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Internacional

Trump, el niño rico que ‘jugaba’ Monopoly y hoy es presidente de EU

19-01-2017, 11:00:07 PM Por:
Donald Trump. en la víspera de su investidura como presidente de Estados Unidos.

Para Donald, como le llaman sus más cercanos, la vida ha sido un divertimento y los negocios su juguete favorito. Conoce en esta breve biografía las luces y sombras de este hombre que hoy gobierna al país más poderoso del mundo.

 

Cuando nació, en 1946, Donald Trump ya era rico. Como el padre de Ricky Ricón, el chico multimillonario interpretado por Macaulay Culkin en los 90, Fred Trump poseía desde los años 20 un boyante negocio sobre el que se empezó a edificar la fortuna que recibiría aquel niño que hoy es ya el presidente número 45 de Estados Unidos, uno de los Jefes de Estado más adinerados que ha tenido el país.

Para muchas cosas, Donald Trump, de 70 años, nunca ha dejado de ser un niño. “Yo no empecé, fue él”, protestaba airado el nuevo presidente en una entrevista el año pasado con Anderson Cooper, un afamado periodista de CNN. “Sr. Trump, su argumento es el de un niño de 5 años”, le espetó Cooper cuando el entonces candidato presidencial se defendía de una polémica suscitada en Twitter con el senador por Texas, Ted Cruz.

Resulta que para Donald, como le llaman sus más cercanos, la vida ha sido un divertimento y los negocios su juguete favorito. “El dinero nunca ha sido una gran motivación para mí, excepto como una manera de mantener mi puntuación. Lo realmente emocionante es jugar”, asegura en una frase de su libro “El arte de la negociación” y que tuiteó en 2014.

Jugando y jugando, al final el chico ha hecho un buen patrimonio.

Él asegura que su riqueza supera los 10,000 mdd, pero varios medios lo bajan a la aún astronómica cantidad de 3,900 mdd. ¿Cómo los consiguió?

Primero, papá Fred le ayudó con un crédito “pequeño” —según Donald— de un millón de dólares para que iniciara su carrera como promotor inmobiliario. Y luego le presentó a directores de fondos de inversión, políticos y demás personas influyentes a los que introdujo en la partida.

—Este es Donald, mi hijo. Hijo, estos son tus inversionistas —algo así debió suceder.

Aunque a Donald no le guste aceptarlo —prefiere mostrarse como un hombre hecho a sí mismo—, sin papá Fred no existiría el imperio Trump.

El nuevo presidente asegura que sólo recibió aquél préstamo de un millón de dólares. Pero lo cierto es que su padre, que falleció en 1999, le continuó dando asistencia financiera durante toda su vida, como afirma el diario Washington Post.

Su abuelo, Frederick, fue el Trump original. Era alemán y llegó a EU con 16 años a finales del siglo XIX, cuando Europa vomitaba pobreza, mientras que América florecía. Frederick Trump, también el primer inmigrante de la familia, empezó a trabajar como barbero y terminó siendo dueño de varios restaurantes en Seattle. Se casó con Elizabeth Christ, otra alemana.

Luego llegó Fred Trump, quien se metió de lleno en el negocio inmobiliario y también se casó con otra inmigrante, Mary Anne Macleod, escocesa con la que tuvo cinco hijos, entre ellos Donald. “Mi padre me enseñó que cada penique es importante, porque muchos céntimos se convierten en dólares”, rememora el presidente de EU en aquel libro.

En los 70, fue cuando Trump hizo sus primeras tiradas en el juego de los negocios. Tenía un buen mentor y capacidad financiera, sólo faltaba saber en qué partes del tablero colocaría sus fichas.

Papá tenía Brooklyn y Queens, pero no quería invertir en la isla de Manhattan. “Eso fue genial para mí”, recuerda Donald en el obituario que The New York Times escribió sobre su padre. “Podría haber sido un competidor importante. Gracias a eso, ¡Manhattan fue todo mío!”, se reía.

