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Opinión

Carácter y ética, requisitos indispensables en el directivo actual

21-11-2019, 6:25:20 AM Por:
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El enfoque a resultados ha hecho que muchos CEO y directivos se concentren en el resultado final, y pierdan de vista la formación propia y de sus colaboradores.

Por MBA Eulalio González Anta*

Volátil y caótico son palabras que bien pueden definir al entorno empresarial de hoy en día. El directivo —entendido como el responsable de toda una organización o de una parte identificable de ella— (o CEO, por sus siglas en inglés) se enfrenta a una volatilidad interna y externa en su actuar diario.

De hecho, Mintzberg[1] argumenta que los directivos trabajan a un ritmo implacable, realizando actividades que se caracterizan por la brevedad, la variedad, la fragmentación y la discontinuidad, pero orientados a la acción.

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Carlos Llano[2] plantea que el directivo debe modificarse, es decir, trabajar en la formación de su persona, lo cual se traduce en la formación de su inteligencia, para que sea clara; en la formación de su voluntad, para que sea firme; para luego conjugarlas armónicamente con sus sentimientos y entonces lograr la formación de su carácter. Por ello, la mejora de las organizaciones se identifica con la mejora del carácter de quienes las dirigen.

La inteligencia es la facultad matriz del hombre, de ahí el especial cuidado que se debe poner en su formación. Se le considera facultad matriz porque todas las potencias o facultades presuponen la inteligencia; incluso la formación de la voluntad presupone la de la inteligencia, aunque se dará un círculo virtuoso, ya que la inteligencia no adquirirá un genuino desarrollo más que en la medida en que la voluntad la impulse con decisión.

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No se debe entender que la posesión del conocimiento implica mayor inteligencia, de hecho es un error. Esto no quiere decir que el directivo no deba incrementar sus conocimientos, sí lo debe hacer, pero con un sentido formativo, no acumulativo. Lo que le hará formar su inteligencia será el aprender a pensar, y esto se dará cuando sea capaz de descubrir, generar, entender y conectar por sí mismo unos conocimientos con otros para leer la realidad.

En última instancia, la formación de la inteligencia le permitirá al directivo contar con un criterio para discernir si sus conocimientos son o no verdaderos, pues la inteligencia se enfoca en el conocimiento de la verdad.

Por la voluntad, el hombre se encuentra capacitado para tender al bien aprehendido por el entendimiento. La formación de la voluntad es adquirir el convencimiento de que su causa eficiente es la voluntad misma, lo que significa que nadie puede hacer que uno quiera lo que no quiere. La voluntad es inviolable e inaccesible a otros. El directivo debe entender esto para sí mismo y para los demás, es decir, el hombre puede ser obligado a hacer algo, pero no puede ser obligado a quererlo a menos que él mismo lo quiera.

Por lo anterior, el directivo debe tener cuidado de no caer en los actos de manipulación, que pueden definirse como los procedimientos en los que se apela a las bajas pasiones del hombre para que alguien actúe en el rumbo que le interesa al manipulador. Por eso, los que siguen las meras tendencias son presa fácil de la manipulación.

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El carácter es la cualidad humana por la cual las potencias o facultades superiores -inteligencia y voluntad- predominan sobre las inferiores, es decir, sobre los apetitos sensibles: los sentimientos, las emociones y las pasiones.

Un directivo será falto de carácter si se deja llevar por la sensación de los sentidos y por las tendencias sensibles que de ellos se derivan y, por lo tanto, no facilitará la convivencia con los demás, poniendo en riesgo la estabilidad de la organización. De esta manera, el carácter de un directivo se puede definir como su forma de ser y actuar: interna y externa, derivada esencialmente del uso de su inteligencia y de su voluntad, por encima de sus impulsos sensibles. Por lo que deberá trabajar en fortalecer su claridad de pensamiento y su firme querer.

Hay que entender al actuar directivo como un servicio y, luego, concebirlo como una actividad que inicia en el concepto de hombre. Sin desatender los aspectos técnicos de ese servicio, se debe atender más a los aspectos humanos, poner atención en la persona que sirve y en la persona destinataria del servicio. Si algo se puede echar de menos en cualquier actividad mercantil es el concepto primario, natural y verdadero del ser humano.

Atender a la persona es atender a la ética, lo cual implica poner atención en esas cualidades o virtudes que conforman su carácter. La empresa es el lugar en el que se desenvuelve la mayoría de los hombres y mujeres durante la mayor parte de su vida, por lo que sería paradójico que no procurara formar el carácter de ellos y, más aún, de sus directivos, ya que el trabajo de toda organización tiene en el carácter de sus colaboradores, el sustento de su eficacia y perdurabilidad.

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El enfático enfoque a resultados que se vive hoy día en las organizaciones, ha hecho que muchos de los altos mandos se concentren en el resultado final, y pierdan de vista la formación propia y de sus colaboradores.

¿Y tú, tienes un plan para la formación de tu carácter que te permita mejorar y desarrollar a tus colaboradores cercanos?

Lee: Los CEO también lloran; aumenta rotación de directivos a niveles nunca vistos


[1] Mintzberg, Henry. Managing. Norma 2009.

[2] Llano Cifuentes, Carlos. Análisis de la Acción Directiva. Limusa 2008

*Eulalio González Anta es director de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana, campus México.

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel

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