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Endeudamiento, el verdadero peligro para México

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Es momento de actuar y combinar el manejo responsable de los recursos públicos con una política flexible, así como con una política hacendaria integral que impulse la competitividad.

Individuos, hogares, empresas y gobiernos recurren al endeudamiento como una manera de financiar su crecimiento. Al obtener recursos de terceros se cuenta con un mayor gasto y con la capacidad para desarrollar proyectos, incrementar los activos o solventar emergencias económicas, entre otros aspectos. Los problemas empiezan cuando el nivel de pasivos adquiridos pone en riesgo los ingresos propios y el crecimiento.

La peor combinación para una economía es un elevado endeudamiento, sin crecimiento, con bajos ingresos, con alta inflación y con desequilibrios en sus finanzas y en sus cuentas externas, así como inestabilidad de sus principales variables macroeconómicas.

La economía mexicana ha superado episodios realmente dramáticos relacionados con la deuda. A principios de los 80, el país estuvo a punto de caer en bancarrota y declarar el incumplimiento de sus compromisos por los altos pasivos externos. La apuesta por el petróleo y un elevado aparato burocrático tuvieron altos costos.

A mediados de los años 90, la deuda del país volvió a generar fuertes estragos: el vencimiento de los tesobonos generó que la economía mexicana estuviera “sostenida por alfileres”; se presentó una fuerte salida de capitales, reducción de las reservas internacionales, desequilibrios en las cuentas externas y fiscales, depreciación del peso y un sistema bancario a punto de colapsar.

Líneas de crédito emergente por parte de Estados Unidos y organismos financieros internacionales (que condicionaron su ayuda a un estricto programa de disciplina fiscal, ajustes al gasto y desincorporación de empresas del Estado) le permitieron a nuestro país tener los suficientes recursos para renegociar con sus acreedores.

Sin duda, un capítulo amargo en la economía mexicana que nadie quisiera volver a repetir, pero los efectos fueron desastrosos: la clase media casi desaparece del país, ya que en 1995 cerca de 3 millones de personas se fueron al desempleo, el PIB cayó  5.76%, la inflación cerró en 52% y la tasa de Cetes a 28 días llegó a ubicarse en 82.65%.

Además, muchas empresas cerraron, las familias se vieron forzadas a regresar el auto o el departamento que habían adquirido a crédito y, además, se tuvo un costoso rescate bancario con cargo al erario público.

Durante la primera década del nuevo siglo, los países desarrollados fueron los afectados por los niveles de deuda: EU estuvo a solo horas de llegar al “precipicio fiscal”, y en Europa, el endedudamiento de países como Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España rebasó el 100% del valor de su PIB.

En ese entonces, México destacaba en el mundo como una economía estable, con equilibrio en sus finanzas y en sus cuentas externas, así como con un nivel de deuda muy alejado de los problemas. Hoy, la situación ha cambiado. Datos de la Secretaría de Hacienda señalan que la deuda en México representó, en 2016, el 49.1% del PIB y se estima que este año llegue a 50.2%.

La deuda de México, en su sentido más amplio (el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público; SHRFSP), representaba en 2007 el 27.6% del valor de la economía y para 2012 subió a 36.4%, hasta llegar los niveles actuales; es decir, el país volvió a abusar del recurso de la deuda, sin generar un crecimiento importante.

El SHRFSP incluye todos los pasivos internos y externos del sector público, así como el rescate bancario y carretero, la deuda contratada por las empresas productivas del Estado, los bonos de pensión de las paraestatales Pemex y CFE, préstamos bancarios, entre otros conceptos.

Si bien el endeudamiento aún se encuentra en niveles manejables, preocupa la velocidad con la que ha aumentado. Hacienda estima que en 2018 iniciará el proceso de reducción de pasivos, pero el contexto todavía luce complicado. Las tasas de interés se encuentran en una fase alcista, hay nerviosismo entre los inversionistas por el entorno proteccionista, hay menor expectativa de crecimiento y el país mantiene el riesgo de caer en déficit fiscal y de cuenta corriente.

Calificadoras de riesgo crediticio ya han señalado que les preocupa el nivel de deuda en México, sobre todo la parte de pensiones y la situación de las empresas productivas del gobierno. Incluso la perspectiva para la economía mexicana pasó de estable a negativa.

Lo cierto es que el endeudamiento no ha significado un sólido crecimiento económico. Hoy el país corre el riesgo de no aprender de los errores del pasado. Con el elevado precio del dólar, el servicio de la deuda (el pago de sus intereses) aumenta significativamente y los riesgos se incrementan en el contexto local e internacional.

Ante el momento que vive la relación de México con EU, cuidar el mercado interno es crucial. El país debe ocuparse y preocuparse por la estabilidad macroeconómica, así como por mantener los equilibrios externos y el nivel de deuda en niveles sanos y manejables.

Es importante un ejercicio responsable del gasto que genere crecimiento y no solo engruese el aparato burocrático. Ante la cautela de la inversión privada es necesario un rol más activo de la inversión pública en infraestructura que, por sus efectos multiplicadores, genera empleos directos e indirectos, y un mayor dinamismo en la economía.

Impulsar el turismo, la Zonas Económicas Especiales (ZEE), la marca “Hecho en México” y generar apoyos a sectores estratégicos en la economía, como el agroindustrial, son algunos de los aspectos que deben ir apoyados por el gasto público, sin que esto signifique mayor nivel de deuda.

Hay una responsabilidad muy grande por parte de los servidores públicos (de todos los niveles) en la conducción de los recursos, por lo que el combate a la corrupción y un manejo transparente y responsable del dinero público son una prioridad.

Como en toda acción, también es importante la participación del sector privado, el cual debe tener una mayor participación en los proyectos de potencial crecimiento en el país, sin dejar toda la responsabilidad al sector público.

La colaboración en proyectos público-privados cobra ahora una mayor importancia, por lo que se requiere una iniciativa privada más activa, informada y con la capacidad para evaluar todo tipo de riesgos, escenarios y beneficios.

Contar con un nivel de deuda de la mitad de la economía no es negativo, siempre y cuando implique crecimiento y desarrollo económico. Con la coyuntura actual, los niveles de pasivos que tiene el país, el precio del dólar, la tendencia alcista de las tasas de interés y la dependencia comercial que se tiene con EU nos han hecho abrir los ojos y reaccionar de una manera más propositiva y mirando al interior.

Es momento de actuar y combinar el manejo responsable de los recursos públicos con una política industrial holística y flexible, así como con una política hacendaria integral que impulse las cadenas de valor y fortalezca la competitividad, la innovación y el valor agregado.

autor Consultor y presidente del Consejo de Administración de Coraza Corporación Azteca.
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