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Ley 3 de 3: Por qué urge discutirla

06-05-2016, 3:17:43 PM Por:
Ley 3 de 3: Por qué urge discutirla fifu

Esta ley es un gran esfuerzo de la sociedad por sacudirse el yugo de la corrupción de su clase política.

Antes de escribir sobre la Ley 3 de 3, debo decir que no soy experto en este tema. Trabajo en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) y lo he hecho por casi 10 años. Sin embargo, mi participación en la iniciativa ha sido marginal, por varias razones. La primera es que hay bastante talento de la sociedad civil organizada, no solamente el IMCO, involucrado en la iniciativa. Juan Pardinas, María Amparo Casar y Alexandra Zapata fueron los principales impulsores de la necesidad de contar con tres declaraciones de los servidores públicos y candidatos: una fiscal, una patrimonial y una de intereses.

Más firmas que un partido

José Roldán Xopa, Eduardo Bohórquez, Max Kaiser, Enrique Cárdenas, Edna Jaime y Mauricio Merino son algunos de los nombres de gente de la sociedad civil que pensó en la iniciativa, hizo la propuesta de ley y convenció a gente de intereses muy diversos de arroparla. Una iniciativa que no hubiera conseguido más de 630,000 firmas sin el apoyo decidido, por ejemplo, del episcopado católico o de las grandes cámaras empresariales de México.

Como seguramente don Manlio Fabio Beltrones no se ha tomado la molestia de leer la iniciativa, es fácil para él calificarla de frívola y demagógica, como lo hizo recientemente en un foro del ITAM. Claro, si te quedas con la idea que el proyecto legislativo son solamente las tres declaraciones, es fácil concluir semejante cosa.

El proyecto legislativo de la sociedad civil no es demagogia porque no busca apoderarse del poder establecido. Tiene más de 630,000 firmas, más que suficientes para fundar un partido político, por ejemplo, y no busca tal cosa. Lo que espera, tal cual, es una conducta del servidor público y el político regida por la ética, no el beneficio de la casta dirigente a costa de todos los demás. 

Corrupción: la mala y la peor

En 2015, María Amparo Casar trabajó en el IMCO, durante un sabático de su actividad académica en el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE). Ella dirigió nuestros esfuerzos anticorrupción ese año e influyó notablemente en las ideas de la institución respecto de cómo lidiar con el tema de la corrupción. IMCO y México le debemos mucho a María Amparo. Es ella quien ha sostenido que no podemos continuar así, y creo que está en lo correcto.

Sin embargo, no podíamos probarlo con números, con la data, que es el núcleo analítico de IMCO desde que Roberto Newell lo fundó. Teníamos una corazonada acerca de que si las familias gastaban una barbaridad en mordidas, que si cualquier problema empresarial con la autoridad se resolvía con un moche o que si hay alcaldes que piden para ellos uno de cada 10 departamentos para autorizar la construcción de un complejo habitacional, la economía no podría funcionar bien, porque estaríamos premiando no a quien agrega valor, sino a quien es el dueño de las reglas y puede doblarlas, acomodarlas, invocarlas o cambiarlas en su propio beneficio.

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Luis Rubio, generoso como siempre, en el día del cumpleaños de María Amparo Casar, me ofreció una joya analítica: “Lee a Baghwati y su distinción entre la corrupción en India y en China”. China tiene una corrupción donde los burócratas al más alto nivel se convierten en socios del empresario desde el día uno. Bajo ese esquema de corrupción, las cosas funcionan para crear valor económico, porque el socio burócrata allana el camino con los demás empleados públicos. En contraste, India tiene una plétora de funcionarios de poder limitado que, a cada paso de la empresa, tratan de extraerle una renta de mediana a pequeña. El resultado es que en India la corrupción tiene un precio incierto y la mayor parte de las veces acaba costando más de lo que aporta. En China, en contraste, la corrupción tiene un balance de costo-beneficio que generalmente deja llenos los bolsillos de muchos.

Durante la hegemonía del PRI y la mayoría del siglo xx, la corrupción mexicana se parecía más a la de China que a la corrupción de India. Durante nuestra transición a la democracia, la corrupción mexicana se parece más a la de India que a la de China, dada la fragmentación del poder y el anhelo de cualquier burócrata de medio pelo, sin necesariamente ser prócer con estrofa en el himno nacional, de enriquecerse con la operación de negocio más sencilla que se nos ocurra.

¡Que la discutan!

Mi colega Pablo Montes escribió recientemente en el portal web Animal Político que, al final, es responsabilidad de los diputados y senadores, bajo una lógica de parlamento abierto, discutir estas cosas con la sociedad civil. Desafortunadamente, ningún legislador mexicano se debe a su base de votantes, a su constituency (como dicen los norteamericanos). Se debe a su presidente de partido, quien es el que decide ponerlo donde está, y se debe a las redes de corrupción que le facilitan los recursos para ganar elecciones, comprando votos, o bien –la vía fácil– llegar al escaño por la ruta plurinominal, comprando con dinero o favores un buen lugar en la lista.

Se requirieron más de 630,000 firmas para que los príncipes de la política mexicana se decidieran a sentarse con nosotros. Juristas destacados e inteligentes, como Xopa y Kaiser, han tenido que soportar el escarnio de aristócratas de la política, como Pablo Escudero, calificando la iniciativa de imperfecta y malhecha. Sin embargo, esa interlocución debería ser parte del día a día democrático. El derecho de audiencia legislativo, escribe Montes, debería ser para cualquier mexicano que lo solicite.

No sé si la Ley 3 de 3 pase y si nuestros versallescos representantes políticos se rían de ella en el futuro, bebiendo vinos de costo inalcanzable. Lo que sí veo es que aquí tienen una oportunidad para refundar la República con bases más equitativas y eficientes, cumpliendo un anhelo de todos los mexicanos. 

Este es un extracto del texto que el autor escribió para Alto Nivel en su edición impresa de mayo. Busca tu ejemplar en los principales puntos de venta, suscríbete en línea o descarga la revista digital. Sigue nuestra conversación en Twitter y Facebook

autor Periodista, director digital de Alto Nivel, profesor universitario, amante de la música, deportista, maratonista, spartan y aprendiz de baile.
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