Las promesas (irreales) que Donald Trump quiere cumplir

El 20 de este mes, Donald Trump toma posesión como presidente de Estados Unidos y ese día comenzará a despejarse la gran incertidumbre que rodea sus promesas de campaña.

Lo bueno es que desde la elección, el millonario ha suavizado varias de sus posturas, como fue el caso del acuerdo nuclear con Irán, el que ahora parece aceptar a pesar de que ofreció cancelarlo si ganaba la elección.

La esperanza, en nuestro caso, es que ocurra algo similar con los temas que más afectan la economía mexicana. Me refiero, como sabemos, a la construcción de un muro en la frontera con México, sobre el que insistió que sería pagado por nuestro país; el programa migratorio que contempla, entre otras cosas, la deportación masiva de indocumentados; y la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

En lo que toca al muro, hay indicios de que quizá su postura no sea tan extrema, no solo porque el Congreso estadounidense lo considera una mala idea financiera, sino también porque Trump ha aceptado que en algunas partes quizá sea suficiente con una cerca.

El problema, en realidad, está en las medidas de intimidación que utilizaría Trump para tratar de que sea México quien pague por su construcción, como bloquear las remesas o condicionar el TLCAN.

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La deportación de indocumentados es otro tema que ha acaparado la atención de los medios, aun cuando el gobierno de Obama también ha deportado a millones de personas. La novedad de Trump está en las medidas extremas que plantea para llevarla a cabo.

En la práctica no será una tarea fácil. Enfrentará obstáculos legales y logísticos, así como la falta de colaboración de las ciudades santuario, que no están dispuestas a ayudar a las autoridades federales para identificar y capturar a los ilegales.

Hay, además, un costo importante para EU. La mayoría de los indocumentados están en labores del campo, la construcción y los servicios en hoteles y restaurantes.

Por ejemplo, más del 40% de los trabajadores agrícolas son extranjeros, la mayoría quizá indocumentados. Su deportación masiva dejaría en severos problemas a los agricultores y consumidores estadounidenses. Espero, por tanto, que también aquí se suavicen sus medidas.

Sin embargo, el tema más relevante es el TLCAN. Trump, tan pronto asuma el poder, hará oficial su propuesta de renegociarlo.

El proceso durará varios meses y mantendrá en vilo nuestra economía. El gran problema está en que la retórica proteccionista destaca los beneficios del aislamiento comercial para los sectores y empleos perjudicados por la competencia, como el automotriz, pero siempre deja sin mencionar los miles de negocios y millones de personas que ganan con el comercio, en particular los consumidores de ambos lados de la frontera que ven una mejora sustancial en su poder de compra y nivel de vida.

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Existen muchos estudios que demuestran que el proteccionismo es un medio muy costoso para “salvar” empleos que son, además, de los más improductivos en una economía. Espero que Trump acabe por entender los beneficios netos del comercio y que para satisfacer a sus simpatizantes se limite a anunciar “acuerdos” con empresas estadounidenses, como la automotriz Ford y la firma de aire acondicionado Carrier) para que no desplacen más producción a México.

Al final, considero que el TLCAN seguirá vigente, si bien con algunas adecuaciones que confío no serán tan costosas para México como temen en la actualidad los mercados financieros. Eso, si ocurre, se traducirá en un respiro muy necesario para el peso y nuestra economía.

Salvador Kalifa Assad Doctor en Economía, dirige su despacho de consultoría en asuntos económicos y financieros.