La generación de valor político y sus restricciones
Una de las mayores restricciones para la generación de valor político parece ser la existencia de organizaciones que son y producen autoritarios
Organizaciones autoritarias que interrumpen el proceso democrático hay muchas, y con fines diversos: empresas públicas o privadas, sindicatos u organizaciones intermedias y, por supuesto, partidos políticos. Quizás una de las mayores restricciones para la generación de valor político en nuestro sistema sea la existencia de organizaciones de toda índole que son y producen autoritarios.
Habría que decir que el problema que representa una organización autoritaria para el resto del sistema es que dicha organización no solo lo es en sí misma, sino con su entorno. No solo generan costo hacia su propia dinámica, sino que también suelen expandir ese costo hacia su propio sector y al sistema en general.
Adicionalmente, los miembros de esas organizaciones son producto bien adiestrado y formado bajo una cultura autoritaria. Pero lo peor de sus organizaciones no solo es su funcionamiento autoritario, sino que producen autoritarios. Algunos ejemplos de prácticas que se suelen reproducir en ese tipo de organizaciones:
- El autoritario funcional: es aquel individuo que es servil con su jefe o con su socio o con la autoridad pertinente, y con sus empleados y subalternos es el más feroz y recalcitrante déspota.
Lee: Aniversario 51 del 2 octubre en Tlatelolco
- El autoritario institucional: igualmente es servil y autoritario hasta la médula, pero este se desenvuelve en un ambiente que presupone político y maneja argumentos como: “hoy sacrifícate por mí porque mañana podremos seguir escalando juntos posiciones”.
- El autoritario amigo: es aquel que dice que todos son sus amigos, los saluda y los frecuenta, y cuando alguno de ellos le reclama cualquier falta o abuso de autoridad, este responde: “Pues, ¿qué no somos amigos?”.
- El autoritario militante: es un individuo que ha hecho “amigos” a la sombra del poder, y que cree que es muy listo o inteligente porque sus supuestas amistades lo reconocen en algún sitio público o le toman la llamada. Vive pidiendo favores y escalando económica y socialmente a costa de romper la ley. Y, simplemente, es un traficante de influencias.
- El autoritario social: sin duda, es un individuo que maltrata psicológica y socialmente a cualquier otro que no considere igual a él. Es aquel que intenta siempre romper la norma, porque en esa acción se encuentra su poder. El que trata de romper la “fila” o encontrar mejor mesa mediante el soborno. El padre de familia que invariablemente aplaude las corruptelas escolares de sus hijos, felicitándose de tener vástagos tan listos como él. El autoritario social nunca premia el esfuerzo, dado que desde su punto de vista es cuestión de tontos.
Lee: Vacíos legales en la lucha contra la corrupción y la inseguridad
- El autoritario mediático: individuo que vive del favor del presupuesto privado o público y que considera que hacer periodismo es hacer escándalo. Individuo que termina su trabajo donde comienza la verdad.
- El autoritario político: es aquel individuo trepador que se ha encumbrado mediante demagogia, tráfico de influencias y manipulación, y que no se rinde ante la verdad, sino que la distorsiona inventando un mundo paralelo, usando presupuesto público con fines electorales y clientelares.
Con una sociedad así es muy complicado transitar a la democracia, sobre todo si la consideramos como un medio para resolver nuestros problemas. En tanto el autoritarismo no cese, la democracia no habrá de consolidarse.
Hay que aprender, juzgar y proponer, pero también es tiempo de la praxis. Es tiempo de tomar el lugar político y social que hemos delegado a los gobernantes y comenzar a organizarnos y actuar. Todos tenemos oficios o profesiones, pero también tenemos una inclinación por el bienestar social. Menospreciar la política y nuestro lugar en ella es desperdiciar el espacio fundamental que nos fue dado para perfeccionarnos como personas y evolucionar como sociedad generando valor político.
Lee: Miguel León-Portilla fallece a los 93 años