Estados Unidos ya ganó esta guerra: la seguridad energética
Incremento en la producción, mejores perspectivas en tierra que en mar y regulación más flexible son las armas que tiene Estados Unidos a su favor en esta guerra que no se gana con armas, pero es igual de crucial en el mapa geopolítico.
Después de que Donald Trump envió un ataque con 59 misiles Tomahawk en Siria y dejó caer “La madre de todas las bombas” en un enclave del Estado Islámico en Afganistán, los precios del petróleo subieron a causa de las tensiones geopolíticas.
Pero, después de estos episodios, el crudo volvió a estar debajo de los 50 dólares por barril. Los temores por una guerra no fueron suficiente razón para que la materia prima suba más. Estados Unidos, el principal consumidor de combustibles en el mundo, está cerca de ganar otra guerra: la seguridad energética.
La Organización de Productores y Exportadores de Petróleo (OPEP) acordó recortar la producción de la materia prima en 2017 para subir de nuevo los precios, pero, pese al esfuerzo de este cártel, está perdiendo esta guerra comercial por los 3 factores que están ocurriendo en EU:
Incremento de producción
Los inventarios no bajan en Estados Unidos porque cada vez tiene mayor capacidad de producción, ayudada por yacimientos ricos en petróleo y gas shale.
Mejores perspectivas en campos terrestres
Precisamente los campos terrestres tienen mejor potencial de rentabilidad para las compañías, mientras que el precio del crudo aún no es lo suficientemente atractiva para invertir más en aguas profundas.
Menos regulación
Una de las promesas de Donald Trump fue desregular el sector energético y es una de las cosas que ya está haciendo. En los primeros días de su mandato desbloqueó la construcción de dos polémicos poliductos que suministrarán petróleo desde Canadá y algunos miembros de su gabinete están ligados a la industria.
Una máquina de hacer petróleo
La revolución del petróleo y gas shale disparó la producción de Estados Unidos hasta llevarlo a ser el primer productor del mundo. La mayoría de los productores de shale soportaron el desplome de precios y pueden aumentar sus perforaciones gracias a un megayacimiento ubicado en Texas llamado Permian Basin, al que muchos llaman una “máquina de hacer petróleo”.
“Permian Basin ofrece una excepcional combinación de aceite de alta calidad con grandes tasas de producción, además de estar cerca de las refinerías y ofrecer el mejor retorno a las inversiones iniciales”, de acuerdo con un reporte de S&P Global Platts.
En 2016, cuando el precio del WTI promedió 43 dólares por barril, la producción en dicha región aumentó 200,000 barriles diarios, resaltó la firma de análisis. Permian Basin, rico también en gas, será un área de primer nivel para satisfacer la demanda de este combustible en México.
De enero a marzo de este año, la producción de petróleo en Estados Unidos creció 2.8 por ciento, de 8.9 millones de barriles diarios a 9.1 millones, de acuerdo con datos de la Administración de Información de Energía (EIA).
Después de la caída en septiembre pasado, la producción en la Unión Americana continuó su camino ascendente, como muestra la siguiente gráfica, con datos también de la EIA.
Mejor en tierra que en mar
El declive en los precios del crudo a partir de 2014 trastocó los planes de inversión de las compañías para producir en aguas profundas, áreas que requieren más capital y tiempo que las aguas someras y los campos terrestres.
A principios de diciembre, México subastó ocho bloques de aguas profundas. Aunque la licitación se consideró un éxito, nosse espera que los primeros barriles de petróleo sean bombeados hasta en tres años.
Cinco países producen el 43% total de todo el petróleo en alta mar: Arabia Saudita, Brasil, México, Noruega y Estados Unidos.
Pero este último tiene más de la mitad de su producción total en campos terrestres.
“Las acciones energéticas parecen reflejar una perspectiva de precios con tendencia a la baja. Esto genera oportunidades. En medio de los recortes de gastos, nos inclinamos por las compañías de petróleo de esquisto (shale) de EU, que mejoran las tecnologías y las perspectivas para una regulación más flexible”, comenta la firma de inversiones Blackrock en un análisis publicado el 29 de marzo.
Menos regulación
Una de las primeras acciones de Trump después de asumir la presidencia fue desbloquear la construcción de los ductos Keystone Pipeline y XL Pipeline, proyectos que fueron detenidos por la administración de Barack Obama por las consecuencias ambientales y por el conflicto social que despertó en las reservas de indios americanos donde pasarían los oleoductos.
La desregulación ambiental del sector energético es uno de los puntos clave de la agenda de Trump. Designó al ex director de ExxonMobil, Rex Tillerson, como secretario de Estado. En el Departamento de Energía nombró a Rick Perry, ex gobernador de Texas; y para la Agencia de Protección Ambiental (EPA) puso a Scott Pruit, abogado que combatió la regulación durante el gobierno de Barack Obama y escéptico sobre el cambio climático.
¿Estos cambios pueden incrementar la producción y, a la vez, bajar más el precio?
“Potencialmente, pero no está garantizado”, dice en entrevista Ross Wyeno, analista senior de energía en S&P Global Platts.
El especialista dice que lo que ha hecho Trump, hasta ahora, es ayudar en ciertas partes, como el centro de EU, que será el más beneficiado por los ductos que llevarán el petróleo desde Canadá. Eso aumentará el abastecimiento y puede bajar el precio, pero no será igual para todas las compañías y áreas.
“Algunas de las políticas parecen que podrían ayudar a la industria del petróleo, pero no creo que ayuden a toda la industria a través de la frontera con México. Las demás regulaciones están orientadas en temas ambientales”, agrega el analista.
Es muy difícil predecir el precio del petróleo. Pero Estados Unidos tiene varias razones para que permanezca bajo, siempre y cuando sea rentable. Esta guerra no se hace con armas ni bombardeos, pero es crucial en el mapa geopolítico.
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