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México

Pejeconomía: la añeja propuesta económica de López Obrador

08-11-2017, 2:39:26 PM Por:

La propuesta económica de López Obrador no toma en cuenta la productividad y se basa, principalmente, en los recursos naturales y la figura presidencial

Andrés Manuel López Obrador sigue en campaña (ilegal). No sólo recorre el país infatigable, sino que presenta continuamente viejas y nuevas propuestas de gobierno. Un problema es que muchas de ellas hacen un conjunto de sinsentidos económicos.

No tiene nada de malo no saber economía: Presidentes que habían, por ejemplo, estudiado Derecho simplemente depositaban su confianza en una persona sólida en materia de finanzas. Los mejores ejemplos son Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, que tuvieron al mismo titular en la Secretaría de Hacienda: Antonio Ortiz Mena. Si el titular de SHCP decía “no” a solicitudes de gasto, era “no”. El problema fue cuando las finanzas, en palabras del presidente Echeverría, se empezaron a “manejar desde Los Pinos”. Así fue, y así nos fue (dijo magistralmente Gabriel Zaid). La tradición la siguió otro abogado neófito en economía, José López Portillo. Nos fue peor.

Pasión por La Silla

López Obrador se atoró en los tiempos de su temprana adultez. Nacido en 1953 llegó a esa etapa en el sexenio echeverrista, en el apogeo del priato. No se movía la hoja de un árbol sin la orden o el visto bueno de El-Señor-Presidente-de-la-República. AMLO quedó obnubilado con ese poder que irradiaba de Palacio Nacional. Mucho de su voluntarismo se explica por la certeza que sólo es necesario un Presidente (con mayúscula) que sepa lo que debe hacerse, y mande, para lograr lo que se quiera.

El tabasqueño tiene, en ese sentido, un respeto impresionante por una institución, una sola: la Presidencial. Por ello no cree necesarias otras instituciones, dado que es suficiente una, por supuesto con su persona ocupando La Silla y calzándose La Banda. Los frenos o contrapesos no son necesarios cuando se tiene el poder y se cuenta con un gran Proyecto de Nación (muchas mayúsculas).

Uno de los varios problemas potenciales de López Obrador en Palacio Nacional es esa pasión por el presidencialismo desenfrenado cuando hoy abundan frenos y contrapesos, desde el Congreso hasta la Suprema Corte, agregando gobernadores de otros partidos. Quedan pocos vestigios de ese omnipotente presidencialismo mexicano que magistralmente describió Jorge Carpizo. Lo que este denominó “poderes metaconstitucionales” ya no existen, excepto en las ideas de AMLO.

Obsesión por recursos naturales

La economía obradorista, no sólo la política, sigue anclada en la década de 1970. El virtual propietario del Movimiento de Regeneración Nacional es un ferviente creyente en el errado dicho de que México es “país rico con gente pobre”. Creció contemplando la potencia fluvial del Grijalva y los borbotones de petróleo del sureste mexicano. Equipara riqueza con la existencia de los recursos naturales. Le es ajena la noción que la fuente de la prosperidad reside en la capacidad de transformar esos recursos por medio de la tecnología y el capital humano. Esa capacidad se resume en una sola palabra: productividad. Es la que explica el enriquecimiento de naciones otrora pobres, muchas de ellas muy escasas en recursos naturales (que simplemente importan de países similares a México), como Singapur o Corea del Sur.

La pejeconomía no contempla la productividad. Es un factor que ignora para centrarse en los “recursos naturales” y el empleo en torno a ellos, por improductivo que ello sea. Del Estado manarán los dineros, abundantes, para que esos recursos, brazos y naturaleza, se conjunten. No importa que ello incluso lleve a una destrucción de valor, se trata de poner a trabajar a la nación, todo bajo la visionaria batuta del gran conductor de la nación en la sinfonía de la felicidad popular.

Loas a la improductividad

La más reciente propuesta de López Obrador sigue esa línea que cree que el gobierno debe ser el motor del crecimiento: mover las dependencias federales de la Ciudad de México y repartirlas a lo largo y ancho del territorio nacional. Desde el Conacyt a La Paz (Baja California Sur), hasta la Secretaría de Educación Pública (Puebla), con Medio Ambiente a Mérida, el IMSS a Morelia, Desarrollo Urbano a Pachuca o Comunicaciones y Transportes a San Luis Potosí. Gobernación, Hacienda, Relaciones Exteriores, Defensa y Marina se quedarían en CDMX.

