<style>.lazy{display:none}</style> La razón por la que los ricos se hacen más ricos y a ti no te alcanza la quincena - Alto Nivel
Buscador
Ver revista digital
Emprendedores

La razón por la que los ricos se hacen más ricos y a ti no te alcanza la quincena

03-03-2022, 12:25:19 PM Por:
© Pixabay.

Esta parábola sobre los botes de remos y los de velas explica por qué hay gente que gana más y otros siguen sin prosperar, por mucho que se esfuercen.

Por Francisco García Pimentel

Vaya con este mundo injusto.

Esta es la imagen que quiero que tengas en la cabeza: este mundo es un océano.

Tú estás en el océano trabajando intensamente. Tienes una pequeña barca con remos. Has decidido que quieres ir hasta cierta isla lejana. Ese es tu objetivo.

Como te has preparado en la escuela de remeros, eso es lo que sabes hacer: remar. Todos los días, todas las semanas, remas y remas. Y sí, poco a poco ves como esa isla que parecía lejana aparece más y más cerca. Lo estás haciendo muy bien.

Como quieres llegar más rápido, decides remar no ocho, sino diez horas al día. Es lo que mejor sabes hacer… y tu barca de remos empieza a ir más rápido. Cuando te faltan unos mil metros para llegar (¡parece tan cerca!) estás un poco agotado, pero sigues remando.

De pronto, sin avisar ni pedir permiso, otra barca se acerca y comienza a alcanzarte.

¡Esa barca es muchísimo más rápida! No necesariamente más grande que la tuya, pero definitivamente más veloz. ¡Eso no es posible! Te dices a ti mismo. Seguramente el hombre que rema en esa barca tiene brazos de acero; quizás es Schwarzenegger. Mientras te pasa de lado, dejas de remar un poco para ver quién es el que viene en la barca.

Pero no es Arnold Schwarzenegger. Es un muchacho mucho más joven que tú… y no parece que sea más fuerte. Si acaso, no le vendría mal una vuelta al gimnasio.

Pero eso no es lo peor. Apenas logras a verlo bien (va demasiado rápido) pero pareciera que este muchacho… ¡no está remando! Aparentemente está leyendo el periódico mientras toma un Martini.

  • El muchacho es un millonario.
  • No es más listo que tú.
  • No es más fuerte que tú.
  • No rema más que tú.
  • No rema con mejor técnica que tú.
  • Su barca ni siquiera es tan grande.

En menos de tres minutos te alcanza y deja detrás. Es evidente que va a llegar a la isla antes que tú. Y sin sudar una gota.

¿Cómo es esto posible? Seguramente está haciendo trampa.

Primer cambio. Remar más

¡Eso no puede quedar así! Te dices a ti mismo. El mundo es injusto y yo quiero llegar a la isla.

“Mis padres me dijeron que podría llegar a la isla que yo quisiera. Sé que puedo lograrlo. ¿Y por qué no habría de lograrlo? Yo merezco el éxito y la riqueza. Ese muchacho no es mejor que yo”.

Así que estás decidido: ¡a la isla!

Ahora sí que vas a poner toda la carne en el asador. ¡A remar más rápido! Y no solo diez, sino doce horas. Más fuerte, con más decisión, con más concentración. Puedes hacerlo. Tu barca empieza a ir un poco más rápido. Pero ahora (¿a qué hora pasó esto?) no estás solo en la barca. Ahora hay una familia. Tienes también dos hijos. Tu barca pesa un poco más.

Pues ¿qué más se puede hacer? ¡Hay que remar más! No doce, sino catorce horas. ¡Ya lo sé! Te dices. Hay que trabajar con inteligencia y aprovechar todo mi potencial.

Así que te amarras dos remos a los pies. Ahora vas remando con manos y pies, con todo tu empeño y dedicación. ¡Lo haces por amor, lo haces por convicción, lo haces porque puedes hacerlo!

