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2016, ¿el año electoral decisivo para el país?

11-01-2016, 9:08:53 AM Por:
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La llamada clase política, que incluye una modalidad, los candidatos independientes, mira inquieta hacia un año que podría ser decisivo para las elecciones de 2018.

Partamos de una premisa: La sociedad civil muestra claramente una repulsa al actual sistema que, nos guste o no, es resultado de la acción demoledora del PRI en sus diversas etapas. Si lo analizamos con seriedad y profundidad, tanto partidos como candidatos ajenos son parte de la creatura conformada principalmente por este organismo, fundado por los vencedores y beneficiarios de la Revolución Mexicana.

El espejismo independiente

El país se debate entre un proyecto mal pensado, reformas que no se concretan y una realidad desastrosa. Hasta ahora el gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido fatal. Imposible culparlo de todos los males, pero es evidente que, rodeado de pésimos funcionarios bisoños y malos asesores, no ha logrado sino complicar más las cosas. Los resultados de sus primeros tres años no arrojan los mejores datos, a pesar del discurso oficial que no cesa de dar cifras optimistas.

Lo más complejo es la turbia guerra entre partidos. Para ellos, no está en juego el éxito de la nación, lo que importa es el botín que cada uno pueda llevarse. La situación se complica por la aparición de los “independientes”. El éxito de El Bronco ha desatado en la imaginería política ambiciones desmedidas e ilusiones ingenuas. Es obvio que no existen los independientes; para que aparezcan, el Estado tendría que reconstruir el tejido legislativo y político para romper la ruindad de la política tradicional.

Entre ellos, siendo rigurosos, no hay estadistas; existen aventureros, como Andrés Manuel López Obrador, o tenaces oportunistas como quienes militan en el PRD, ahora a la baja, o bien panistas de muy poca monta que, de arrogante militancia opositora, pasaron a la creación de facciones que pugnan entre sí, al estilo perredista. El resto son pequeños partidos en busca de fortuna.

Es posible que el PRI abra sus puertas a ciertos aspirantes de partidos distintos y acaso también a los llamados independientes, que no ciudadanos. Esto es más difícil tratándose de la Presidencia. Veremos pronto a los independientes que ganaron este año quedándose en promesas. Por ahora, tienen propuestas y proyectos que más parecen fruto de la fantasía que del talento para gobernar.

La crisis de los partidos

Encuestas recientes indican el cada vez mayor desprecio por los partidos y una población que piensa más en aquellos realmente ajenos a la política tradicional. El 56% de los posibles electores no cree en ningún partido. En síntesis, se hunden en el desprestigio; han tenido éxito en su propósito de defraudar al país.

A pesar de los bombardeos que a diario recibe el PRI en las redes sociales, así como de la inexperiencia del actual gobierno, este partido tiene más posibilidades de mantener la Presidencia en 2018. En tierra de ciegos, el tuerto es rey.

En 2016 están en juego 12 gobiernos estatales, más un congreso local. Para este año ya estarán visibles los aspirantes presidenciales. De hecho, varios personajes han expresado sus intenciones de habitar en Los Pinos. No se trata solamente de un hombre desquiciado por el poder como AMLO, también están listos otros ex priistas como Rafael Moreno Valle, en pugna sorda con Margarita Zavala. El priismo guarda silencio, esperando el dedazo presidencial. La oposición tiene problemas, debilidades y poca fortaleza.

Actualmente, México pasa por una interesante y polémica etapa a raíz de las últimas reformas políticas, en donde se toleró la elección de candidatos “independientes” y “ciudadanos”, sin partido. Sin embargo, los apreciados términos han sido distorsionados: pocos de los autopropuestos son realmente independientes; la mayoría pasó muchos años militando en partidos o a la caza de una posición gubernamental. Este aspecto es más peligroso –lo veremos–, cuando empiecen a gobernar. Necesariamente, para obtener recursos realizaron componendas con empresarios o políticos locales, que cobrarán tarde o temprano su apoyo. Las campañas son en exceso costosas.

Por otro lado, es más factible que triunfe un independiente a nivel de gobernador, presidente municipal o diputado local, que uno presidencial, dado que no cuentan con la infraestructura territorial requerida para llevar a cabo una campaña nacional, elemento que sí poseen los partidos, incluso los pequeños.