Qué mover y dónde ya lo sabe López Obrador. Ello implicará mover también cientos de miles o incluso millones de personas entre funcionarios de todos los niveles y sus familias. Sin estudios ni justificaciones técnicas, sólo algunos aparentemente con cierta lógica de objetivos. Hay muchos pobres en Oaxaca, pues allá se mueve Desarrollo Social; Nuevo León es muy industrial, lo que hace ideal que con los regios se ubique la Secretaría de Economía. Hay misterios peculiares como el SAT a Mexicali o Nacional Financiera a Torreón, o Comisión Federal de Electricidad a Tuxtla Gutiérrez.

¿Cuál es la lógica del tabasqueño? Simple y única: dinamizar economías locales. Nada más. Para “convencer” a los funcionarios respectivos ofrecerá de todo, desde créditos para vivienda hasta aumentos de salarios, pasando por facilidades para que los hijos respectivos encuentren escuelas. ¿Cuánto costaría semejante descentralización que no existe en ningún país del mundo? Imposible de saber. Es dislocar un gobierno sin aumentar en nada, y posiblemente reduciendo, su eficiencia, a un costo posiblemente astronómico.

Otra propuesta que es una loa al trabajo improductivo es la de pavimentar carreteras a mano (ver 25:14 en delante de la entrevista). Un esquema de trabajo ya aplicado, de hecho, en el sexenio echeverrista. No importa que los sueldos a pagar a los trabajadores superen el valor de lo hecho, se trata de emplear personas al máximo. Lo mismo puede decirse de las becas que propone para jóvenes. Nada menos que 2.3 millones de personas recibiendo un salario de 3,500 pesos mensuales. ¿Para qué? Para “formarse”. Otros 300 mil recibiendo alrededor de 2,400 pesos al mes, en este caso para estudiar.

Refinerías y aeropuerto

El aspirante presidencial no sólo sabe dónde poner Secretarías y otras dependencias oficiales por todo el país, sino refinerías y aeropuertos. Entre otras promesas no negociables está construir dos de las primeras. Incluso detalla los lugares específicos (de nuevo, sin un solo estudio técnico o financiero): una en Dos Bocas, Tabasco, la otra en Atasta, Campeche. En un planeta en que las grandes promesas son Elon Musk y la energía solar, y en el que abunda capacidad de refinación, Obrador quiere canalizar miles de millones de dólares para refinerías que probablemente no estarán finalizadas al acabar su gobierno.

Con el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México ocurre algo parecido. El morenista lo ha reiterado una y otra vez: cancelará el proyecto actual, con todos los avances registrados hasta diciembre 2018 (y contratos firmados, así como deuda emitida). Insiste que será más “barato” ampliar la base aérea de Santa Lucía. Alega que los estudios técnicos realizados para justificar el actual proyecto están equivocados, y que obviamente su propuesta es la correcta.

Torrentes de dinero… sin dinero

Las intenciones son loables, pero lo fundamental son los resultados. El problema es el torrente de dinero que López Obrador requiere para todo lo que ha prometido y aquello que sin duda ofrecerá en los meses subsecuentes. Habla mucho de austeridad y de corrupción cero (algo complicado de considerar cuando le gusta rodearse de personas cuya reputación no es precisamente de honestidad). Sin embargo, austeridad e incluso menor corrupción no traerían la enorme cantidad de recursos que serían necesarios. Lo que también ha dicho AMLO es que no aumentará impuestos y que su gobierno no tendrá déficit fiscal, por lo que tampoco emitirá deuda. También respetará la autonomía del Banco de México, por lo que no podrá imprimir dinero.

La pejeconomía es para poner los pelos de punta cuando se considera como un todo. El estatismo entusiasta de su creador requiere de un gasto público exacerbado sin pretender siquiera encontrar los ingresos que harían falta. Las promesas generosas se conjuntan con aquellas que destacan por una economía improductiva. La pejeconomía tiene un eje trasversal: la demagogia.

El autor es doctor en Economía (Essex), economista (ITAM) y comunicólogo (UNAM). Profesor, Escuela de Negocios del ITESO, Investigador Asociado CEEY. Trabajó en el FMI.

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel.

autor Doctor en Economía (Essex), economista (ITAM) y comunicólogo (UNAM). Profesor, Escuela de Negocios del ITESO, Investigador Asociado CEEY. Trabajó en el FMI.
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