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Se suele afirmar que quienes no saben de política suponen que la racionalidad en la toma de decisiones consiste en que el “dato duro” debe mandar sobre la conducta de los actores. Si los actores no “obedecen” al dato duro –por ejemplo resultados de sondeos y tendencias de votación- entonces el comportamiento de ellos se califica como “irracional”. Esto es falso. Solo se podría calificar así si el dato duro es contundente y censal. Las encuestas por definición no son censos y “solo” son muestras de la realidad con una serie de presupuestos.
Por tanto, ante la afirmación de que los votantes votaron irracionalmente en cualquier proceso electoral o en la pasada jornada electoral del 8 de noviembre en Estados Unidos no tiene sentido ni fundamento. Los votantes estadounidenses operaron en la racionalidad de y desde sus condiciones educativas, mediáticas y culturales maximizando sus propios intereses. ¿Por qué suponer que porque no votaron por el candidato(a) de la preferencia del supuesto analista entonces operaron en la irracionalidad? No tiene lógica ni sustento análitico.
Pero los resultados ya están y son los que son y hoy se tiene, le guste o no le guste a quien sea, a un presidente electo de los Estados Unidos llamado Donald Trump. Y aquí lo importante, entre otras cosas, es intentar, bajo ciertos supuestos, dibujar el mapa de decisiones que estará en su agenda a partir de la toma de posesión en enero de 2017.
El hecho de que el consenso mediático haya ido favoreciendo a Clinton eso no nos hace concluir forzosamente que el voto hacia Trump haya sido una sorpresa o concluir que el “mundo está loco” o porque “es el fin de la democracia” o porque “triunfó la irracionalidad”, ni ninguna afirmación poéticamente escandalosa como las anteriores. Simplemente el colectivo del stablishment no quiso y no quería darse cuenta que Trump estaba con el electorado en las zonas donde debía estarlo; decía lo que ellos pensaban y esperaban, y nunca pensaron que un outsider podría romper con el oligopolio del poder representado por Clinton. La ingenuidad del voluntarismo siempre nubla la razón.
Hoy, dicen algunos, el legado de Obama queda en manos de un hombre que lo desprecia, que abomina de sus políticas, que lo ha atacado en lo personal y en lo profesional. Trump es contrario, o eso ha dicho, a la apertura con Cuba, al acuerdo nuclear con Irán. El nuevo presidente ha prometido “demoler” la reforma sanitaria y “deportar” a todos los inmigrantes ilegales.
Estados Unidos ha votado por su interés, quizá no el del país, pero sí el de cada uno de los electores. Y eso es lo que ha sabido ver Donald Trump, llamando loco al resto del mundo, que no se ha enterado de que el país más poderoso del planeta está habitado por personas que se sentían abandonadas. Esos millones de blancos tradicionales se han mostrado mayoría también diciendo el país sigue siendo nuestro.
El triunfo de Trump, el Brexit en Reino Unido, la victoria del NO en Colombia, las manifestaciones locales y cada vez más individuales de colectivos alrededor del mundo reclamando cada vez más beneficios individuales y cada vez menos pensando en el “colectivo” país o mundo quizás son los hechos que marcaran las nuevas formas de hacer política en el presente siglo.
Pero no nos confundamos, no es la democracia la que está entredicho, ni las libertades, ni el Estado de Derecho, ni los sistemas elctorales… “simplemente” es la reacción natural de una sociedad inculta y sin educación desatendida por todos (sí,también en Estados Unidos) que con los mecanismos que tiene al alcance hace mover a los actores y a las políticas públicas más hacia ella misma y menos a su propio país.
El perfil del candidato nos podrá dar luz para los supuestos de actuación una vez llegada la toma de posesión. Obviamente sin ser determinantes los rasgos, sí nos puede dar algo de luz al respecto.
Si la misma personalidad del candidato electo lo traiciona y le sugiere que él ya ganó y por tanto los demás son los que tienen que hacer y hacer mucho por conquistar su voluntad de mandatario, entonces cometerá grandes errores en las primeras semanas de su gestión.
Credibilidad:
Política exterior:
Conciliación:
Terrorismo:
Economía:
Inmigración:
Seguridad:
Cambio climático:
La pregunta es si nuestro gobierno, nuestros políticos y nuestros empresarios, así como nosotros mismos -como ciudadanos, tendremos las capacidades para gestionar esta nueva etapa en la vida de todos.
Lo que ha sucedido en Estados Unidos es el resultado del desapego de las élites de las problemáticas sociales más urgentes y más lacerantes. Que en México no atendamos esta misma situación provocará que el resultado de las elecciones del 2018 sea igual de lamentable que el de los Estados Unidos hoy en día. Padeceremos el populismo, el proteccionismo, la discrecionalidad en la aplicación de la justicia, la demagogia y el autoritarismo. Y tal vez entonces alguien diga que la democracia se equivocó. No, nunca la democracia se equivoca, se equivocan los usuarios de la misma.
*El columnista es profesor de Entorno Político y Social del IPADE. Tiene estudios en Ciencia y política y Alta Dirección. Ha sido consultor de organizaciones, gobierno y empresas. Colaborador en revistas y diarios a nivel nacional e internacional.
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