Los organismos políticos saben que ahora se requieren candidatos externos, de apariencia ciudadana, distantes de la tradicional corrupción que involucra al sistema en su conjunto. El PRI se apunta para la búsqueda, como ya el PRD lo hizo con Miguel Ángel Mancera, asunto discutible. Sin embargo, su entusiasmo no va más allá de la oratoria de sus dirigentes. Morena y el PAN los imitan, aunque hay un temor: ¿cómo reaccionarán sus militantes ante un candidato a gobernador externo?

Sin duda, se acabó la época de nombrar amigos o realizar compromisos políticos. El gran reto que tienen los partidos hoy es seleccionar personas que realmente tengan arraigo entre la población y posean una trayectoria intachable, hasta donde esto es posible en México.

O bien, como lo observamos actualmente, foguear a los potenciales candidatos desde ahora para que la población los conozca y vote por ellos. Estoy pensando en Aurelio Nuño, a quien supuestamente preparan para ser candidato a presidente de la República. Pero ni es un ciudadano común y menos conoce el país, ni su propia dependencia, la SEP. Es un recién llegado al que Peña Nieto desea promover.

Hay otros métodos, como el de Morena, en donde existe una dictadura perfecta: el candidato a presidente está ya seleccionado por su presidente y los demás puestos importantes son para sus incondicionales; los de bajo nivel son elegidos por mayoría, a mano alzada dirigida. No hay partido que en sus luchas y votaciones internas recurra a un sistema democrático. Un buen principio sería que le dieran voz y voto a las bases, a su militancia, que por lo regular acepta decisiones cupulares sin chistar.

El primer escollo para los partidos es la selección interna. Deberá hacer cambios para evitar no solo el rompimiento, sino la desbandada hacia otras organizaciones. Hay partidos más disciplinados, como el PRI y Morena, pero en el PRD y el PAN, es más difícil la concordia.

La fantasía del populismo

El populismo no es novedad, como creen muchos, es una antigua práctica que nunca ha dejado de funcionar. En México cobró fuerza con Luis Echeverría. Regaló dinero aquí y allá, tratando de eliminar la pobreza y solo logró quebrar al Estado.

En ese momento se formó un joven priista, López Obrador, entonces muy distante de la izquierda, representada por el Partido Comunista. Su autoritarismo, vanidad y capacidad para mentir lo están llevando al fracaso. Sin embargo, será en 2016 cuando sabremos con mayor precisión su peso real fuera del DF, así como el de los candidatos independientes.

Solo que AMLO no es un candidato independiente y menos ciudadano. Se trata de un hombre ambicioso que solo obedece a sus propias obsesiones y fantasmas, todos relacionados con el poder absoluto. Nació dictatorial y brutalmente autoritario. Por una mezcolanza de habilidades de corte priista y aprovechando una suma de situaciones y conflictos del PRD obtuvo la jefatura de la ciudad de México, la que hasta hoy parece suya. Pero, en la medida que se acerque 2018, su popularidad, cuyo eje no está en su natal Tabasco sino en el DF, irá resquebrajándose; lo apreciamos en las encuestas. La locura por el poder no es un acto político, es una grave patología. Dudo mucho que el país sea suicida.

Pero Obrador sí le teme a El Bronco, quien por ahora es “independiente” y le puede restar votos. No obstante, el síndrome creado por El Bronco no funcionará en el mediano plazo. Él mismo será responsable del fracaso. No basta el estilo tosco para gobernar, sino un programa de gobierno distinto, que no se ha visto. Hoy, políticos de todos los niveles están por levantar la mano para algún cargo, si no son postulados por sus respectivos partidos. ¿Qué hará Eruviel Ávila si el PRI de Peña Nieto opta por Nuño o José Antonio Meade? Un caso semejante es Margarita Zavala, hoy tan vilipendiada, lo mismo por Madero que por López Obrador.

