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Opinión

¿Cómo funciona la estrategia anti-partido del populismo?

08-07-2019, 9:10:16 AM Por:
© Especial

El populismo suele partir del descontento social que se tiene en contra de los partidos políticos, por lo que se construye como un movimiento anti-partidos

El populismo de derecha o de izquierda, de Europa, de Estados Unidos o de Latinoamérica tiene un denominador común: es un movimiento anti-partidos que explota y enarbola el descontento de la población en contra de sus partidos políticos tradicionales.

El descontento puede ser por diversas razones como la inmigración, el desempleo, la competencia global, la pérdida de identidad nacional, la corrupción, la cofradía con élites económicas o la simple sensación de que “los partidos ya no me representan“.

Los políticos populistas golpean a los partidos -de izquierda, derecha o centro- y se posicionan como una solución ciudadana que sí representa los verdaderos intereses de “la mayoría silenciosa”, como diría Donald Trump; del “pueblo” en Francia; o el “pueblo bueno” con Andrés Manuel López Obrador. Los enemigos son los políticos de Washington o “la mafia del poder”.

Las encuestas en México indican que, aunque AMLO vaya perdiendo puntos de aprobación en lo personal, el rechazo hacia los partidos tradicionales -PRI, PAN, PRD- se ha mantenido. Los mexicanos siguen creyendo que Morena es una especie de anti-partido.

En México el descontento no es contra la inmigración, contra el desempleo o contra la globalización, ya que nosotros somos benefactores de la globalización y de la emigración.

El descontento es básicamente contra la corrupción, la inseguridad y el mal gobierno. En la corrupción se agregan no sólo a los políticos sino a algunos empresarios poderosos que se valen de sus contactos con el gobierno. Es contra la “mafia del poder” en donde agregan a los medios de comunicación.

No importa que los políticos tradicionales ahora militen en Morena, no importa que la economía de compadres sea mucho más amplia; no importa que algunos de esos compadres sean los líderes sindicales de la CNTE, de PEMEX o de la CFE.

En el tema de inseguridad poco importan los análisis estructurales o sistémicos, para muchos mexicanos la inseguridad es una consecuencia exclusiva de la corrupción.

En el tema de mal gobierno, el mexicano se preocupa menos por los costos de la ineficacia o de los malos servicios públicos y se centra, de nueva cuenta, en la corrupción. Todo es culpa de la corrupción.

Así se ha vendido Andrés Manuel, como un anti-político austero y honesto que con su sola presencia cambiará todo y, por el momento, parece no importar mucho que esté socavando la confianza de los inversionistas, las buenas prácticas económicas, la propia transparencia, los servicios públicos y las instituciones democráticas gubernamentales o sociales.

Ese es el simplismo del populismo como estrategia de venta: “todo el mal se ubica en los partidos políticos y el nuestro no es partido, es la voz del pueblo, por ello debes votar por mí“.

Donald Trump se apoderó del partido Republicano, AMLO creó el suyo. Los populistas juegan a la democracia con el anti-partidismo y, mientras no surja un descalabro fuerte o una tercera alternativa opositora realmente ciudadana, el populismo no es moda, ni tampoco depende del populista en turno; es una tendencia social de quiebre que logra el apoyo de una buena parte de la población y crea una sensación de renovación en el sistema político, aunque la renovación sea un retroceso.

El populista es tan político como cualquiera, vende ilusiones y cosecha poder, pero lo hace bajo el manto de que él no es político y que su partido es un anti-partido, y el pueblo bueno, en su descontento, se lo compra.

Lee: El populismo que amenaza al mundo

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel

autor Director y fundador de Semáforo Delictivo.
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