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Educación

El futuro no espera: el mito de la panacea educativa

05-02-2019, 1:43:12 PM Por:

Hacernos cada vez más críticos, analíticos, exigentes, seguros de nosotros mismos, talentosos en los que nos apasiona y lo que podemos hacer muy bien son partes de la clave para lograr la "panacea educativa"

Me declaro culpable de buscar durante muchos años que finalmente llegara una panacea en el terreno educativo. Una reforma, una ley, una institución o algo que lo resolviera todo, que nos encaminara hacia donde teníamos que ir, que lograra cerrar la brecha de oportunidad tan grande que tenemos en materia educativa por las grandes disparidades que hay en el país y lo atrasados que estamos con respecto al resto del mundo.

Después de todo, estoy convencida de que la educación es la vía para alcanzar una mejor calidad de vida y para lograr la movilidad social. Pero lo cierto es que la panacea jamás va a llegar y creo que ni siquiera existe. Tenemos que cambiar la forma en que vemos este gran problema.

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Archivo.

Analicemos la situación. He aquí algunos hechos:

  • Un cambio educativo no toma dos años… ¡ni siquiera seis! Un verdadero cambio educativo toma décadas. Quizá por eso la mayoría de las promesas políticas y los gobiernos no deciden apostarle al terreno de la educación. Los resultados no se verán para el final de su sexenio. Se comenzarán a vislumbrar hacia el final del próximo… o incluso del siguiente. La paciencia y, por supuesto, la atención constante, son clave para lograr un cambio en educación. El problema es que nadie las ha tenido…

No existe en este momento en el país ningún mecanismo formal para asegurar la continuidad de políticas públicas y reformas. Esto quiere decir, como lo hemos comprobado últimamente, que sólo toma unos cuantos días el echar abajo un proyecto que se venía cocinando por años.

Aunque esto da libertad y flexibilidad, también impide que los cambios sean transexenales. Y desgraciadamente caemos en la misma trampa una y otra vez. En lo que avanzamos y retrocedemos, avanzamos y retrocedemos, y nos ponemos de acuerdo, el resto del mundo y las exigencias que tiene no pararon de avanzar. ¡Noticia de última hora!: el futuro no espera.

  • Y hablando de futuro, el panorama laboral va cambiando a pasos agigantados. Lo escuchamos una y otra vez: estamos preparando a nuestros estudiantes para trabajos que todavía no existen. La mayoría de los puestos actuales desaparecerán por ser automatizados y surgirán nuevas oportunidades que tienen requerimientos completamente distintos para realizarlos de forma exitosa. Si de por sí ahorita nuestro sistema educativo ya está atrasado, ¿qué va a pasar si volvemos a sentarnos a pensar y planear, en lugar de evaluar, construir y transformar sobre las bases que ya tenemos?

La educación necesariamente existe dentro de un marco político y legal. Sin embargo, desgraciadamente lleva décadas y décadas siendo politizada. Cada gobierno en turno la utiliza con una agenda específica y la toma, no como el fin en sí mismo que es, sino como un medio par adoctrinar a nuestros estudiantes en una visión específica que ellos tienen. La educación, en su sentido más fundamental, debería llevarnos a ser cada vez mejores personas.

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Esto quiere decir que en muchos sentidos, no nos tiene que dar las respuestas, sino que nos tiene que ayudar a navegar preguntas, retos, problemas; a hacernos cada vez más críticos, analíticos, exigentes, seguros de nosotros mismos, talentosos en los que nos apasiona y lo que podemos hacer muy bien. ¿Cuándo hemos escuchado esta descripción dentro de nuestro sistema educativo?

Así que, ¿qué hacer frente a esta situación que parece no avanzar? Sin duda, no nos podemos quedar a esperar “a ver qué pasa”. En este momento, esperar y tener fe en que todo se va a acomodar es ingenuo y equivalente a ponernos la soga al cuello. No, mi esperanza ya no está en las autoridades educativas y en los nuevos gobiernos. Quizá jamás debió estarlo… Y aquí está la idea clave: mi esperanza radica en que los millones de mexicanos poco a poco tomemos el control de nuestro propio proceso de aprendizaje, de nuestra propia educación –y que lo hagamos durante toda la vida.

Mark Twain dijo en una ocasión: “no dejes que la escuela interfiera en tu educación”. ¡Vaya razón que tenía! Tenemos, sin duda, que mejorar las escuelas y no perderlo de vista; pero mientras eso sucede, apropiémonos de nuestro proceso de aprendizaje.

Quiero ver personas curiosas que hagan preguntas sobre todo lo que vean. Quiero ver personas que cuando alguien les conteste que “no es su asunto”, sigan buscando las respuestas por otros medios. Quiero ver personas tan interesadas en aprender sobre un tema específico que nada las detenga hasta que lo hayan conseguido.

Quiero ver personas que se entusiasmen al encontrar a otras que tengan opiniones distintas a las suyas, porque saben que eso significa que pueden construir y aprender; saben que el diálogo termina cuando todos piensan igual que uno mismo. Quiero ver personas que analicen su realidad con objetividad; que tengan el valor de denunciar lo que está incorrecto y también, de aplaudir los logros.

Me gusta un término acuñado por Alfie Kohn en su libro “The Myth of the Spoiled Child” (2014): rebeldes reflexivos. Muy distinto a un “rebelde sin causa”, que apela sin sentido y sólo por hacer ruido, y todo lo contrario a un obediente empedernido que acata las normas por acatarlas y jamás cuestiona.

Una persona es un rebelde reflexivo cuando es crítico. No sigue ciegamente, sino que evalúa una situación, una norma, un pedazo de información o cualquier otra cosa y, si tiene sentido, lo acata; si no, tiene el valor de alzar la voz, cuestionarlo u objetarse a seguirlo. Es un rebelde con una razón fundamentada.

Y para llegar a este punto, tenemos que estar constantemente aprendiendo. Una persona con control de su propio aprendizaje es lo mejor que le puede pasar al país porque entre más conocemos, más observamos. Entre más observamos, más comprendemos. Entre más comprendemos, más críticos nos volvemos. Entre más críticos somos, más podemos imaginar futuros alternativos y participar activamente en hacer realidad los mejores y a largo plazo–incluyendo el de nuestro sistema educativo–.

Y estoy convencida de que esto se puede convertir en un movimiento exponencial. Unos comienzan poniendo el ejemplo; después, todos aprenden de todos.

¿Utopía, locura? Tal vez. Siempre me gustó soñar … ¿Ingenua? No, ni un poco. La pregunta es la siguiente: ¿Te atreves a tomar el control de tu propio aprendizaje y a apoyar a otros a que lo hagan también?

 

autor Profesora en la UP e investigadora en el Instituto de Fomento e Investigación Educativa.
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