Pero si en la lucha presidencial hay sigilosa turbiedad, entre aquellos que no tienen más opción que conseguir un escaño en las cámaras legislativas existe un enorme pataleo. No olvidemos que el hoy prófugo Marcelo Ebrard, de aspirante presidencial se conformó con buscar un asiento en la Cámara de Senadores. En este grupo, nada desdeñable, estarán los “independientes” y “ciudadanos”. En el legislativo podría darse una discusión más amplia y libre, si quienes lo integran son menos ignorantes que los actuales. Sus márgenes de maniobra dependerán de su conducta y decencia.

Una cosa es ver al ciudadano y otra bien distinta mirarlo transformado en político y disponer de recursos poco soñados y una amplia cuota de poder. Pienso en Cuauhtémoc Blanco gobernando Cuernavaca. Ni siquiera supo qué partido lo postuló. ¿Lograrán soportar la carga? Por otro lado, los gobernadores y congresos locales se están blindando para evitar independientes: endurecen los requisitos. Incluso la Suprema Corte de Justicia avaló la llamada “Ley Anti-Bronco”, al aprobar que cualquier interesado en buscar un cargo por la vía independiente haya estado fuera de cualquier partido por lo menos tres años antes.

El sector privado

Hemos soñado con modificar el rostro del país y hacer la metamorfosis a profundidad. El problema estriba en cómo llevar a cabo una tarea para Hércules. Aquí se hace necesaria la presencia de los medios, pero no los que conocemos, que luchan por recursos y peso político, sino los que ven por la sociedad. La censura ha pasado de Los Pinos a los directivos de diarios y empresas de información electrónica.

Falta reflexionar sobre la alta iniciativa privada, cuyas preocupaciones están centradas en las mayores ganancias posibles. En ocasiones, como en tiempos pasados, choca con los intereses sociales del Estado, que los tiene en su intento por no sucumbir: en las masas de pobres está el gran capital de votos. Tampoco se nota la preocupación de los patrones por dignificar a los medios de comunicación, cuando es tarea fácil a través de la publicidad. El sector privado suele ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Su actividad debe humanizarse y otorgarle un sentido social. Sus relaciones con el poder tendrán que basarse no en intereses económicos, sino en compromisos que beneficien a la sociedad. Con una clase media estrangulada, solo los extremos son visibles: de un lado la larga lista de multimillonarios; del otro, millones de pobres en condiciones infrahumanas.

Los principales estados desde el punto de vista de votantes son: Puebla, Oaxaca, Zacatecas, Chihuahua y Veracruz. Ellos suman alrededor de 12.5 millones de electores, de los 27 millones que irán a las urnas en 2016. Habrá cambios, padecen efervescencia. Lo que es claro es que el número de aspirantes a conducir tales gobiernos aumentará. El caso de El Bronco no es novedoso; antes, priistas afamados como Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Camacho o Marcelo Ebrard, habían emigrado del partido madre a otras creaturas igualmente repelentes. Lo interesante es que en Nuevo León un ex priista encontró poderosos apoyos económicos para triunfar, síndrome del que poco o nada sabemos; puras conjeturas.

Por ahora, los “independientes” son tema relevante. Todos aman su nacimiento formal con El Bronco, quien ahora goza su nuevo discurso: “El sistema político mexicano está caduco, obsoleto, podrido y corrupto”, algo que miles de mexicanos han dicho desde hace décadas, sin respuesta. Los intelectuales orgánicos y desempleados le aplauden, mientras López Obrador lo mira, pragmático, como un rival. Disputarán un segmento del electorado que busca transformaciones, aunque esto nos lleve al despeñadero.

Todos los partidos están preparándose para la lucha presidencial. Sobre todo, los mayores: PRI, PAN y PRD. Los métodos tradicionales no funcionan más, como lo ha mostrado Colima. Pero todavía quedan intereses empresariales que pueden apoyar a algún candidato o partido, práctica tan conocida como cierta. Tales acciones deberían desaparecer a través de nuevas tácticas de saneamiento social llevadas a cabo por el propio empresariado.

*Este texto es un extracto de uno de los reportajes principales de la edición impresa de enero de Alto Nivel. Busca tu revista en los principales puntos de venta, suscríbete en línea o descarga la revista digital. Sigue nuestra conversación en Twitter y Facebook.

autor Periodista, director digital de Alto Nivel, profesor universitario, amante de la música, deportista, maratonista, spartan y aprendiz de baile.
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