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Opinión

¿Coletazos de un dinosaurio?

16-03-2021, 6:10:00 AM Por:
© Especial

Aquel dinosaurio del que nos burlábamos con gozo se ha apoderado de nuestras vidas.

Macario Schettino nos comenta que estamos en una peligrosa era en donde predominan las emociones y no las ideas. Este ciclo histórico de irracionalidad nos genera malas decisiones en política y economía.

Ricardo Pascoe lo elabora desde otro ángulo. Vivimos un coletazo del dinosaurio totalitario que creíamos extinto en México. El coletazo se dio en el afuera con una fuerza política que se disfrazó de izquierda liberal, y que ha resultado ser más totalitaria y retrógrada que el viejo PRI. Pero, el coletazo también se dio en el adentro, con el anhelo de mucha gente de creer en una utopía de soluciones simples, irrealizables y, por ende, peligrosas.

Las dos posturas nos ayudan a entender el momento. Antes de la elección del 2018 no había mucha euforia electoral. En las redes sociales había desánimo y desconfianza que se reflejaban en frases como “todos los políticos son iguales”, “de nada sirve votar”, “los políticos no nos representan”.

Eso cambió en el 2018. Morena logró colocarse como una fuerza política novedosa y fresca que canalizaba el desánimo para convertirlo en acción y votación, a pesar de sus vetustos y curtidos representantes.

Acostumbrado a ser crítico, en mi labor editorial desde 1986 y activista a favor de la paz, desde el 2012, de repente me sentí como aquél vecino que defiende a una mujer de los golpes de su marido y acaba siendo golpeado por ambos, o peor aún, como ciudadano que defiende a otro de los abusos de la policía y pronto descubre que hay una gran masa ciudadana apoyando al policía abusivo y dispuesta a lincharme.

El fenómeno no es nuevo ni es exclusivo de México. Los populistas son hábiles en mover a las masas con ira, soluciones mágicas, división y propaganda, pero supuse, ingenuamente, que los mexicanos teníamos suficiente experiencia y malicia como para no confiar en el poder político, para exigirle cuentas, para cuestionarlo en público y en privado.

Curiosamente, sin embargo, desconfiamos más de la política que de los políticos en lugar de hacer lo que hacen los países más exitosos: Confían en el sistema y desconfían de los políticos.

En nuestra página de Facebook, Semáforo Delictivo, los más de 400 mil seguidores suelen ser muy activos. A nosotros nos gusta tocar temas controversiales con libertad y racionalidad. Tratamos de no caer en clichés ni en insultos porque se acaba el razonamiento. El humor, la ironía, las razones y los datos siempre han sido nuestras herramientas. Tampoco nos gustan los absolutos porque la vida está llena de matices y contextos.

Explicar la importancia de la regulación de drogas como estrategia de paz nunca ha sido fácil, pero nos curtió en entender que no todo mundo quiere escuchar, mucho menos cambiar su postura, y que hay procesos largos que requieren de mucho dolor para ser comprendidos, tanto, que ni las 28 mil ejecuciones anuales de narco-mafias nos motivan a experimentar la regulación de las drogas.

Conocíamos la defensa emocional de los ciudadanos hacia un político en el poder en las épocas del panismo rabioso en Nuevo León, y más tarde, con la ilusión del Bronco en sus primeros años de gobierno. Era imposible dialogar con cualquiera de sus seguidores y contradecirlos, se consideraba una traición y una irreverencia. Y no me refiero a gente con poca educación o poca inteligencia, quienes se quedaban mirando al infinito cuando yo les decía: “Se entrega el voto, no la cabeza…”; bueno a veces usaba otra parte de la anatomía.

El dinosaurio siempre habita en nuestras mentes y corazones. Siempre estamos dispuestos a ser engañados una vez más cuando caemos en la simpleza de anhelar soluciones totales.

Ricardo Pascoe lo advierte más o menos así: El progreso no se construye en un momento ni por un hombre, ni de manera absoluta, es el cúmulo de experiencias de todos. Buscar soluciones viables para no caer en las peligrosas utopías mágicas que nos venden los totalitarios y que a veces compramos. Es decir, siempre debemos estar en guardia contra nuestro propio dinosaurio.

A mí me gustaba más ese México incrédulo, malicioso, sospechoso y vigilante del poder que teníamos antes. No me gustaban los excesos derrotistas, ni los aburridos clichés, ni las críticas absolutas, pero sí su humor. Buen humor que hemos perdido y que urge retomar porque el humor nos acepta como humanos. Un buen meme, una buena sátira política, una buena ironía siempre resuelve la paradoja y la limitación, y siempre será un buen antídoto contra la propaganda política del dinosaurio, propio y ajeno, porque hoy, aquel dinosaurio del que nos burlábamos con gozo se ha apoderado de nuestras vidas.

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja únicamente la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel.

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autor Director y fundador de Semáforo Delictivo.
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