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Economía

¿Por qué los trabajadores pierden en la carrera precios-salarios en México?

13-12-2021, 10:18:08 AM Por:
© Depositphotos

Aunque los salarios suban más que la inflación general, los mexicanos de a pie resienten un impacto inflacionario mucho mayor.

En la carrera precios-salarios siempre hay un sólo perdedor, y es el segundo. En México la elevada inflación está generando un escenario de algo que no habíamos observado en décadas. Sí, se trata de esa competencia desigual que invariablemente la perderán los salarios.

Basta ver de forma general lo que ha sucedido este año y tomar un ejemplo, para darnos cuenta de que estamos frente a un fenómeno que debe detenerse lo más pronto posible antes de que termine de ubicarnos en épocas que parecían ya superadas.

En una primera lectura, superficial, cualquiera diría que pese al mal año que hemos registrado en materia de inflación, el incremento a los mínimos reportado a finales de 2020 logró paliar los efectos negativos.

Las cifras podrían confirmarlo. En efecto, al cierre de 2020 el gobierno federal anunció un aumento a los salarios mínimos de 15 por ciento, para colocar el sueldo diario en 141.70 pesos, equivalente a 4,251 pesos mensuales. Este aumento es superior al promedio de inflación registrado al cierre de noviembre, en 7.37 por ciento a tasa anual. Para 2022, la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) acordó un incremento de 22% para los salarios en el país.

Visto así, el aumento a los salarios mínimos es más del doble del incremento que se registró en los precios generales durante ya prácticamente todo el año, porque previsiblemente la inflación cerrará diciembre en niveles muy cercanos a los del mes pasado, de 7%.

Sin embargo, ver un bosque en su conjunto nos impide ver los contrastes que existen en su interior.

Precios rebasan por la derecha, y a toda velocidad

Tomemos sólo un ejemplo para darnos cuenta de lo que sucede en realidad; al cierre del año pasado, en diciembre, el kilo de carne de res había subido hasta niveles máximos de 145 pesos, lo que ya había escandalizado a muchos.

Sin embargo, los reportes más recientes de las centrales de abasto, y sobre todo de los mercados populares, señalan que un año después, en este diciembre de 2021, el mismo kilo de carne de res tiene un precio promedio de 180 pesos.

Sólo ese producto reporta un incremento anual de 24.14 por ciento respecto al nivel de diciembre del año pasado; son casi 10 puntos más de lo que subieron los salarios mínimos, dicho incremento, cuando menos en un alimento que se supone esencial en la dieta de los seres humanos, ya dejó atrás el impulso del salario.

Pero vayamos más atrás; los registros históricos señalan que en diciembre de 2019 el mismo kilo de carne de res costaba alrededor de 95 pesos, por lo que hablamos ya de un ajuste superior al 100 por ciento en este producto, en sólo dos años.

También podemos verlo de otra forma, amable lector, para que usted note los efectos perversos de la inflación. Suponga que su salario mínimo lo destina mes a mes única y exclusivamente a la compra de carne de res; en diciembre del año pasado con su salario de 2021 pudo comprar 29.31 kilos de carne cada mes.

Un año después le alcanzaría para 23.61 kilos de la misma carne de res, usted habría recortado su consumo mensual de carne de res en prácticamente 6 kilos por el aumento en el precio del producto, se trataría de una merma de 20.68 por ciento, también superior al aumento de 15 por ciento en los salarios mínimos para este año.

Este fin de semana algunos medios señalaban que existía preocupación entre los productores nacionales por la escasez de ganado y las condiciones de aumentos de precios en insumos para su cría, por lo que de continuar la situación ellos consideraban que en breve, quizás antes del cierre de este mismo año, el kilo de carne de res toque el techo histórico de 200 pesos, y que en los primeros meses de 2022 pueda llegar hasta 250 pesos, son proyecciones pero no dejan de ser relevantes, y sobre todo preocupantes.

