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¿Por qué México no ha revertido la corrupción?

06-05-2015, 8:50:42 AM Por:
© Especial

Esta enfermedad parece no tener fin. La corrupción es un concepto histórico y cultural que en México ha alcanzado niveles delirantes.

Entender la corrupción es el primer paso para tratar de eliminarla, el Banco Mundial se refiere a ella como el abuso del poder público en beneficio privado.

De acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción 2014, elaborado por Transparencia Internacional, México se ubicó en el lugar 103 de 175 países, con una puntuación de 35/100, compartiendo posición en la tabla con Bolivia y Moldavia.

Esta situación ha llevado al país a perder varios puntos de crecimiento en el PIB. Hay quienes hablan de 2%, mientras que otros analistas lo ubican por encima del 3%. Lo cierto es que además de lo cuantificable, están otros cientos de miles de dólares que no llegan como inversión productiva al país por la galopante corrupción que tenemos.

Para las organizaciones establecidas en México, el panorama no se presenta mejor, pues saben que si quieren ganar algún contrato no pueden dejar de cuantificar en sus cotizaciones el famoso “moche”, el cual irá según el sapo. Esto incrementa sus costos, reduce márgenes y evita un crecimiento que se traduciría en nuevos empleos.

¿Cómo queremos tener organizaciones competitivas con este lastre, peor aún, cuando la competencia está por doquier? En América Latina, México está por debajo de sus principales socios y competidores: 82 posiciones por debajo de Chile y 34 de Brasil.

Pero si este dato no es aterrante en términos de la corrupción a la que estamos expuestos, les comento que el país se sitúa en la última posición (34/34) entre los países que integran la OCDE. ¿Se puede hablar de
competitividad?
… ¡Por favor!

Lee: ¿Y los 205 mdd? Una historia olvidada de corrupción

Gran pendiente de la reforma Anticorrupción

Pese a la reciente aprobación, por parte del Senado de la República, del Sistema Nacional Anticorrupción, aún hay mucho por hacer. Se quedaron en el tintero temas como no poder sancionar al Presidente de la República por posibles actos de corrupción, la eliminación del fuero constitucional y la falta de un sistema sancionatorio.

Además, el país demanda que se le devuelvan facultades y mayor autonomía a la Secretaría de la Función Pública, la eliminación del reparto discrecional del presupuesto para acabar con los “moches” y gestar responsabilidades a las empresas.

Dada la relevancia del tema, te presentamos en nuestra edición impresa un reportaje especial sobre la corrupción, cómo debemos interpretarla y, sobre todo, cuáles son sus alcances.

Niveles delirantes de corrupción

En esta primera parte, la historiadora María de los Ángeles Magdaleno nos explica los antecedentes.

Entender la
corrupción
es el primer paso para controlarla, pero no hay acuerdos sobre qué es exactamente. Para el Banco Mundial, se trata del abuso del poder público en beneficio privado. En los debates por definirla se alega que el fraude, el lavado de dinero y el tráfico de drogas son conductas ilegales, pero no son actos de corrupción puesto que no involucran el poder público.

Además, tras el escándalo de Enron, revelado en Estados Unidos, la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (llevada a cabo en Mérida, en el 2003) la tipificó como una actividad ilegal que también incluye al sector privado, pero al mismo tiempo la consideró imposible de definir por tratarse de un concepto que significa diferentes cosas, según el lugar y las personas.

La corrupción es extirpable en la medida que la sociedad se cohesione en torno a normas e instituciones que la lleven hacia otros modelos.

Lidiamos con un problema que concierne a los valores, a lo que una sociedad acepta o no. La corrupción es un concepto histórico y
cultural
que cambia en el tiempo y que tiene muchas variantes con mecanismos universales y complejos, sin olvidar la dimensión humana, es decir, un comportamiento específico que produce una situación general de injusticia, por lo que resulta fundamental preguntarse qué motiva a un individuo o a una sociedad a quebrantar sus leyes.

Si asumimos esta visión, la corrupción es una patología moral y ética que en nuestro país alcanza niveles delirantes y que raya a últimas fechas en el descaro.

Lee: .Un siglo perdido, el costo de la corrupción para México

Cohesión social en tiempos prehispánicos

La historia ofrece ejemplos de cohesión social, como el código mercantil prehispánico in cualli, in yectli (lo conveniente, lo recto), que sigue vigente en algunos mercados contemporáneos. Los jueces impedían el robo y castigaban con la muerte, por golpe en la cabeza o linchamiento, el fraude con moneda falsificada (cacao relleno de tierra), pues ofendían a la comunidad. Quien vendiera o comprara fuera del espacio sagrado del tianguis era condenado a muerte.

Si un juez era cohechado, recibía amonestación; si reincidía, era destituido; pero si era injusto, se le ejecutaba.

