Niñez migrante: el desafío educativo y psicológico de México

Existen fuertes retos educativos y psicológicos ante el problema de los niños migrantes, que deben adoptarse en los estados receptores de migración.
Por Dra. Karla Díaz López*
Menos del 20% de la población total de niños, niñas y adolescentes (NNA) migrantes internos asiste a la escuela, de acuerdo con la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) en 2022. Este grupo de población es el más excluido del sistema educativo nacional. Dado el incremento en el flujo migrante interno y externo en México en los últimos años, son decenas de miles de niños los que están quedando sin acceso a la educación, lo que les acarrea efectos para el resto de su vida.
Al revisar las cifras nacionales, nos encontramos con miles de alumnos que pertenecen a esta categoría. Tan sólo en Baja California, las escuelas públicas atienden a alrededor de 30,000 menores migrantes, estos números son extraídos del Programa Binacional de Educación Migrante.
Asimismo, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Migración (INM), tan solo de enero a junio del presente año, se registraron 102,217 eventos de devolución de mexicanos desde Estados Unidos, de los cuales 88,480 fueron niñas, niños o adolescentes. La Frontera Norte de México es por tanto netamente receptora de inmigrantes, y es aquí donde se está enfrentando el problema.
¿Infancia es destino?
Desde siempre el ámbito educativo se ha distinguido por su complejidad y por la diversidad de desafíos que de este emanan. En buena medida, tal complejidad resulta de los contextos en los que tienen cabida los procesos de enseñanza-aprendizaje, y desde los cuales los principales agentes educativos –familia, docentes y estudiantes– desempeñan sus roles.
Cuando hablamos de los contextos educativos, aludimos al conjunto de elementos que suelen favorecer o representar un obstáculo en los procesos referidos. Como variables contextuales cabe mencionar: nivel socioeconómico, comunicación y estructura familiar, condición, hábitos de estudio, trayectoria académica, clima e infraestructura escolar, desempeño docente, liderazgo directivo y consumo cultural.
Además de las variables contextuales, se encuentran las etapas de desarrollo. En la infancia se constituyen y afianzan los aprendizajes tanto en el ámbito de lo intelectual como en lo social. En sí, esta etapa es decisiva para los años ulteriores, ya que de manera notable se finca el armazón psicológico que configura nuestra personalidad. Así pues, en los sistemas educativos por lo general la infancia abarca el nivel educativo básico: preescolar, primaria y secundaria.
En el contexto mexicano, uno de los fenómenos educativos de mayor complejidad –ya que demanda una alta flexibilidad y adaptabilidad–, es la atención educativa al alumnado en situación migrante. Desde hace más de cinco décadas el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), tiene como primordial función atender a los menores de este grupo poblacional, llevando la educación pública directamente a donde se encuentran, asumiendo el reto de ajustar el proceso formativo para satisfacer sus necesidades desde un enfoque inclusivo, de manera pertinente y afectiva, basándose en la colaboración y el diálogo.
En el artículo tercero constitucional se estipula la obligación del Estado mexicano de garantizar el derecho a la educación, así como de priorizar el interés superior de NNA y jóvenes ‒con énfasis en los sectores en situación de vulnerabilidad‒. Por tanto, es urgente y apremiante reforzar las políticas públicas en la materia, no sólo para garantizar su acceso, permanencia y participación en los servicios educativos, sino también para que sean pertinentes y respondan a sus necesidades.
He aquí el evidente reto educativo, ya que el derecho a la educación de la niñez migrante hoy por hoy se encuentra en riesgo. El sistema educativo tendría que reconocer su deuda histórica y propiciar el desarrollo de programas, el trabajo intersectorial, la formación de docentes en las comunidades receptoras y en las expulsoras, así como dar cuenta de lo que sucede hoy con estas familias.
Los niños y niñas migrantes son sujetos de exclusión y precariedad social, lo que a su vez acarrea complicados retos en el ámbito personal y psicológico, partiendo de que la migración constituye tanto una forma de vida como una alternativa de sobrevivencia. La migración conlleva dificultades en cada una de sus etapas: tránsito, estancia y regreso a la comunidad de origen, que suele derivar en dinámicas familiares inestables, que a su vez generan un impacto emocional negativo: ansiedad, inseguridad, preocupación y miedo.
Por lo tanto, el reto está en fortalecer las estructuras educativas debe incluir también la esfera es del carácter socioafectivo. Es crucial y apremiante invertir en la educación de la niñez migrante, antes de que pierda la etapa más importante en su formación.
*Karla Díaz es profesora e investigadora. Coordinadora académica de la Maestría en Educación de CETYS Universidad Campus Internacional Ensenada.
Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja únicamente la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel.
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