Si un escenario así se consolida, es decir el kilo de carne de res en 200 pesos al cierre de año y en 250 pesos en algún momento de 2022, habremos sido testigos de dos cosas.

1) El incremento sólo en este producto, esencial para la dieta de los mexicanos, habría registrado un incremento de 37.93 por ciento en este año 2021, es decir, 2.53 veces respecto al aumento de los salarios mínimos para este mismo año que termina.

2) El previsible incremento hasta 250 pesos por kilo para algún momento de 2022 representaría un repunte de 25 por ciento; eso en español significa que el aumento ya pactado al salario mínimo para el año que viene, de 22 por ciento, habría sido borrado en este producto mucho antes de que concluya el periodo.

Es muy importante estar consciente de que, en esta materia, la de los precios y los salarios, hay puntos finos a observar para saber la verdadera magnitud de lo que se trata.

Es cierto, otros productos han bajado en el año, pero en términos generales los incrementos son mayoritarios, sólo que lo relevante es “desmenuzar” lo que sucede con los productos más importantes y vitales para los mexicanos en este caso, cercanos a la llamada “canasta básica”, que a veces de tan básica se olvida su relevancia.

Las primeras señales de cierto descontrol de precios en la economía mexicana nos llevan a otros signos, como el de un fenómeno que golpea en prácticamente todos los estratos sociales, pero que desde luego siempre afecta más a los menos favorecidos, a los que ganan menos en la escala salarial.

Así, una cosa es leer que la inflación promedio anual en México durante noviembre fue de 7.37 por ciento, la más alta en caso 21 años, a la vez que se señala que el aumento a los salarios mínimos este año fue de 15 por ciento.

Sin embargo, en los hechos, los mexicanos de a pie resienten un impacto inflacionario mucho mayor. Hay dos elementos económicos que explican en parte porqué la carrera precios-salarios está perdida para los trabajadores desde su inicio, e incluso antes de que empiece, si acaso no ha comenzado

Por estas causas los trabajadores pierden la carrera precios-salarios

La primera causa es una ley universal, la segunda obedece a una situación particular, casi exclusiva de la economía mexicana.

1) La ley de la flexibilidad de precios versus la inflexibilidad salarial: Por definición, los precios son altamente flexibles en casi cualquier economía, salvo que estén sometidos precisamente a un esquema de “control de precios” o algo que se le parezca. Los precios pueden ajustarse tantas veces como quieran quienes fijan los costos de lo que producen u ofrecen en los mercados; pueden cambiar diario o incluso varias veces en un día.

Por supuesto, no necesariamente suben siempre, pero sí es un hecho que las variaciones de precios son altamente flexibles.

En cambio, flexibilizar los salarios es algo prácticamente imposible, sería un desastre para las empresas y para la economía, ésta colapsaría casi con seguridad, y provocaría una “carrera desenfrenada” que llevaría directamente a un proceso hiperinflacionario.

Ejemplos sobran en el mundo, incluyendo a México. Cuando en la década de los años ochenta del siglo pasado se decidió hacer una “revisión” salarial a medio año para “compensar” el aumento de precios, lo único que se logró fue llevar al país a una inflación de triple dígito.

2) La base salarial es muy baja: En México, pese al notable aumento del salario mínimo durante la presente administración, es un hecho que la llamada “base del salario” se mantiene muy baja, rezagada como consecuencia de décadas de malos salarios en México.

Por lo tanto, son incrementos “sustanciales”, muy relevantes respecto a otras épocas, sin duda alguna, se absorben rápidamente en un proceso de inflación acelerada como el que vivimos actualmente.

Así, todo nos lleva a la misma conclusión vertida en otras entregas: es muy importante que en los próximos meses la inflación empiece a retroceder, porque estamos frente a un escenario delicado, no visto en décadas, con muchos “puntos finos” que no se ven a simple vista pero que golpean de cualquier forma y posiblemente mucho más en los bolsillos (carne de res, etc, etc, etc).

Lo peor es que muchas veces no se dimensiona la magnitud de lo que sucede, hasta que es demasiado tarde.

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