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México

El error del gobierno que derivó en el ‘gasolinazo’ de 2017

02-01-2017, 2:00:23 PM Por:

40 centavos de cada peso de gasolina viene de impuestos que nutren al gobierno de fondos importantes para mantenerse a flote, ¿cómo llegamos a este aumento que tiene enojados a los mexicanos?

Dicen que la burra no era arisca, la hicieron. Los mexicanos de los últimos 30 años tendemos a juzgar el desempeño de nuestros gobiernos de acuerdo con el comportamiento del tipo de cambio, debido a que esta variable siempre fue la primera en perder el control durante las crisis económicas graves de 1982, 1987 y 1995. Luego venían la inflación, el desempleo y mayor pobreza. Por tanto, perdimos perspectiva. Un deslizamiento del tipo de cambio contra el dólar no es equivalente a crisis económica. Infinidad de países han vivido una depreciación de sus monedas contra el billete verde en los últimos 15 meses, pero no están al borde de una crisis. Nosotros no lo estaríamos tampoco, de no ser por el riesgo de un cambio drástico en la política comercial de Estados Unidos, pero eso es otro tema.

De más reciente manufactura está el tema del precio de la gasolina. Aunque las protestas y el temor frente al alza de combustibles también se remontan a los 80, lo cual era muy justo, en un periodo de hiperinflación, la palabra “gasolinazo” es de más reciente cuño, cuando las últimas administraciones, desde Felipe Calderón, buscaron eliminar el subsidio a este precio. La lógica de entonces fue implantar un ritmo de incremento mensual ligero, que fuera disminuyendo este costo para el Estado por vender gasolina a un precio inferior al que le costaba producirla o importarla. Eran tiempos del barril de petróleo cercano a los 100 dólares. El precio de la gasolina en México era inferior al de Estados Unidos y muchos otros países del mundo. Pero esto no era una “gracia”, era un costo para el gobierno.

La respuesta de los políticos de oposición de entonces, desde perredistas a priistas, fue quejarse cada mes por tal incremento. Alguien por ahí acuñó el término “gasolinazo” y este pegó. La narrativa fue tal que el gasolinazo se convirtió en uno de los principales temas del imaginario político mexicano. Por tanto, una de las principales promesas durante el proceso electoral de 2012 y, tristemente, una de las primeras maniobras cumplidas, fue acabar con los gasolinazos.

Con esto, el precio de la gasolina siguió la ruta que todos los gobiernos recientes han cuidado de no seguir con el peso/dólar: tratar de controlarlo. Peor aún, cuando el precio de la gasolina depende también de la fluctuación cambiaria. De esta forma, el gobierno de Peña Nieto mantuvo subsidios a la gasolina entre 2012 y 2014, pero las presiones no fueron demasiadas: el precio del petróleo y la paridad peso dólar (12 a 13 pesos) se mantuvieron estables en este breve periodo. ¿Te parece bien que esto funcionara? No olvides que el subsidio viene del mismo lugar: tu bolsillo.

Luego vino la caída de los precios del petróleo en 2014, desde los 110 dólares por barril hasta los 30 en 2015. Esto podría haber favorecido al precio de la gasolina, pues el subsidio, estimado como un IEPS negativo, quedó cancelado ante tan abrupta caída; de hecho, se volvió un impuesto positivo. Sin embargo, el gobierno se vio metido en otros muchos problemas: la caída en el dólar por barril precipitó las finanzas de Pemex y de su único dueño y explotador: el gobierno. De pronto, lo no ganado en petróleo tuvo que recuperarse en impuestos a la gasolina. No había mucho espacio para improvisar, por cierto, pues la desestabilización del petróleo también comenzó a pegarle al peso mexicano, que rebasó de una vez y para siempre los 14 pesos por dólar en 2014.

Hoy 40 centavos de cada peso de gasolina viene de impuestos que nutren al gobierno de fondos importantes para mantenerse a flote. No los va moderar, porque los recortes presupuestales que ha debido aplicar desde 2015 a la fecha no son suficientes para estabilizar sus finanzas.

Para terminar, a finales de 2016 los precios del petróleo se han recuperado gradualmente, hasta rondar los 50 dólares por barril, pero la devaluación del peso se agravó. Así que debemos sumar tanto el incremento en los precios mundiales de la gasolina, como el aumento por la paridad peso/dólar para dar con lo que paga el gobierno por nuestros combustibles… considerando todo un año, pues no hubo incrementos mensuales en todo 2016.

Por ello, el gobierno simplemente no tiene otra más que endosarnos este aumento de entre 14.4 y 20.1% en los precios de la gasolina Magna, Premium y del Diesel. No olvidemos: los políticos son extremadamente buenos para regalarte cosas con tu dinero mientras alcanza… cuando deja de alcanzarle, es otra cosa.

¿Qué debemos concluir de todo este drama? De entrada que politizar el precio de la gasolina fue un error, que desembocó en un intento por controlarlo o mantener un subsidio. Relacionarla con la reforma energética fue la peor medida que este gobierno pudo haber hecho. Pretender que esto daría como resultado precios bajos de la gasolina fue condenarla al fracaso político con cada incremento. Un precio es un precio, y se mueve por muy diferentes factores: no hay forma en la que un político pueda atar su destino a un precio, sin perder y crear mayor caos económico.

¿Qué queda para nosotros? Debemos cuestionarnos la carga política del gasolinazo, pues hemos estado dejando fuera de la discusión asuntos importantes relacionados con este precio, como el ecológico. No es una novedad que los gobiernos más avanzados de Europa gravan más agresivamente las gasolinas, y que sus precios duplican los nuestros. Pero ellos han metido en la discusión el tema de la contaminación y de la limitación al consumo de gasolinas como prioridad para sus países.

Hablar de gasolinazos deja fuera este tema, sataniza los movimientos de alza y crea presiones no muy sanas para mantener un control de precios o estimular nuevos subsidios por parte del gobierno.

Sin, embargo, tenemos todo el derecho de protestar. Pero la razón más congruente para hacerlo es que, nuevamente, el gobierno quiso mantenernos en un espejismo, prometiendo lo imposible, hasta que le llegó el agua al cuello.

Y tenemos que decidir: queremos un país con gasolina barata, aún a costa del medio ambiente y las finanzas públicas, o queremos uno que destine los fondos obtenidos por la gasolina a proyectos de inversión, equilibrio fiscal y combate a la pobreza. Ahí está la verdadera discusión.

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autor Periodista
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