Con o sin aranceles, el daño al T‑MEC ya está hecho

La incertidumbre es un factor que, usualmente, resulta letal para las economías y los mercados financieros a nivel mundial.
La aplicación de aranceles del 25% a las exportaciones de México hacia Estados Unidos, implementada a partir del 4 de marzo pasado, duró solamente 48 horas y fue retirada el 6 de marzo tras un acuerdo entre los presidentes de ambas naciones. La nueva fecha fatal se fija ahora para el próximo 2 de abril.
Es el segundo aplazamiento que se produce en los escasos 50 días transcurridos desde el inicio de la segunda etapa de la administración Trump. En la primera ocasión no se aplicaron aranceles y, en esta, se hicieron efectivos únicamente durante dos días. Desde luego, nadie sabe qué ocurrirá en abril; la incertidumbre es, sin duda, el signo distintivo en toda la región y, prácticamente, en el resto del mundo.
Luis Gonzali, codirector de inversiones en Franklin Templeton, señaló hace unas semanas que la aplicación de aranceles por un corto tiempo no provocaría ningún problema. Sin embargo, si la medida llegara a durar varios meses, habría que replantear todo el escenario económico del país de cara al futuro.
Otros analistas opinan de manera diferente; de hecho, sostienen que el daño al T‑MEC ya está hecho, se apliquen o no aranceles en los próximos meses.
Por ejemplo, Gabriela Siller, directora de análisis en Banco Base, considera que la aplicación de aranceles tanto a México como a Canadá equivale, en la práctica, al fin del T‑MEC. Aplicar aranceles de manera unilateral a los principales y únicos socios del tratado es señal de que dicho acuerdo ha llegado a su fin.
BBVA opina algo similar; sus análisis indican que ya no es posible hablar de un tratado que ha sido vulnerado por medidas unilaterales, ya que, se apliquen o no aranceles, bastan las simples amenazas.
Por su parte, CI Banco comparte prácticamente la misma postura: la aplicación de aranceles fuera de cualquier mecanismo legal (ya que éstos están contemplados en el T‑MEC) supone, en la práctica, el fin del acuerdo, aun cuando éste siga vigente. De hecho, resultaría más conveniente apresurar su revisión antes de la fecha estipulada —es decir, antes del año 2026— para lograr acuerdos que permitan recomponer la relación comercial entre las tres naciones.
El daño al T‑MEC es irreversible
Más allá, aunque los aranceles se apliquen solo durante unas pocas horas —como ocurrió recientemente— y luego se logren acuerdos para revertirlos, el daño al T‑MEC ya está hecho. Incluso con cada posposición, amenaza o extensión de la medida hacia otra fecha fatal, se incrementa el perjuicio.
Los analistas consideran que el impacto sobre el T‑MEC es irreversible, pues se ha mermado la certidumbre en torno a un tratado concebido como mecanismo de estabilidad y crecimiento duradero para las tres naciones. La seguridad de que nadie podrá vulnerarlo ha desaparecido; en cualquier momento podrían adoptarse medidas no previstas en los estatutos e incluso alguna de las partes podría decidir retirarse sin que exista causa alguna amparada en el acuerdo. Sin duda, el tratado será renegociado, pero ya sabemos que las reglas pueden cambiar en cualquier momento. Se ha sembrado la incertidumbre y, en economía y mercados financieros, este factor resulta letal.
En términos de volumen, el intercambio comercial entre México y Estados Unidos alcanza prácticamente los 800 mil millones de dólares anuales, una cifra enorme sobre la que ahora recae una gran incertidumbre. Es mucho lo que está en juego y numerosas son las reacciones ante esta situación; además, el comercio entre ambos países ha crecido de manera significativa desde la firma del TLCAN en 1994.
La relación comercial entre ambas naciones es un hecho innegable; se trata, más que de una simple relación, de una vinculación total, ya que no se puede explicar el desempeño de la economía de una sin considerar a la otra.
México depende en gran medida de las exportaciones a Estados Unidos, lo que representa una parte significativa de su Producto Interno Bruto (PIB). Por su parte, para Estados Unidos, México es un mercado clave para productos agrícolas y manufacturados, además de ser un importante proveedor de insumos para numerosas industrias estadounidenses.
En el sector automotriz, México —por ejemplo— es uno de los principales exportadores de vehículos y autopartes hacia Estados Unidos; en la agricultura, el país exporta una amplia gama de productos, y en el sector de tecnología y electrónica se ha convertido en un hub de producción de componentes y dispositivos de consumo para el mercado estadounidense.
Por ello, la incertidumbre generada por las amenazas de aranceles hace que el daño al T‑MEC sea irreversible. Hoy, inversionistas y mercados en general saben que las reglas pueden cambiar en cualquier momento; de hecho, ya han sido modificadas, no solo mediante amenazas, sino también a través de acciones concretas registradas entre el 4 y el 5 de marzo.
Los mercados, sensibles
Quizás el mejor reflejo de la volatilidad e incertidumbre derivadas de la guerra comercial en el T‑MEC y de la aplicación de aranceles se observa ya en los mercados financieros.
Ayer, el índice tecnológico Nasdaq cayó un 4 % ante los temores de una recesión en Estados Unidos, siendo esta su peor jornada desde 2022. Nvidia, una de las empresas líderes del sector, cayó un 5,5 % y elevó su pérdida anual a poco más del 18 %.
Desde luego, la incertidumbre en las bolsas no es únicamente producto de los desencuentros comerciales entre México y Estados Unidos, sino que también influye el contexto global, lo que sin duda afecta a la región. En este escenario, ha surgido una fuerte tendencia entre la comunidad de analistas que considera que el T‑MEC ya no funcionará bajo las actuales circunstancias, pues se encuentra “herido de muerte”. Por ello, apuestan por una revisión prematura del acuerdo; quizás, en el fondo, ese sea el gran objetivo de Estados Unidos, y los otros dos países tendrán poco margen para evitarlo.
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