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5 lecciones de un jornalero que hoy es científico genio

22-05-2015, 7:07:37 AM Por:

Alfredo Quiñones dejó México por una crisis económica y hoy es uno de los 100 hispanos más influyentes en EU. ¿Cómo logró superarse a sí mismo?

Alfredo Quiñones Hinojosa se considera un afortunado que supo aprovechar las oportunidades y superar los problemas. Originario de Mexicali, Baja California, cruzó como ilegal la frontera para trabajar como jornalero a finales de la década de 1980. Dos décadas después, una serie de situaciones lo harían escalar hasta convertirse en uno de los médicos investigadores más reconocidos contra el cáncer.

Le gustan los superhéroes, en particular Spiderman, Superman y Kalimán, tres personajes a los que hace amplia referencia en su autobiografía “Dr. Q”, editada por LID, en la que describe el periplo por alcanzar su propio sueño americano.

Se considera un hombre que vive en estrés todos los días, pero que aprendió a ser paciente:

“El estrés tiene varias manifestaciones y no todos sabemos muy bien como librarlo. El estrés es algo necesario, porque es la forma en que evolucionamos y nos mantenemos vivos.”

Es por esa razón que, asegura, formó un club de corredores en el Hospital de Johns Hopkins, el escenario donde ahora realiza estudios de biología del desarrollo de células madre y es profesor titular de los departamentos de Neurocirugía, Neurología y Medicina celular y molecular.

El grupo de corredores son sus propios pacientes, a los que cita dos veces por semana, y con los que recauda fondos para distintas becas, una de ellas, la que ayuda a minorías para acceder a competir por un lugar en la Universidad de Harvard, de donde es egresado.

Su labor le ha permitido a Quiñones ser uno de los 100 hispanos más influyentes en Estados Unidos y ser uno de los diez genios considerados por la revista Popular Science en su sexta edición anual.

Pero llegar ahí no fue fácil. La vida le ha dado varias lecciones, la mayoría, escritas en su autobiografía, y que hoy nos comparte.

1. Ve por lo que quieres

Alfredo Quiñones estudió en la Escuela Normal en Baja California, por lo que se perfilaba como maestro de educación básica. Los malos sueldos, la crisis económica de la década de 1980 en México y la situación precaria en su familia le hicieron ver que tenía que buscar un horizonte distinto.

Así cruzó como ilegal la frontera con Estados Unidos, a donde comenzó a trabajar como jornalero, mientras vivía en un remolque. Una iniciativa le permitió obtener la Green Card y así acceder a otros trabajos y a un colegio comunitario para aprender inglés.

Por sus buenas calificaciones entró a distintas pruebas en instituciones de educación superior, una de ellas la Universidad de Berkley, en donde fue admitido en 1991, cuando tenía 23 años.

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2. Defiende tu origen

Una tarde, mientras celebraba la mejora de sus calificaciones en Berkley, el adjunto de la clase de Antropología le preguntó a Quiñones cuál era su origen, a lo que respondió: “Soy de México”. El adjunto respondió: “Eres demasiado listo para ser de México”.

Este y otros comentarios enfrentó en varias ocasiones, sin que pudiera dar respuesta. Quiñones admite que su inseguridad era tan profunda que no podía defender sus raíces y fue parte de su motivación para ser un mejor estudiante.

Con el paso del tiempo transformó la inseguridad en un reto, del que incluso vino el origen de su apodo: Al apellidarse Quiñones, los estadounidenses no pueden pronunciar la “ñ”, por lo que le sugirieron cambiarse el apellido a Quinn. No lo hizo y comenzaron a llamarlo “Doctor Q”.

3. Seguir a las personas indicadas

Después de ser un estudiante reconocido en Berkley, Quiñones analizó una serie de opciones para estudiar medicina. Gracias a los programas de integración de minorías pudo conocer Harvard y Stanford, y después de una serie de pruebas, fue aceptado en ambas.

Lo que definiría su futuro fue una visita que hizo a Harvard, en la que conoció a las personas “indicadas”: David Potter y Ed Kravitz, el primero fue presidente de Neurobilogía de la Escuela de Medicina de Harvard, el segundo, un investigador del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, en Nueva York.

A la postre, estos médicos se convertirían en sus mentores y la razón para que Quiñones dirigiera sus esfuerzos a los estudios contra el cáncer.

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4. Concéntrate en lo que importa

Alfredo Quiñones estudió entre alumnos de clase alta, y con procedencia de las familias más reconocidas en Estados Unidos en el estudio de la medicina por siglos.

“Yo tenía una ventaja sobre los demás: mi habilidad para concentrarme en lo que importaba y para trabajar tan duro como cualquier otra persona. Mi nivel de concentración era la forma para nunca dar por sentada la oportunidad de oro que tenía”, asegura.

Su entusiasmo atrajo a sus profesores, que lo invitaron a trabajar en sus laboratorios y lo apoyaron para aterrizar mejor sus ideas.

“Mis profesores me ayudaron a filtrar el ruido por las bajas esperanzas”.

5. Ver a largo plazo

Mientras hacía su residencia, Quiñones buscaba cuál sería su especialización. Por su experiencia en varios casos, optó por la neurociencia, un área en la que, de entrada, se enfrentaría al hecho de ver morir a varios de sus pacientes. Esa fue la razón que lo impulsó a no quedarse solo con la práctica diaria, sino comenzar una labor de investigación, que le ha permitido publicar artículos en las revistas más importantes del mundo.

“La investigación científica es mucho más laboriosa y requiere una visión a largo plazo; un sentido de adonde debería llevarte tu trabajo, no mañana ni el próximo mes, sino en años, mediante pequeñas dosis de descubrimientos diarios”, señala en su biografía.

Quiñones es un ejemplo del poder que tiene cualquier persona, independientemente de su condición económica o raza. ¿Qué tenía este reconocido médico mexicano que lo hizo distinto a los demás? Enfoque y perseverancia.

¿Qué cualidades te hacen falta para perseverar en tus sueños?

autor Periodista, director digital de Alto Nivel, profesor universitario, amante de la música, deportista, maratonista, spartan y aprendiz de baile.
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