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México

La decisión más difícil y definitiva para Peña Nieto

16-08-2017, 8:42:34 AM Por:
peña nieto
© archivo

El presidente Peña Nieto ha impuesto una nueva disciplina en el PRI, una mezcla de autoridad y pragmatismo que definirá el futuro del partido en el país.

Un PRI cuyos dirigentes y militantes tenían escaso amor por Ernesto Zedillo le impusieron los candados. Estos días la disciplina impuesta por Enrique Peña Nieto los despedazó. Pero fue una mezcla de autoridad y pragmatismo. Los presidenciables que cumplían con los requerimientos estatutarios (cargo de elección popular previo, ser miembros del partido con militancia larga) hubieran sido destrozados en la elección de junio 2018. Imposible imaginar, destacadamente, al titular de Gobernación de candidato con posibilidades serias de ganar la contienda.

Meade y Narro, o el atractivo de no ser priista

Los priistas tienen una leve esperanza si ofrecen a muchos votantes, aquellos que detestan a Morena, son alérgicos al PRD y escépticos del PAN, una tentación: el PRI postulando a un no priista (pero, eso sí, recién declarado simpatizante). Por ello el Secretario de Hacienda es hoy el hombre del momento y de las selfies. Porque José Antonio Meade Kuribreña representa el anti-PRI, habiendo llegado al Gabinete (a dos carteras, Energía y SHCP por primera vez) con Felipe Calderón. El archirrival del tricolor como semillero de su candidato presidencial. El general Cárdenas estaría atónito.

Por eso también “suena” el titular de Salud. José Narro Robles es visto como un administrador eficaz con una larga trayectoria. Como miembro del gabinete no ha sido notable, pero no ha tropezado. La verborrea que lo caracterizó como Rector de la UNAM se esfumó, quizá porque repetirla habría implicado rivalizar con su jefe. La edad no es un impedimento serio considerando que muchos líderes políticos alrededor del mundo han aguantado el trote de la campaña y han sido electos con más años a cuestas (desde Trump hasta Pedro Pablo Kuczynski del Perú, por ejemplo). Igual, el activo de Narro es no ser priista.

Otra posibilidad mucho más remota es Enrique de la Madrid Cordero. Tiene apellido atractivo, la gestión de su padre es crecientemente vista como equilibrada y sensata en medio de una pavorosa crisis heredada, pero carece de esa larga trayectoria en cargos de primer nivel que tiene Meade (quien es siete años más joven). Esto aparte de encabezar la Secretaría de Turismo, que difícilmente puede considerarse un trampolín para Los Pinos.

Meade y Narro tienen, además de esas largas trayectorias, un brillo especial. En el lodo de acusaciones de corrupción que ha salpicado a varios miembros del gobierno, y ex miembros como el anterior Director General de Pemex, destacan por la falta de manchas. El presidente Peña, salpicado igualmente por esos lodos que al parecer no quiere tratar de limpiar, debe optar por alguien al menos en apariencia ajeno a esos escándalos que estallan un día y otro también.

Peña buscando al anti-Peña

En cierta forma, Peña Nieto no sólo debe buscar al anti-priista que convenza a los muchos que votaron por su partido en 2012 y que hoy se arrepienten de ello, sino a su antítesis. Esto es, no a un joven carismático con credenciales de eficacia, pero en muchos aspectos un desconocido, sino a alguien con larga y sólida trayectoria, sin sombras de corruptelas. No una promesa, sino hechos probados. Peña Nieto optó para sucederlo por el (entonces) popular Eruviel Ávila. Ahora su dedo debe señalar al anti-Peña, si quiere alguna posibilidad de que el designado gane la elección.

Este hecho en mucho limita el todopoderoso índice presidencial. El titular del Ejecutivo ya mostró que, como sus predecesores, designará al candidato tricolor. Pero es importante recordar que la última vez que un presidente en funciones ejerció el dedazo fue Carlos Salinas de Gortari, de hecho dos veces (la primera para Colosio y la segunda señalando a Zedillo). La hasta entonces exitosa gestión salinista y un andamiaje electoral todavía en manos del gobierno permitía casi asegurar lo que había sido el caso invariable desde 1929: que el candidato oficial resultara el ganador de la contienda, a la buena o con fraude.

Esa certeza ya no existe, ni de lejos, para Peña Nieto. Si la tuviera, si realmente su elegido no enfrentara problemas para vencer, probablemente se decantaría por la materia gris de su sexenio: Luis Videgaray. En su defecto, por el titular de Educación Pública, Aurelio Nuño. Pero ninguno de los dos es anti-Peña, sino al contrario, hechuras directas del peñismo. De nuevo, lo que no son Meade o Narro. Más bien, puede uno imaginarse a los titulares de SRE y SEP empujando a Meade, pues su elección probablemente les permitiría seguir en el gabinete, u otros cargos públicos apetitosos, en el siguiente sexenio.

La importancia de ser pragmático

Así, el pragmatismo de los asamblearios priistas debe ahora ser continuada por su impulsor. Peña igual extraña no tener esa omnipotencia que gozaron Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines o Luis Echeverría, maquiavelos del sistema político entonces prevaleciente. Los tres fintaron con maestría y terminaron por quitar la capucha de quienes ni siquiera eran vistos como aspirantes con fuerza. Echeverría se dio hasta un lujo múltiple: pasar claramente por encima del Presidente del PRI (la humillación de Jesús Reyes Heroles fue pública) y designar a su cercano amigo de juventud, aparte de decantarse por el titular de Hacienda, lo que nunca se había hecho.

Peña ya casi no tiene tiempo para fintar, menos para tratar de fortalecer al candidato más cercano a su persona política. Por otra parte, sí goza de un lujo excepcional: poder nombrar prácticamente a cualquier ciudadano como candidato del PRI. Si Meade o Narro, por ejemplo, no acaban de convencerlo, puede buscar a gente formalmente muy alejada de su círculo. Un ejemplo notable es José Angel Gurría Treviño, titular de Relaciones Exteriores y Hacienda con Zedillo, y desde hace 11 años Secretario General de la OCDE. Nacido en 1950 en Tampico, Gurría es casi dos años menor que Narro Robles. Mejor aún, Gurría es miembro del PRI desde 1968, esto es, tiene credencial tricolor desde los tiempos en que Peña apenas sabía caminar.

Otra posibilidad que al menos en teoría es atractiva es nominar a una mujer. El elemento de novedad ya lo robó Josefina Vázquez Mota, quien además mostró de manera contundente que ser mujer no otorga ventaja alguna en una contienda electoral. Por otra parte, sólo hay dos posibilidades femeninas, ninguna con potencia: Rosario Robles, con un sólido pasado ajeno al PRI (pero poco favorable a una candidatura) y Claudia Ruiz Massieu Salinas, quien no destacó en ninguno de los cargos que ha tenido en el Gabinete o en el propio PRI.

Las enormes limitaciones que enfrenta el dedazo de Peña no impiden que este pueda lograr, si es tan sólido pragmático como buen cerrajero, lo que hoy es improbable: que lo suceda en el cargo la persona postulada por el PRI.

Nota del editor: Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Alto Nivel.

Doctor en Economía (Essex), economista (ITAM) y comunicólogo (UNAM). Profesor, Escuela de Negocios del ITESO, Investigador Asociado CEEY. Trabajó en el FMI.
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