Fue entonces cuando, en 1978, consiguió su primer éxito: la remodelación del Hotel Grand Hyatt en Manhattan. Y a continuación, en 1983, finalizó la construcción de su edificio estrella: la majestuosa Trump Tower, de 58 plantas y 202 metros de altura, localizada en la quinta avenida entre las calles 56 y 57, el corazón de la isla.

El New York Times alabó en un artículo su persistencia y dotes de negociación para conseguir esa localización tan preciada por cualquier desarrollador. Todo lo que Trump quiere, lo consigue. O como dice él: “lo que mi ego quiere, mi ego lo consigue”, una filosofía que le ha propulsado hasta ganar las elecciones estadounidenses en noviembre de 2016.

Siempre ha mantenido sus inversiones en bienes raíces con la construcción de campos de golf, hoteles y casinos. Pero fue a partir de los 90 cuando su empresa tomó un giro radical. Compró concursos de belleza y equipos de futbol americano, además de comenzar a lanzar todo tipo de productos con su nombre y cara como los filetes Trump, la revista Trump, el hielo Trump, el vodka Trump y el juego de mesa Trump.

Algunos de estos negocios fueron un éxito como el programa de televisión “The Apprentice”, en el que casi una veintena de empresarios luchaban por conseguir un contrato de directivo en una de las empresas del magnate. Su popularidad en EU subió como la espuma gracias a este programa.

Otros resultaron ruinosos como la Universidad Trump, que le supuso una lluvia de demandas por fraude; las aerolíneas Trump o los casinos Trump, que llegaron a quebrar hasta tres veces. Después de todo esto, parece que el presidente ha aprendido una importante lección: “En un acuerdo, siempre tienes que estar preparado para retirarte”, confiesa.

 

No siempre gana

Uno de los pasatiempos favoritos del millonario es ir a juicios.

O por lo menos eso parece porque lleva años denunciando a personas y empresas o siendo demandado. Según reportó el USA Today en octubre, el presidente tiene alrededor de 75 litigios abiertos en la actualidad.

Uno de los más sonados es el que mantiene con el cocinero español José Andrés —una estrella en EU— porque el hispano decidió cancelar un contrato para abrir un restaurante en uno de sus hoteles debido a los comentarios racistas del empresario contra los mexicanos.

Ha denunciado a su ex mujer, Ivana, a varios medios de comunicación y hasta a una persona que llevaba el mismo apellido que él, en el famoso caso Trump vs Trump, porque la otra empresa se llamaba The Trump Group y quería que lo cambiara.

Pero no siempre gana. Una vez, una jubilada que vivía en Atlantic City le ganó en los 90 un juicio porque se negó a venderle su casa para que construyera un estacionamiento para limosinas. Trump había comprado los terrenos adyacentes e incluso había comenzado las obras. Pero la casa de Vera Coking, que así se llama, estaba en medio de la construcción, por lo que necesitaba demolerla para terminar el desarrollo.

El caso es que el empresario quería comprar la parcela de Coking por una cuarta parte de lo que le habían ofrecido hace 10 años, unos 250,000 dólares, a lo cual se negó. Al final, la señora ganó el juicio y pudo conservar su casa.

Ahora al showman, empresario, presentador de televisión y político desde hace sólo dos años, le toca jugar un nuevo papel: el de Jefe de Estado de Estados Unidos para los próximos 4 años.

Aquel niño rico hoy es el presidente de la primera potencia del mundo, así que se acabó jugar sólo al Monopoly. Ahora toca también jugar a otros como el Risk, de estrategia bélica, o el Tabú, en el que hay que aprender a decir las cosas de otra manera para ganar.

autor Periodista especializado en información financiera e internacional. Ha trabajado para medios desde México, Colombia, Portugal, Japón y España. Autor del blog sobre inversión en bolsa www.euroaeuro.com
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