Pero lo que sucede ahora te derrumba. Allí vienen tus amigos de la infancia, en sus respectivas barcas. Te alcanzan y dejan atrás. Van como volando. Ahora todos están por llegar a la isla… y tú te das cuenta de que has estado remando en círculos.

Estás agotado, destruido. No puedes mover un músculo. Y eso no es lo peor.

Algo ha pasado con tu barca. Está dejando entrar agua. ¡Es urgente llegar a la isla! Los pies de tus hijos están mojados. Con un pie tratas de tapar el agujero mientras con las dos manos (y el pie que te queda) sigues remando furiosamente.

Eventualmente te das cuenta de que nunca llegarás a la isla. Solo queda una opción. Mantener el agujero apenas cubierto, y seguir remando con las fuerzas que te quedan.

Porque eso es lo único que sabes hacer. Remar

Cada día, todos los días, otras barcas te alcanzan y dejan atrás. Eventualmente tus hijos crecen y toman algunas tablas de tu barca para hacer otras barcas. Y empiezan a remar también. ¿Hacia dónde? No importa ya. Lo que importa es seguir remando. Ese es tu destino.

En el camino te das cuenta de que algunas personas en el océano ni siquiera tienen barca. Apenas flotan en un salvavidas.

LEE: Los 10 más ricos del mundo aumentaron sus fortunas, mientras que el 99% se hizo más pobre

“Por lo menos estoy mejor que ellos. Tengo mi barca y sé remar. ¿Qué más puedo pedir?”

El consejo del marinero

Una mañana en que remas con la cabeza gacha, ves de reojo acercarse una barca. “Una más, ¿qué importa ya?”

Pero esta barca se detiene a tu lado, y te saluda.

–    ¡Hola, amigo! ¿Cómo estás?
–    Bien, aquí, dándole a la remada. Ya ve como está todo. Está muy difícil.
–    Pero… ¿no quieres llegar a la isla? Te veo perdido.
–    Quizás algún día. Si sigo remando, eventualmente llegaré, ¿o no?
–    No con esa barca, amigo –dice el misterioso marinero.
–    Es la barca que me tocó. Es la que me dieron… – dices tú.
–    Sí, pero puedes cambiar esa barca, si quieres.
–    ¿Por otra más grande? ¿Para qué? Sería aún más agotador remar.
–    Pero ¿es que no te has dado cuenta?
–    ¿Cuenta de qué?
–    ¡Levanta la vista!

Con trabajo, levantas la vista, y observas por fin la barca del marinero. Es una barca grande, hecha de maderas finas y labrada en oro. Es una barca preciosa.

–    ¡Ja! –dices- ¿acaso te burlas de mí? Yo jamás podré tener una barca así. Además, no necesito esos lujos.
–    Amigo –dice el marinero- no estás levantando tan alto como deberías. Estás viendo solo lo que se ve desde abajo. ¡Mira más arriba!

Haciendo un esfuerzo aún mayor, levantas la mirada tanto como puedes, hasta que casi te tiras de espaldas.

Oh, Dios. Esto sí que no te lo esperabas.

La barca del marinero tiene un mástil pequeño, y sobre ese mástil… una vela… Una vela. ¡Una vela!

–    Ahora lo ves, amigo mío. Te deseo toda la suerte del mundo. ¡Hasta luego!

Mientras dice esto, el marinero jala una cuerda, iza de nuevo la vela y desaparece en el horizonte en pocos segundos.

Ahora está claro lo que tienes que hacer.

*Este pasaje forma parte del libro “Por qué los ricos se hacen más ricos (y tú sigues sin llegar a quincena)”, de Francisco García Pimentel y Salvador Manzano, editorial Panorama.

Puedes consultar el artículo completo en Emprendedor.com

autor Somos el medio líder de los emprendedores en habla hispana, con las noticias y contenidos más importantes de startups y negocios.
Optimized with PageSpeed Ninja