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De Opinión

Dos escenarios para la sucesión presidencial de 2018

19-01-2016, 9:52:00 AM Por:
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Tratándose de la carrera por la presidencia nunca es muy temprano para lucubrar. El analista político nos presenta a los candidatos que se perfilan.

En los largos años de presidencialismo, cuando el titular del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión, en su condición de jefe real del partidazo, escogía a su sucesor, las oposiciones contribuían, con la postulación de candidaturas testimoniales, a dotar de una fachada democrática al régimen. Don Adolfo Ruiz Cortines justificaba así ese privilegio: “Corresponde al presidente de la República la grave responsabilidad de interpretar lo que quiere el pueblo de México”.

Durante décadas el proceso sucesorio siguió algunas reglas no escritas. La primera: solo aspiraban los miembros del gabinete. La segunda, como decía Fidel Velázquez: que en la política, como en la fotografía, el que se mueve “no sale”. Eran los tiempos del “tapadismo” que tanta materia diera a columnistas y caricaturistas e, incluso, a ciertos anunciantes (“El tapado fuma Elegantes”).

Pero todo cambió en 1997, cuando Vicente Fox anunció que buscaría la candidatura presidencial del PAN. Faltaban casi tres años para la elección. Dos factores: el desgaste del viejo régimen y su estilo antisolemne y dicharachero, que contrastaba con las formas rancias de la clase política priísta, le ayudaron para ganar la Presidencia. Una vez en Los Pinos, el bato con botas se dedicó a dilapidar la confianza de quienes imaginaron que la nueva clase gobernante (los “súpergerentes”) demostraría que las cosas se pueden hacer con honradez.

Sucesión adelantada

Estos días son, como los de 1997, de sucesión adelantada. Desde ya, algunos aspirantes han abierto su juego. El primero, Andrés Manuel López Obrador: en su condición de candidato ad perpetuam ha advertido que “la tercera es la vencida”. En el PRD, aunque aún no se perfila una candidatura sólida, ya hay dos figuras en la contienda interna: el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, y el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera.

Graco, con una larga trayectoria y una más larga cola, es un sobreviviente del Partido Socialista de los Trabajadores que fundó un maestro en el arte de la tranza, Rafael Aguilar Talamantes. Fue uno de los fundadores del PRD y mostró capacidad y perseverancia al lograr ser el primer tabasqueño en gobernar Morelos. Mancera, por su parte, tiene a su favor la visibilidad que le otorga su condición de gobernante en la capital de la República. Aunque carece del carisma de sus antecesores (Andrés Manuel, Cuauhtémoc, Marcelo), es un activo político. Pero, al final, podrá declinar para sumarse a la candidatura de López Obrador con quien, a diferencia de sus aliados perredistas, nunca ha roto.

En el Partido Acción Nacional (PAN) la caballada está flaca. La más notoria aspirante es Margarita Zavala. Su papel discreto y prudente como Primera Dama contrastó con el dispendio y el exhibicionismo de su predecesora, Martha Sahagún.

Rafael Moreno Valle también quiere; su reto mayor es mantener presencia pública después de dejar el gobierno de Puebla (en 2016 se elige gobernador). Otro prospecto, un político de nueva generación, es Ricardo Anaya, dirigente nacional panista que ha mostrado inteligencia y un discurso fresco, confrontador, aunque sigue siendo desconocido para amplias franjas del electorado.

Los “independientes”

La novedad de este proceso es la irrupción de los “independientes” o, dicho de manera más correcta, de “los candidatos sin partido”.

El triunfo de Jaime Rodríguez, El Bronco, en las elecciones para la gubernatura de Nuevo León, ha generado expectativas de que puede disputar seriamente la Presidencia de la República y ha anunciado que “si la raza se lo pide, le entra”. Pero hasta ahora, bravucón, se ha dedicado a hablar fuerte pero a hacer poco. La posibilidad de competir por la libre es tan atractiva, que tanto Mancera como Margarita Zavala han advertido que podrían postularse como “independientes”.

Los “tapados”

Con el regreso del PRI a la Presidencia, Enrique Peña Nieto podrá decidir quién será el candidato de su partido, pero no lo hará libremente. Su margen de maniobra dependerá de la fuerza con la que llegue al último tramo de su gobierno.

Los candidatos “naturales” del PRI son el secretario de Hacienda, Luis Videgaray y el de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Videgaray lleva “mano”, no solo por ocupar la “vicepresidencia financiera”, sino por su cercanía afectiva al presidente. Es un activo su condición de interlocutor confiable para los grandes actores de las finanzas internacionales y que hable inglés.

El otro candidato “natural”, Osorio Chong, va adelante en las encuestas, lo que sorprende después de la fuga de “El Chapo” y las malas cuentas en materia de seguridad.

Pero con el ajuste reciente a su gabinete, Peña ya amplió la baraja, de allí que participen también los secretarios de Educación Pública, Aurelio Nuño, y el de Desarrollo Social, José Antonio Meade. Nuño ha recuperado el protagonismo de la SEP y ha avanzado en el rescate de la educación en los estados dominados por la CNTE.

Meade, por su parte, es el candidato de las élites económicas. Su trayectoria como secretario de Hacienda, Energía y Relaciones Exteriores, lo mismo en gobiernos de Acción Nacional que del PRI, lo muestra como un activo del Estado mexicano y su responsabilidad en Sedesol, la secretaría que Carlos Salinas de Gortari diseñó para catapultar a Luis Donaldo Colosio, le dará presencia a ras de suelo.

Pero no es todo. Manlio Fabio Beltrones, el presidente del PRI, podría ser el “tapado” de la clase política priísta; es decir, de aquellos sectores que se han visto marginados. Su aspiración se juega, quizás, en los 12 estados que elegirán gobernador.

Los escenarios posibles

El primero, con mayores probabilidades de concreción, es el del triunfo del candidato del PRI. Las condiciones para esto serían:

1) La naturaleza del tricolor como el único partido verdaderamente nacional;

2) Un “voto duro” por encima del 20%, que constituye una base muy sólida para conseguir entre ocho y 10 puntos más que podrían llevarlo al triunfo;

3) La postulación de un candidato que potencie la fuerza del aparato electoral;

4) La multiplicación de contendientes que disgreguen los votos, consiguiendo que logre la Presidencia el candidato que sume más, aunque no alcance siquiera el 30% de los sufragios emitidos.

Un segundo escenario sería el del triunfo de Andrés Manuel. Los ingredientes que lo harían posible incluyen:

1) La consistencia en su campaña política: desde el año 2000 ha sido el candidato de las izquierdas y ha recorrido varias veces el país; es el aspirante más conocido;

2) Las malas cuentas de los gobiernos priistas y panistas en los últimos 30 años: un crecimiento mediocre de la economía, persistencia de graves niveles de pobreza; el desbordamiento de la delincuencia;

3) La posibilidad de que al llegar a 2018 prevalezca la percepción social de que los grandes problemas del país no tienen solución con “los políticos de siempre”;

4) La conversión de la elección en un plebiscito; en tal caso, los candidatos que no crezcan se irían desdibujando y el electorado haría una reconversión.

Últimas palabras

Tratándose de la sucesión presidencial, nunca es muy temprano para lucubrar. Con los meses se irá modificando el panorama y reubicando las piezas en el tablero. Sin embargo, el resultado ya no será decidido por un solo hombre con los poderes para “interpretar” lo que quiere el pueblo de México; se definirá en las urnas.

*El columnista es académico, analista político y presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario (GCI). Es licenciado en derecho por la Facultad de Derecho (UNAM) y maestro en Sociología Política en la Universidad de Londres.

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