no tienen nada que ver con la situación de ingobernabilidad y crisis de confianza que prevalece en nuestro entorno es un tanto ingenuo.

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En otros países, por ejemplo, cuando algún ciudadano es asaltado, es motivo de noticia y de asombro; en México, ni los miles de muertes de los últimos meses y años estremecen a las autoridades ni a la conciencia ciudadana. Cuando una sociedad ya no se asombra de su propia podredumbre es que algo muy grave está sucediendo. Pero más grave que ello es que esa misma sociedad no identifique o relacione sus propias conductas como la causa inmediata o remota más importante de ese deterioro y descomposición en el sistema. 

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En la espiral de la corrupción e impunidad en nuestro país, tanto autoridades, como políticos y liderazgos sociales han caído en el garlito del análisis por los efectos, pero no han ido un poco más allá y preguntarse por las causas. Es cierto, vivimos un grave problema de impunidad, pero no solo es un tema de corrección del comportamiento disfuncional de cualquier miembro del sistema económico, político y social, sino que también es un tema de cultura de legalidad. Es verdad, la sociedad común en general no es culpable de asesinatos, asaltos y secuestros; no, no es culpable, pero ciertamente sí somos corresponsables de la situación: dejamos crecer el mal a una dimensión que hoy se vislumbra incontrolable.

En ese contexto, quienes lamentablemente no muestran un protagonismo relevante, entre otros muchos actores, son las élites política y empresarial.  Pareciera que no han entendido que en nuestro proceso de transición ellos y sus respectivos círculos de poder son fundamentales para consolidar nuestra democracia. 

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Probablemente, muchos de ellos no estén conscientes de la importancia que conlleva su participación en este proceso, no solo de la resolución de los problemas más inmediatos, sino también en esa construcción institucional de mayor alcance para nuestro país. Dejar que otros construyan o reconstruyan ese entramado institucional es abdicar de la responsabilidad social que los tiempos exigen de cada uno de nosotros.

No dejemos que intereses mezquinos y corruptos vuelvan a destrozar el futuro de este país. Hoy, los problemas de México no solo se suscriben a los partidos políticos, a los gobiernos locales y federal, sino a todos los actores. Todavía es tiempo de alzar la mirada, pensar en la siguiente generación, extirpar la corrupción y, ahora sí, entre todos pactemos y definamos generosamente qué país pensamos dejar para la siguiente generación, y no solo para la siguiente elección.

Creíamos que la democracia ayudaría a combatir la impunidad y la corrupción, y hoy pareciera que está en riesgo nuestra democracia, precisamente por la impunidad y la corrupción. Si queremos salvar nuestra democracia, comencemos los demócratas por extirpar la corrupción.

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Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel

autor Profesor de Entorno Político y Social del IPADE. Ha sido consultor de organizaciones, gobierno y empresas.
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