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De Opinión

#DobleNoCircula: Fracasó la estrategia ambiental de la CDMX

06-04-2016, 8:50:35 AM Por:
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El Hoy no Circula doble no es una medida de responsabilidad ambiental: es la expresión del fracaso de una ciudad que no pudo poner orden y que espera que la gente lo pague con uno de los peores impuestos: su tiempo.

En Estados Unidos circulaban 257.9 millones de vehículos en 2015, contando autos, camiones, motocicletas, etc. Cerca de 91% de los hogares estadounidenses tenían uno o más vehículos hacia 2014. Anualmente se venden 17 millones de vehículos nuevos y más de un millón se mandan a los depósitos de chatarra, si bien unos intentan ingresar ilegalmente a México.

Pero claro, no estoy hablando de copiarles la costumbre a nuestros vecinos. Sigue leyendo.

El contar con un auto o no en Estados Unidos está poco relacionado con el poder adquisitivo de la población. En la quebrada y pobre ciudad de Detroit, sólo 26% de los hogares no tenían auto. En la próspera Boston el porcentaje, en cambio, asciende a 37% y en la ciudad de Nueva York a 56%. Ya propiamente en Manhattan el porcentaje de hogares sin coche se eleva a 70%.

La conclusión allá es lógica: la decisión de comprar auto no tiene que ver con factores financieros de la gente, que en gran parte cuenta con el ingreso o el crédito para hacerlo, sino con la efectividad del transporte público mezclada con la dificultad para transitar en un auto individual. Tener un auto en Dallas es bastante más necesario que en Chicago, digamos.

Este es el panorama que tenemos enfrente; es lo que podemos ver más de cerca. La adquisición de un vehículo es una aspiración en los hogares mexicanos, no únicamente por consumismo, o búsqueda de status, que lo hay. También tiene una relación inversa con nuestra facilidad de desplazarnos de un lado a otro de nuestras ciudades por medio del transporte público.

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Del comportamiento de consumo se desprende que un hogar en México y Estados Unidos va a tomar la decisión de comprar un auto en cuanto le sea posible pagarlo. El gran modificador es la facilidad para transportarse por otros medios. La demostración de ello en ambos países es un minoritario pero creciente segmento de la población que está optando por no poseer un auto, cuando pudiera adquirirlo. Son grupos urbanos, sin duda, no viven en los suburbios, sino en los centros de ciudad. Trabajan, estudian, caminan, pasean a sus perros, toman cafecito en un radio de pocos kilómetros..

Tal vez no se les baje de hipsters, pero ahí están. En México, viven y trabajan en las colonias centrales de la CDMX (Condesa, Roma, Del Valle, Cuauhtémoc, hasta Polanco, Nápoles, Narvarte), las mejor comunicadas y se trasladan en horarios no pico, lo cual les hace mucho más accesible el transporte público. Por supuesto, su calidad de vida es alta.

A estos “privilegiados” les siguen los que prefieren usar el auto en trayectos cortos o largos sin necesidad, por cuestiones de comodidad, status, pereza o lo que gustes. También son los menos y su calidad de vida es alta.

Enseguida están quienes usan un auto por diversas necesidades (o percepciones), como tener que cumplir horarios y trasladarse en horas pico, por estar obligados a trasladarse por toda la ciudad durante todo el día, por alguna discapacidad física, por vivir y/o trabajar en lugares muy distantes uno del otro y por falta de un servicio de transporte público cómodo, seguro y accesible en alguno de estos dos puntos. Su calidad de vida es menor. Manejan por horas, gastan gasolina, nervios y energía en el tráfico; tienen poco tiempo libre y mucho de traslado.

Finalmente, están quienes tienen una o todas estas necesidades y no tienen acceso a un auto particular. Están condenados al transporte público, a los trayectos de dos horas y media, a abarrotarse y dormitar en microbuses y camiones destartalados o, si les va bien, en el metro. Su calidad de vida es baja. Se levantan a las 5 de la mañana para llegar a su trabajo en el Centro y Poniente de la ciudad a las 8 en punto. Llegan a las 10 de la noche a casa, si bien les va, cenan y se duermen.

No importa lo que las autoridades de una ciudad ordenen, comuniquen, difundan o pretendan convencer a través de campañas de publicidad y desalentadoras políticas en contra del automóvil. Si le llega a ser posible financieramente, este último grupo comprará un auto inmediatamente, punto. Va a preferir viajar dos horas en su coche que en un microbús; se sentirá un poco más seguro; va a poder cargar con más cosas y llegará más presentable a su lugar de trabajo, aunque no tenga aire acondicionado y el coche falle de cuando en cuando.

Evidentemente es una estructura piramidal. En el último peldaño están millones personas en la CDMX. La dinámica es una consecuencia del ascenso social y difícilmente va a cambiar si además de palo no hay zanahoria.

Hay a quienes les gusta sembrar prejuicios en contra de los usuarios de automóvil, como si todos fueran gente rica, floja, comodina y un tanto sangrona.  Ignoran que la mayoría de los autos se compran a crédito, en pagos de cuatro a cinco años, que el autito es un esfuerzo familiar al que hay que añadirle seguros, verificaciones y gasolina, mucha.

Impedir la circulación de un auto un día es para varios cientos de miles de personas, volver al micro de Tultitlán a Interlomas, de Ecatepec a Santa Fe, de Los Reyes a Polanco. Lo van a hacer, por supuesto, porque no van a dejar de trabajar. Pero lo van a odiar. Ahora súmele dos días, como pretende el gobierno de la CDMX con el Hoy No Circula doble. Por cierto, este miércoles no circula el engomado rojo y azul.

El Hoy no Circula no es una medida de responsabilidad ambiental: es la expresión del fracaso de una ciudad para mantener a sus habitantes. Por mala planeación, por una pésima zonificación, por contar con muy poca inversión en transporte público y muy mala –el Metrobús asfixió avenidas y ejes viales, cuando lo importante era mantener la velocidad promedio–.

Encima, no funciona, de acuerdo a tres estudios científicos, tres, que citó Sergio Sarmiento en una de sus columnas no hace mucho.

Los gobiernos de la ciudad de México lograron hacer de ésta un infierno para los automovilistas y para los usuarios de transporte público. Democratizaron la amargura.

Es obvio que los gobiernos de la “Megalópolis” (Puebla, Pachuca, Toluca) y de otras ciudades prefieran ensayar mil estrategias antes que restringir la circulación de vehículos localmente. Que lo propongan en Monterrey, Guadalajara o Mérida, sin intentar formar un sistema de tren subterráneo o de autobuses decente, es estúpido, mil veces. Hacerlo significaría que se rindieron, no pudieron ordenar una ciudad y que esperan que la gente lo pague, con uno de los peores impuestos: su tiempo.

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autor Equipo de jóvenes periodistas cuyo objetivo es explicar las noticias más relevantes de negocios, economía y finanzas. Nos apasiona contar historias y creemos en el periodismo ciudadano y de servicio.
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