Los pipiltin (nobles) fueron castigados de manera más severa, pues tenían mayor responsabilidad. Las normas permanentes y la aplicación de sanciones invariables propiciaron el respeto a las instituciones jurídicas.

A la luz de nuestros valores, esta legislación puede parecernos cruel e inhumana, pero su importancia radica en que fue ostensiblemente justa en su estricta observancia y aplicación, sin importar la posición social o cargo público que desempeñara el delincuente. Si ignoramos las normas jurídicas o hacemos excepciones, la corrupción brota incontenible.

La devastación de la capital mexica y sus instituciones fracturó la sociedad
completa y desgarró sus valores sociales, los cuales son fundamentales para
explicar por qué unas sociedades se cohesionan y progresan, mientras que otras permanecen totalmente fosilizadas.

La Conquista y sus prerrogativas del poder

Mientras los funcionarios mexicas no percibían salarios, la Conquista
fue financiada por particulares a nombre de la Corona española, la cual se
benefició del Quinto Real, equivalente al 20% de las ganancias del botín arrancado a sangre y fuego a los indios.  De ahí el afán por obtener riquezas.

Según Hernán Cortés, obtuvo del despojo rodelas de oro y otras maravillas, como las encomiendas; es decir, tierras que incluían el trabajo y el tributo de los indios. La tierra, los indios, las leyes y las instituciones fueron prerrogativas del poder.

Este es precisamente el marco en el que brota la corrupción en cualquier sociedad: la desintegración de las acciones colectivas en favor de un grupo.

Los oficios públicos se vendieron; cuando se acabaron se crearon nuevos, lo que engrosó una burocracia que no servía para nada, pero junto con el clero fue el ejército “de papel” que sostuvo al Imperio español.

La venta de puestos fue solo un aspecto de la corrupción institucionalizada, al igual que la figura jurídica del “obedézcase pero no se cumpla”, que se refiere a que en España se dictaban lineamientos jurídicos, pero se dejaba a la burocracia novohispana la decisión de casos locales. Esto provocó abusos, impidió la cohesión social y debilitó el Estado colonial.

En 1786, las reformas borbónicas administrativas, políticas y económicas precipitaron la independencia, al explotar al máximo los recursos de la Nueva España y aumentar la recaudación fiscal, en un intento tardío por recuperar las riendas del virreinato.

Las reformas desarticularon intereses locales y vicios de la burocracia, al servicio de la oligarquía novohispana. En esas condiciones se logró independencia política, pero no económica.

Las élites (liberales y conservadores) se enfrascaron en una guerra a muerte y el Estado casi desaparece, pero la tragedia radicó en “el hombre fuerte” depositario de la autoridad y no en la ley que, sustituida por caciques (locales) y caudillos (urbanos), provocó regímenes personalistas caracterizados por la sumisión de los hombres a su jefe, que en general veían poca diferencia entre lo público y lo privado y con frecuencia usaron el poder para su beneficio personal.

Durante la Guerra de Independencia, los caudillos Allende y Aldama tuvieron problemas con Hidalgo porque este alentaba el saqueo. Desde entonces se ve el despojo como una forma de hacerse justicia de forma privada. Los caciques propiciaron el regreso a la dominación tradicional, que persiste hasta hoy.

La desaparición del jefe o caudillo provocó graves crisis. Ya independiente, el país  padeció 11 veces a Santa Anna, quien hizo de la cosa pública, la cosa nostra y solo se explica por la corrupción política.

Corrupción= incentivo económico

¿Por qué las sociedades permiten que la corrupción se  enquiste en su seno? ¿Por qué no logran revertirla? La respuesta se encuentra en los incentivos económicos y jurídicos que mantienen el estado existente y el estado necesario.

Con la Revolución aparecieron otros hombres fuertes que, a través del partido de Estado, crearon una maquinaria política infranqueable durante 70 años, financiada por la burocracia; de ahí su carácter antidemocrático, el cual se trasplantó a los demás partidos políticos que comparten la convicción de que los puestos públicos son negocios privados.

Lo que se pretende enfatizar es la influencia recíproca entre los valores culturales y los objetivos sociales y económico-jurídicos que se formalizan y organizan instituciones anómalas que no responden a los intereses de la sociedad, sino a los del grupo que ha formado privilegios al margen de la legalidad.

Conclusión

Mientras el pequeño grupo que en México detenta el poder político y económico no haga coincidir sus intereses con las normas, instituciones y valores socialmente compartidos, la corrupción no acabará. Solo el poder puede limitar el poder. Somos capaces de enmendarnos; podemos revertir la destrucción voraz que causa la corrupción. ¿Por qué no ser de los
que avanzan, pero no transan?

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